Sin embargo, no quiero hablar exactamente de la crisis, sino de algo que
tanto las noticias económicas como el ruido mediático sobre todo este desastre
ocultan: el modelo de sociedad que hemos construido y adónde nos ha
conducido.
Hace unos años, cuando estaba a punto de llegar la debacle
financiera a Europa, un operador de telefonía móvil lanzó
una
campaña publicitaria en la que se sintetizaba nítidamente el modelo de
sociedad en el que vivimos. “Hola, soy Javier”, comenta una voz en
off.
“Desde siempre he tenido que elegir, pero a mí nunca me ha gustado renunciar a
nada”. El anuncio refleja una especie de paraíso adolescente en el que se resume
el deseo de todo joven: hacer permanentemente lo que le venga en gana sin tener
que rendir cuentas a nadie y, a la vez, gozar de todas las comodidades que tiene
vivir mantenido por los padres. El eslogan final reza: “Tenerlo todo y tenerlo
ya”. Interesante declaración de intenciones. Analicemos brevemente el lema. Como
es evidente que en esta vida no se puede tenerlo todo, resulta innecesario
profundizar en este aspecto. Pero lo que es el súmmum del absurdo es querer
tenerlo ya. Esas dos palabras, “todo” y “ya”, que por separado son bastante
peligrosas, cuando se juntan son pura dinamita. Y cuando ambas se dirigen a los
jóvenes, nitroglicerina. Las dos unidas nos conducen inevitablemente al campo
semántico de la prisa, de la impaciencia, de la precipitación. No se puede
tenerlo todo ya. Sencillamente no se puede. Pero ese es el mensaje. Y dirigido
especialmente a los jóvenes.
2. En 1959, Eddie Cochran, uno de
los más influyentes artistas de rock y uno de los primeros que, junto con Chuck
Berry, componían sus propias canciones, lanzó al mercado un
single
titulado “Teenage Heaven” (“El cielo del adolescente”). Cochran tenía veinte
años cuando compuso la canción, por lo que sabía perfectamente de lo que estaba
hablando. ¿Qué dice la letra? ¿Por qué es significativa?
Eddie
Cochran: "Teenage Heaven" (víde colgado en YouTube por
CHRIS123445)
“Quiero una casa con piscina, menos horas de clase
/ y una habitación con mi propio teléfono. / Quiero quedarme despierto toda la
noche, ver las luces de la gran ciudad, / no más problemas o preocupaciones en
casa. / Mmm, solo dadme un poco de tiempo, / quiero hacer mis propios planes, /
sí, quiero mi propio Coupe de Ville [un Cadillac] / Hacer que mi papá pague la
factura. / Sí, hombre, eso es el cielo para mí”. (1)
Si
atendemos a lo que se dice, la campaña publicitaria de 2008 y la composición de
Cochran de 1959 vienen a ser muy parecidas. Ambas reivindican unos anhelos
juveniles relacionados con la diversión y el disfrute de la vida sin
contraprestación alguna, con la figura de los padres como colchón, como parapeto
frente a las dificultades de la existencia. Sin embargo, los contextos son muy
diferentes. Estados Unidos, durante los años posteriores a la Segunda Guerra
Mundial, vive un período de expansión demográfica y económica sin precedentes. A
partir de la década de los 50 el nivel de vida de las familias americanas crece
sin parar, disfrutando sus miembros de cotas de bienestar inimaginables unos
años antes.
Esa prosperidad material que se muestra y representa en la
vida cotidiana de Norteamérica esconde, sin embargo, distintos malestares,
diferentes problemas que no todo el mundo está dispuesto a ver. Uno de ellos,
nada desdeñable, tiene que ver con la inquietud y el descontento que se apodera
de una parte de la juventud americana; se trata de una actitud de rechazo y
cuestionamiento de lo heredado que va a convertirse en una característica
esencial de las generaciones de jóvenes que vendrán después.
