Stella Gibbons: <i>La saga de Flora Poste</i> (Impedimenta, 2011)

Stella Gibbons: La saga de Flora Poste (Impedimenta, 2011)

    TÍTULO
La saga de Flora Poste

    AUTORA
Stella Gibbons

    EDITORIAL
Impedimenta

    FICHA TÉCNICA
ISBN 978-84-15130-24-6. Madrid, 2011. 592 páginas. 39,95 €



Stella Gibbons (1902-1989)

Stella Gibbons (1902-1989)

Ana Matellanes

Ana Matellanes


Reseñas de libros/Ficción
Stella Gibbons: La saga de Flora Poste (Impedimenta, 2011)
Por Ana Matellanes García, jueves, 1 de marzo de 2012
¿Qué puede hacer una buena y decente chica británica que ha recibido una “educación cara, deportiva y larga” cuando se queda huérfana y descubre que no tiene medios económicos para subsistir? Acudir a sus parientes más cercanos. Pero… ¿qué ocurre cuando también descubre que esos parientes viven en la Inglaterra rural más profunda y su comportamiento es “asilvestrado”? Deberá intentar cambiarlos. La saga de Flora Poste, volumen editado por Impedimenta que reúne dos de las novelas que dieron fama a la escritora inglesa Stella Gibbons (1902-1989) – La hija de Robert Poste, considerada como la obra maestra de la londinense, y Flora Poste y los artistas, secuela publicada dieciséis años después–, es una divertidísima historia que parodia los dramas rurales británicos a la vez que ofrece un relato inteligente, absurdo y mordaz donde el humor se convierte en protagonista y clave de la historia.
La hija de Robert Poste (1932, ganadora del Prix Femina-Vie Heureuse en 1933) narra la historia de una joven que, tras quedar huérfana, se ve obligada a vivir con unos parientes lejanos y desconocidos que viven en el más lejano y desconocido condado de Sussex, dedicados al cultivo de tierras y ganado y a unas excéntricas aficiones. En la granja Cold Comfort Farm conocerá a sus primos los Starkkadder, un grupo de extravagantes personajes cuyo extraño comportamiento chocará con el educado y resuelto temperamento de Flora quien, como una moderna Emma (en claro homenaje a las novelas de Jean Austen), tratará de cambiar la vida de sus parientes a través de sus artimañas y encanto personal.

Flora Poste y los artistas, publicada dieciséis años después –el tiempo que transcurre en la historia de ficción corresponde con los años que esperó la escritora inglesa para escribirla y publicarla–, retoma a una Flora más madura pero igual de encantadora e irónica. Tras enterarse de que Cold Comfort Farm, reconvertida en un museo que recrea el “auténtico estilo rústico inglés”, albergará una convención de artistas e intelectuales, decide volver a Sussex para visitar a sus parientes. Allí descubrirá los desagradables cambios producidos en Cold Comfort Farm y, resuelta a devolver la granja a su estado original y a sus verdaderos dueños, volverá a desplegar su ingenio y astucia para ayudar a los Starkkadder.

El humor en La saga de Flora Poste

Uno de los aspectos más interesantes que caracterizan las novelas que reúne La saga de Flora Poste es la clara apuesta por el humor sobre la propia historia. No interesan tanto las peripecias de Flora en la casi extraterreste Cold Comfort Farm como la manera en la que Stella Gibbons las relata, jugando con la caracterización de personajes mediante diálogos y situaciones humorísticas y con los códigos narrativos de los géneros de los que se burla.

La base de ambas novelas es su inteligente uso del lenguaje, escorado hacia las satisfactorias texturas del humor. El humorismo de La hija de Flora Post y Flora Poste y los artistas no reside solamente en la consecución de divertidos e irónicos diálogos entre la protagonista y los personajes que la rodean (desde la educada Sra. Smiling, coleccionista de brassières, hasta cada uno de los esperpénticos parientes de Cold Comfort Farm), sino en la recreación de acentos que, por desgracia, el lector español no puede disfrutar como lo hacen los lectores británicos.

En este sentido, las novelas dibujan su caracterización humorística con la burla lingüística y el guiño metaliterario. Por ejemplo, los pasajes que la propia Gibbons marca con asteriscos para indicar al lector que se trata de aquellos fragmentos que considera “más elegantes y literarios” –fragmentos con los que intenta convencer al caballero Anthony Poorworthy, al que se dirige su nota del prólogo, de que puede transformar su vulgar prosa de periodista en una narración más “literaria” –, son desternillantes por puramente ridículos. Una intención satírica que la propia Gibbons “inocentemente” explica así:

“La vida de una periodista es pobre, desagradable, embrutecedora y corta. Y así es su estilo. Tú, que adoras la encantadora limpieza de cada frase formal y brillante, comprenderás la magnitud de la empresa a la que me enfrenté cuando –después de malgastar diez años de mi vida como periodista, aprendiendo a decir exactamente lo que quería decir en frases cortas–, descubrí que debía aprender, si pretendía acercarme a la literatura y recibir críticas favorables, a escribir como si no estuviera muy segura de lo que quería escribir pero estuviera encantada de decir exactamente lo mismo en frases tan largas como me fuera posible” (página 18).

El lenguaje, en manos de Gibbons, se convierte en un arma satírica, y la manera de caracterizar el paisaje de Sussex y la realidad de la protagonista entre sus parientes no es más que una crítica divertida y mordaz de los relatos cursis y románticos de las novelas rurales de D. H. Lawrence y Thomas Hardy, adornados superfluamente con descripciones vacías y llenas de un pesimismo y seriedad que Gibbons combate con su vitalismo e ironía.

Si bien el lector español pierde en la traducción la carga satírica que inunda la caracterización del habla de los habitantes de Sussex (merece aquí especial reconocimiento la difícil labor de José C. Vales al frente de la traducción), se mantiene intacta la comicidad de situaciones y personajes esperpénticos que emparentan con el Valle Inclán más en forma. Esperpentos o caricaturas más que personajes, los Starkkadder son el “alma cómica” del texto, ya que sin ellos y la desopilante relación que mantienen con Flora, las novelas se quedarían sin una de sus bazas más importantes.

La saga de Flora Poste es, en definitiva, una obligada lectura para aquellos que quieran pasar un buen rato al calor del humor más mordaz y british. Eso sí, prepárense un buen té, aléjense de la “parravirgen” y sumérjanse con la mente abierta en el mundo extravagante de los Starkkadder y Flora Poste. No querrán volver.