En efecto, el nombre de Camba va indisociablemente ligado
al de “Austral”: esa colección en rústica y formato de bolsillo, con sus
cubiertas blancas y sus inconfundibles sobrecubiertas en varios colores según el
género de la obra, nacida en la sede de Espasa Calpe en Buenos Aires y cuyo
primer título –
La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset – vio la luz
en 1937. “Austral” fue la colección que, sobre todo a partir de los años
cuarenta y cincuenta (aunque el primer título de Camba en este sello –
Londres, 1916 – aparece ya en 1939) contribuyó a la difusión de la obra
del cronista en España y – en mucha menor medida – en América Latina. Cuando las
primeras ediciones de su obra ya eran muy difíciles de encontrar, Espasa Calpe
fue quien apostó por Camba y lo hizo con cierto éxito, a juzgar por las
numerosas reediciones que se hicieron en esta colección de casi todas las obras
de nuestro autor. Exceptuando el caso de sus dos novelas breves (
El
destierro, 1907; y
El matrimonio de Restrepo, 1924), de una obra tan
especial – por las condiciones en las que fue concebida, muy distintas a las del
resto – dentro de la producción de Camba como es
Haciendo de República
(1934), de algunos de sus últimos libros publicados en vida (
Etc., etc…,
1945;
Esto, lo otro y lo de más allá, 1945;
Ni fuh ni fah, 1957) y
de las distintas antologías – incluyendo las
Obras Completas en dos
volúmenes publicadas por la editorial Plus Ultra en 1948 – preparadas por Camba
o por los editores, el resto de títulos que conforman la obra del solitario del
Palace, como le bautizó González-Ruano, nos es conocida básicamente gracias a
estas ediciones de “Austral”. En esta colección fueron reeditadas durante las
décadas de los cuarenta, cincuenta – y ya después de la muerte de Camba –
sesenta, setenta y ochenta; si no me equivoco, la más reeditada fue justamente
la primera que apareció,
Londres: impresiones un español, que llegó a
sumar diez reediciones entre las que se publicaron en Madrid y las que
aparecieron en Buenos Aires.
Fuera de este interés sostenido en mantener
a Camba en circulación, el resto de reediciones han sido casos aislados hasta
llegar al presente siglo. En 1968, la editorial Plus Ultra – que ya había
publicado las
Obras Completas – reedita
Haciendo de República
(aparecida originalmente en Espasa Calpe) con un prólogo de quien fuera director
de
ABC durante un período y amigo personal de Camba, Luis Calvo. En 1970
aparece por primera vez en formato libro (la original de 1907 había formado
parte de la famosa colección “El cuento semanal”) la novela corta autobiográfica
El destierro, publicada por Magisterio Español en una edición de José
García Mercadal en la que también se incluyen dos series de artículos inéditos
hasta la fecha. La dos únicas obras reeditadas en los noventa son
La casa de
Lúculo o el arte de comer (1929), de la que se publican varias ediciones
durante toda la década, y
Esto, lo otro y lo de más allá, publicada por
Cátedra en 1994 dentro su colección “Letras Hispánicas” y con edición de Mario
Pajarón, quien también hace de editor en
Sus páginas mejores (Espasa
Calpe, Colección Nueva Austral, 1996), una reedición algo ampliada de la
antología
Mis páginas mejores (Gredos, 1956), preparada por el propio
Camba.