La
irrupción de la televisión a los hogares resultará determinante, pues va a hacer
que los publicistas adviertan que pueden llegar a todas las familias a través de
ese medio. Al mismo tiempo, comienzan a dirigirse a los jóvenes en sus campañas
publicitarias. Dada la magnífica situación económica en la que se encuentran,
cada vez empiezan a trabajar antes y a tener dinero para gastarlo.
Estos
procesos van a dar forma a una nueva categoría, la de la juventud tal y como ha
llegado hasta nosotros. Al convertirse en consumidores, los jóvenes comienzan a
reivindicar su espacio y a criticar o tratar de mostrar sus propios puntos de
vista y opiniones sobre la sociedad que les han dejado sus padres. Y su visión
no es tan idílica como la que se representan muchos de los adultos. La moral de
la sociedad norteamericana de aquellos años es muy estricta; los adolescentes se
sienten encorsetados, regidos por unas normas que ni entienden ni comparten, y
se rebelan contra ellas. Lo hacen con los medios que tienen a su alcance: a
través de su actitud y de su apariencia, de las películas que ven en el cine y
de la música que escuchan: un nuevo estilo llamado
rock’n’roll.
Elvis Presley y Marlon Brando,
James
Dean y Chuck Berry, Jayne Mansfield y Jack Kerouac, se convierten
en algunos de los iconos de un nuevo movimiento que lo cambiará todo. Eddie
Cochran, que se encuentra entre los elegidos, capta a la perfección el espíritu
del momento, una actitud y una forma de estar y presentarse ante los demás que
rompe moldes, que choca frontalmente con las normas vigentes en el mundo adulto.
Veamos qué dice en uno de sus grandes éxitos, “C’mon Everybody” (1958):
Eddie Cochran: "C'mon Everybody" (víde colgado en
YouTube por HOPSEFLOPSE)
“Ah, bien, vamos todos y pasemos la
noche juntos. / Tengo algo de dinero en mis vaqueros y sé cómo gastarlo bien. /
Bueno, he estado toda la semana haciendo los deberes / y ahora la casa está
vacía y mis padres se han ido. / Ooohhh, vamos todos / Ah, bien, mi chica es la
número uno pero voy a bailar con tres o cuatro / y la casa retumbará con los
golpes de mis pies desnudos sobre el suelo. / Bueno, cuando oigas la música no
podrás estarte quieto / Si tu hermano no “rockea” lo hará tu hermana / Ooohhh,
vamos todos / Bien, vamos a montar una fiesta, pero tenemos que poner a un
vigilante fuera / Si mis padres llegan a casa temo que me despellejen / No habrá
más películas durante una semana o dos / no más correrías con la pandilla /
Bueno, ¿a quién le importa? / Vamos todos”. (2)
Diversión sin
freno, promesas de sexo, promiscuidad, descaro, agitación, movimiento frenético,
desconsideración hacia los padres… no es de extrañar que estos mensajes
escandalicen a una sociedad tan estricta y contenida. Ningún padre en su sano
juicio dejaría que su hija saliera con un tipo como Cochran. Lo malo es que
muchas de esas chicas estaban locas por él. En amplios sectores del mundo adulto
se desarrolla entonces una profunda preocupación por esa cultura juvenil que
aboga por liberar los impulsos y expresar con mayor desinhibición las
preocupaciones y los deseos de cada uno: representa un ataque en toda regla al
statu quo.
3. ¿Qué sucede en 2008? Para empezar, aunque el
anuncio que estamos evocando vaya dirigido a los jóvenes, nos apela a todos, no
como sucedía con las canciones de Cochran. La industria publicitaria y cultural
masiva, omnipresente en nuestras vidas, ha conseguido que los valores que se
presentan como juveniles sean representativos de toda una forma de vida.
