Con este horizonte de preocupación, el de las transformaciones de la
modernidad occidental, el prestigioso Collège de Philosophie organizó en
colaboración con el Eurogroup Institute una serie de encuentros desarrollados
entre noviembre de 2008 y abril de 2009 en torno al problema de las relaciones
entre cultura y globalización.
Entre los participantes a las citadas
reuniones cabe citar a Pierre-Henri Tavoillot, Vincent Giret, Francis Rousseau o
Éric Deschavanne. Sin embargo, el eje de la reflexión estuvo marcado por la
tensión dialéctica entre Lipovetsky y Juvin. La elección de este último vino
dada por la publicación en 2008 de su libro
Produire le monde, un libro
en contra de la globalización y un alegato a favor de la pluralidad cultural.
Lipovetsky fue llamado a la palestra por su texto publicado en Francia en 2008,
La
cultura-mundo, junto a Jean Serroy, el mismo autor
con el que había escrito
La pantalla
global. Anagrama editó en 2009 y 2010 ambos
libros, un canto al nuevo ciclo de la modernidad globalizada.
Este modelo de mundializaciónde
Lipovetsky desprende dos rasgos que a su vez lo retroalimentan: la ecología y
los derechos humanos
El Occidente
globalizado. Un debate sobre la cultura planetaria se estructura en cuatro
partes. Una breve introducción de Tavoillot, un texto de Lipovetsky titulado “El
reino de la hipercultura: cosmopolitismo y civilización occidental”, un tercer
escrito debido a Juvin, “Cultura y globalización” y, por último, una discusión
en la que el peso está a cargo de los dos espadas.
La posición de
Lipovetsky la hemos venido reflejando en las distintas recensiones publicadas en
Ojos de Papel. Su obra refleja una “hipercultura transnacional” que junto
con Serroy ha denominado
cultura-mundo. Tal como leemos en
El
Occidente globalizado, el mundo hoy se organiza a través del
mercado,
el
consumismo, la tecnociencia,
la
individuación, las industrias
culturales y las de
la
comunicación –las
cursivas son de Lipovetsky. La combinación de estas lógicas estructurales
conforma el modelo de la
cultura-mundo
de Lipovetsky.
Este modelo de mundialización desprende dos rasgos que a
su vez lo retroalimentan: la ecología y los derechos humanos. Desarrollo
sostenible y movimientos humanitarios junto a un triunfo del mercado en lo
económico y en lo cultural. La cultura-mundo es una
cultura de
marcas, de
estrellas
o de famosos. Marcas y
famosos
se refuerzan a través del
sistema
mediático.
En la discusión que cierra aparece
un Juvin cargado de nostalgia y pesimismo. Su visión de la globalización es la
de una neocultura derivada de la hegemonía del
capitalismo
El texto de Juvin ve una cosa muy
distinta en la hipermodernidad de Lipovetskiy. Lo que contempla es
desregularización, desinstitucionalización y empobrecimiento cultural. El
sistema de mercado conduce a la crisis, sobre todo a la crisis de las culturas
particulares. El poder y el dinero asociados quieren, en opinión de Juvin, una
cultura uniforme. Una
cultura
globalizada estaría destinada a disolver los estilos
personales, sus formas y todo aquello destinado a afirmar, en definitiva, su
propia dignidad.
El nuevo elemento, escribe Juvin, es “la desaparición de
la autonomía de las sociedades humanas a causa de la aparición del hombre
pertrechado de derechos, soberano y exigente”. El individuo dotado de derechos
absolutos tiene capacidad ilimitada para romper compromisos, desligarse,
deshacer la relación con los demás, con la naturaleza, con la propia cultura y
con uno mismo. De este modo se liquidan las formas sociales que estructuraban al
individuo.
En la discusión que cierra
El Occidente globalizado
aparece un Juvin cargado de nostalgia y pesimismo. Su visión de la globalización
es la de una neocultura derivada de la hegemonía del capitalismo. Una cultura en
la que Internet tiene una función anestésica. Un cultura lastrada por valores
occidentales, de mercado y en la que se cae, en definitiva, en la
ilusión del
progreso.
Lipovetsky contraargumenta que la
globalización conlleva un cierto grado de uniformización y se retranquea en lo
expuesto en sus últimas obras. En definitiva, los autores de este volumen no
muestran capacidad ni deseo de encontrar un terreno compartido. Su pensamiento
se encasquilla en sus propias ideas. En todo caso, el lector encontrará en este
volumen una interesante y articulada reflexión en torno al mundo que se
configura en esta primera parte del siglo XXI.