Salvo estas excepciones, el resto son cuatro décadas más bien
pobres en cuanto a reediciones que han obligado a los lectores a recurrir a las
bibliotecas públicas o familiares y a la búsqueda de esas ediciones de “Austral”
ya amarillentas que circulan a precio de saldo en ferias del libro antiguo y
librerías de viejo. Diferente situación se ha dado en los últimos diez años,
cuando han sido sobre todo una serie de editoriales jóvenes e independientes las
que han venido a llenar este vacío editorial con la recuperación de los títulos
más clásicos de la bibliografía cambiana. Las primeras en acordarse de Camba
como un autor editable para los lectores del siglo XXI fueron, sin embargo, dos
editoriales potentes como Espasa Calpe y Destino. La primera publicó en 2003 una
excelente y muy completa antología preparada por Pedro Ignacio López García con
más doscientos artículos, muchos de ellos inéditos (cuando digo inéditos me
refiero a textos publicados en prensa pero no aparecidos en formato libro), y
con el título de
Páginas
escogidas. Por su parte, Destino publicó también en 2003 un
excelente volumen titulado
Cuatro
historias de la República en el que se recuperaban de una
tacada, y gracias al buen hacer de Xavier Pericay, quien se encargó de la
edición y la introducción general a la obra, cuatro textos – libros o antologías
de artículos aparecidos durante el período republicano y la Guerra Civil – sobre
la Segunda República escritos por cuatro de los mejores periodistas de la
primera mitad del siglo XX: Pla, Chaves Nogales,
Gaziel y Camba, de quien
se incluyó en este volumen
Haciendo de República, con un prólogo escrito
para la ocasión por Arcadi Espada.
Pero como decía, en los últimos años
están siendo las editoriales jóvenes o menos conocidas las que están haciendo el
esfuerzo para poner a Camba otra vez en órbita, aun sabiendo que esas décadas de
silencio editorial han hecho mucho daño y que, con la oferta de autores
existente, no es nada fácil convencer a los lectores más jóvenes del posible
interés de unos artículos escritos en las primeras décadas del pasado siglo. Eso
por no hablar de las dificultades que estas editoriales sufren a la hora de
competir en medios de promoción con los grandes grupos que intentan monopolizar
el mercado. No obstante todo esto, la sensibilidad lectora de estos editores ha
hecho que tengamos acceso otra vez a las obras de Camba en ediciones nuevas que
sin ser – ni mucho menos – éxitos de venta, sí que van circulando poco a poco
entre las manos de los más fieles al periodista gallego y de los que, atraídos
por la curiosidad, se lanzan a descubrir por primera vez la prosa de nuestro
autor.
Una de estas editoriales que más ha hecho últimamente por
resucitar la obra periodística de Camba es Luca de Tena Ediciones, la editorial
del Grupo Vocento que de la mano de Catalina Luca de Tena ha publicado en estos
años dos libros: una reedición de
Haciendo
de República (2006) que incorpora además una antología de
crónicas de los años 1934-1938; y una muy atractiva antología de artículos – con
introducción de Almudena Revilla y un artículo de César González-Ruano a modo de
prólogo – titulada
Maneras
de ser español: en la política, en la cultura, en el extranjero y en la
cocina (2006), en la que se reúnen varias decenas de crónicas
de todas las épocas – algunas ya aparecidas en anteriores libros, otras inéditas
– sobre la forma de ver a España y a los españoles en Camba. Otra editorial que
ha contribuido muy positivamente con varios títulos al rescate es la catalana
Alhena Media, que en solo dos años – 2007 y 2008 – publicó tres de los libros de
viaje más significativos en la trayectoria de Camba:
Aventuras
de una peseta (1923),
La ciudad
automática (1932) y
La rana
viajera (1920).
Otras editoriales independientes también han aportado su grano de arena a
esta tarea incluyendo en su joven catálogo algún título de Camba. Es el caso de
las editoriales Rey Lear, Ediciones del Viento, Libros del Silencio o Reino de
Cordelia. En este sentido, es de agradecer la labor del leonés Jesús Egido
(editor de Rey Lear y de Reino de Cordelia) y del coruñés Eduardo Riestra
(responsable de Ediciones del Viento). El primero de ellos publicó en 2009
Un año en el otro
mundo (1917), con prólogo de Ignacio Carrión, y en 2010 una
bonita edición de
La casa de
Lúculo, con prólogo de Eduardo Riestra e
ilustraciones de Miguel Ángel Martín. Por su parte, Riestra reeditó en 2007 un
pequeño volumen titulado
Dos
novelas bastante cortas en el que se recogían las dos novelas
breves escritas por Camba:
El destierro, que no se reeditaba desde esa
edición de 1970 que ya he citado, y
El matrimonio de Restrepo, una novela
corta aparecida en 1924 dentro de la colección “La novela de hoy” que no había
sido reeditada hasta ahora. Por su parte, la editorial que dirige Gonzalo Canedo
publicó en 2010 otra muy útil edición de
Haciendo de
República con una breve nota del propio editor a modo de
introducción, y con una antología de los artículos publicados por Camba durante
el segundo bienio republicano y la Guerra Civil en los diarios
ABC de
Madrid y de Sevilla, como complemento al texto del libro aparecido en
1934.