Habitamos un mundo hecho y pensado únicamente para ellos. Si analizamos la
publicidad, descubriremos que en la gran mayoría de los anuncios el protagonista
no pasa de los treinta años. Si pensamos en la moda, en las películas de cine o
en las series de televisión, llegaremos a la misma conclusión: todo está
destinado a los jóvenes, pero a un determinado tipo de juventud, asociada con
conceptos como la impaciencia, la precipitación, la despreocupación y la
ausencia de obligaciones, tal y como queda reflejado en la campaña a la que
acabamos de aludir. Al “quererlo todo ya”, juventud y prisa quedan vinculadas.
De los diez
escritores
más vendidos del mundo entre 1998 y 2010, cinco son autores de novelas
juveniles o con un adolescente como protagonista. Y de los veinte libros más
comprados, trece son para o sobre adolescentes; de entre las veinticinco
películas
más taquilleras del mismo período, al menos diecisiete son para jóvenes,
niños y adolescentes, y no hay ninguna que sea claramente una película para un
público adulto. Si la niñez y la juventud pasan, si la gente se hace mayor y
envejece, ¿cómo se explica que todos estos productos de consumo sigan
centrándose en los muchachos cuando son un segmento relativamente pequeño de la
población? ¿Y cómo es que tienen tanto éxito? ¿Asistimos a una infantilización
de una parte de la sociedad? De lo que no hay duda es que se ha generalizado un
determinado modelo de juventud y una parte importante del mundo adulto se ha
identificado con él. Basta citar de nuevo el eslogan de “lo quiero todo y lo
quiero ya”.
La gente adulta prácticamente no existe para los
publicistas, ni para las compañías cinematográficas, ni para los programadores
de TV. Sólo hay un único perfil de cliente, el joven: ya no es el paraíso del
adolescente, parafraseando al rockero de los cincuenta, sino el paraíso del
consumismo. Por eso en los anuncios nadie supera los cuarenta años, y cuando
aparece alguna persona mayor es para hacer gracia y para comportarse como un
niño, jugando con alguna consola: los adultos nos hemos convertido en
adolescentes eternos. No quiero hablar de las operaciones de cirugía estética ni
de los tratamientos de belleza, ni de la tiranía que todo eso produce y que por
todos es conocida. Simplemente querría constatar que esos atributos de la
juventud, esa prisa, esa celeridad, esa inmadurez, se multiplican por doquier:
la moda cambia cada cuatro meses, las series y emisiones de TV están en parrilla
un par de semanas. Si no triunfan de inmediato son retiradas. Lo mismo sucede
con los estrenos cinematográficos. Las producciones han de ganar todo el dinero
en el primer fin de semana de proyección, porque luego van a ser sustituidas por
otras. Y éstas por otras, y por otras, y por otras. Las empresas no quieren
parar, quieren seguir ganando, ganando y ganando más dinero, rápidamente, sin
pausa alguna.
Con los libros la historia se repite. En España se editan
cientos de volúmenes cada día y la gran mayoría no permanece en las librerías
más de dos o tres semanas. ¿Acaso la celeridad con la que unos libros sustituyen
a otros, acaso la escasa duración de las películas en cartel no es una
reivindicación de la juventud en el sentido que le hemos dado? A los diez días
las películas son viejas y hay que cambiarlas por otras más jóvenes. Las
anteriores ya no sirven, los efectos especiales están anticuados, la prensa ya
no se ocupa de ellas. ¿Acaso son mejores las unas que las otras? ¿Qué las hace
superiores? La novedad, su juventud. Nada más. Así sucede con todo. Lo viejo se
deshecha, no tiene valor en nuestro mundo. Es aburrido y soso, únicamente
produce risa y desprecio, en el mejor de los casos indiferencia. Pero es que
nadie se siente viejo, nadie se detiene a reflexionar sobre el tipo de sociedad
que estamos edificando así. O eso parece. Nadie se para porque si no le pasan
por encima. Y así surge la prisa como (aparente) antídoto contra el
aburrimiento, como diversión sin límites, como (vano) intento de evitar la
madurez, asociada, en este mundo de locos, no a la serenidad, la sabiduría y la
paciencia, sino a la descomposición y la muerte.
4. Eddie Cochran
escribió otras canciones, y la compañía telefónica de la que estamos hablando ha
lanzado otras campañas -algunas con niños como protagonistas-, que tratan de
emocionar a los adultos haciéndonos pensar que vivimos en un mundo ideal, lleno
de buena voluntad e ilusión, aunque
no son los únicos.
¿Qué diferencia existe entre la campaña de 2008 y la canción y el compromiso de
Cochran? Lo que éste canta como provocación, como protesta y rebeldía, es
empleado en la sociedad actual como reclamo consumista, eliminando lo que el
mensaje tiene de combativo y transgresor. Sin embargo, más allá de que los
valores representados por el cantante de Minnesota se hayan desvirtuado, una
cosa sigue estando clara: la fuerza que todavía hoy tiene ese espíritu que
impulsó a un grupo de jóvenes a poner en evidencia la falsedad y la moral de una
época.
Quizá sea el momento de recuperar aquel espíritu. Quizá aún
podamos aprender algo de aquellos jóvenes de los cincuenta que, alzando la voz,
comenzaron a expresar su descontento y a cuestionar el mundo de sus mayores. No
fueron los únicos, claro, pero sí los primeros.
Quizá sí, quizá sea el
momento de regresar a ellos.
Eddie Cochran:
"Summertime Blues" (víde colgado en YouTube por
jackssrocker)
“Voy a armar un escándalo // voy a montar una
bronca, // sobre trabajar todo el verano // intentando ganar un dólar. // Cada
vez que llamo a mi chica // e intento quedar con ella // mi jefe dice: “no lo
intentes hijo // tienes que trabajar hasta tarde”. // En ocasiones me pregunto
// qué voy a hacer, // pero no hay remedio // para la tristeza del verano. //
Bien, mi mamá y mi papá me dijeron // “Hijo, tienes que ganar dinero // si
quieres el coche // para ir a conducir el domingo”. // Bien, no fui a trabajar
// le conté a mi jefe que estaba enfermo // “No puedes coger el coche // porque
no has trabajado nada”. // En ocasiones me pregunto // qué voy a hacer, // pero
no hay remedio // para la tristeza del verano. // Voy a tomarme dos semanas, //
voy a pegarme unas pequeñas vacaciones, // voy a llevar mi problema // a las
Naciones Unidas. // Bien, llamé a mi congresista [diputado]. // Me dijo
literalmente: // me gustaría ayudarte, hijo, // pero eres muy joven para votar.
// // En ocasiones me pregunto // qué voy a hacer, // pero no hay remedio //
para la tristeza del verano”. SIGA en el blog
del profesor Justo Serna el debate sobre
COVERS (USA,
1951-1964) Cultura, juventud y rebeldía:
- No
se pierdan esta exposición (desde el 28 de
enero)
- Cultura,
juventud y rebeldía (desde el 2 de
febrero)
NOTAS
(1) I want a
house with a pool, shorter hours in school / And a room with my own private
phone / I wanna stay up all night, see the big city lights / No more troubles or
worries at home / Mmm, just gimme some time on my hands / I wanna make my own
private plans / Yeah, I want my own Coupe de Ville / Make my dad pay the bill /
Yeah man, that's heaven to me.
(2) Ah well, c'mon everybody and let's get
together tonight / I got some money in my jeans and I'm really gonna spend it
right / Well I've been a-doin' my homework all week long / And now the house is
empty and the folks are gone / Ooo c'mon everybody / Ah well my baby's number
one but I'm gonna dance with three or four / And the house'll be a-shakin' from
my bare feet slappin' on the floor / Well, when you hear that music you can't
sit still / If your brother won't rock then your sister will / Ooo c'mon
everybody / Well we'll really have a party but we gotta put a guard outside / If
my folks come a-home I'm afraid they're gonna have my hide / They'll be no more
movies for a week or two / No more runnin' round with the usual crew / Who cares
c'mon everybody / C'mon everybody / C'mon everybody.