En términos cuantitativos, es innegable que todas estas editoriales
han hecho una labor inestimable y que si – después de varias décadas sin poder
hacerlo – el lector actual puede acercarse a la librería y adquirir una obra de
Julio Camba es gracias a la apuesta que estos editores han hecho por él. Sin
embargo, no es menos cierto que todavía quedan varios libros de Camba – tanto de
los primeros que publicó como de los últimos, de los que no han sido reeditados
jamás – a la espera de un editor sensible que se anime con un autor que siempre
garantiza horas de diversión y solaz en la lectura. Eso por no hablar de los
miles de artículos publicados en varios periódicos que todavía permanecen
inéditos (de todo lo escrito por Camba en los diarios solamente una cuarta o una
tercera parte vio la luz en formato libro) y susceptibles de integrar nuevas
antologías que nos descubran facetas de la vasta y rica obra del periodista de
Villanueva de Arosa hasta ahora desconocidas.
Retomando la cita de Camba
con la que he querido iniciar esta reflexión, a veces es necesario que algo
desaparezca para empezar a apreciarlo. Es ley de vida – o de muerte – que las
loas fúnebres siempre son más abundantes – no sé si más sinceras – cuando la
persona objeto de ellas ya no se encuentra delante para recibirlas; parece que
así es fácil destacar lo bueno y olvidar lo malo. Sucedió con Camba en 1962,
cuando a su muerte se publicaron en prensa varios obituarios elogiosos en los
que amigos y conocidos se recreaban en anécdotas vividas junto al periodista en
alguno de sus viajes por España, Europa o los Estados Unidos. Cincuenta años
después de esa desaparición, creo que ha llegado el momento de recuperar
definitivamente a Camba para nuestras vidas de lectores sedientos de buena
literatura, de periodismo de muchos quilates. Por mi corta pero instructiva
experiencia en esto de las conmemoraciones, y por el triste estado actual de
depresión económica de muchas de las instituciones españolas supuestamente
dedicadas a la promoción de la cultura, imagino que esta efeméride va a pasar
sin pena ni gloria. Se podrían hacer muchas cosas, pero preveo – y me gustaría
equivocarme – que se harán muy pocas. Lo mismo se podría decir de las grandes
editoriales españolas que han renunciado definitivamente a dar cabida en sus
catálogos de estos autores situados en los márgenes del canon: entre un clásico
de Camba y la última novedad del autor de moda, la elección es bastante
previsible.
¿Qué nos queda entonces? Pues nos queda el placer y la
esperanza: el placer de la relectura que, como decía Italo Calvino al hablar de
los clásicos, siempre es una lectura de descubrimiento como la primera; y la
esperanza en que la labor de estos editores valientes tenga una continuidad en
el tiempo. La recuperación de una obra como la de Camba debe ser una tarea
común, un esfuerzo en el que se impliquen todos sus lectores, cada uno en la
medida de sus posibilidades. Las mías no sé si son pocas o muchas, pero de
momento se quedan aquí, en esta modesta tribuna que quiere ser a la vez un
homenaje y un acicate, un reconocimiento y una sugerencia. Si alguien se da por
aludido y quiere colaborar en esta noble empresa, que levante la mano y se suba
al barco; a mí me encontrarán allí remando.