Los motivos del descontento parecen evidentes. Sin embargo, la causa última
se ubica más allá y más abajo, en la profundidad del germen. Un cúmulo de
fuerzas concatenadas, de movimientos ocultos cuyos efectos se notan y se sufren.
Principios altamente activos: están cambiando el curso de la civilización.
Vivimos en una cultura social que sólo mira la superficie. Lo que no
tiene sino longitud y anchura, en definición de Euclides. Hueca, vacía,
insustancial y liviana corre nuestra civilización. Externa, sin profundizar en
el interior. No es casual, por tanto, que los grandes poderes e incluso una
ciudadanía así adoctrinada ignorase las múltiples fricciones que se producían
fuera de su mirada, la acumulación de agravios que subyacía bajo la aparente
normalidad, el potencial inmenso también de ímpetu creador. Lo necesitamos.
Porque también es la superficie la que acoge nuestra historia, nuestras
realidades y nuestros sueños; nuestros afectos, nuestros gozos y nuestras
desdichas, el hogar que queremos confortable para ser felices y
crecer.
En
La
energía liberada. El estallido social de un mundo en
crisis he tratado de contar la génesis y la
trayectoria de esas fuerzas que actúan como placas tectónicas sobre la sociedad,
las causas por las que la mayoría de los afectados no se mueve - en el largo
capítulo de la superficie-, y las erupciones que, sin embargo, han hecho brotar
una energía liberadora que busca generar una nueva ciudadanía basada en el
equilibrio social y la cordura. Ya en gran parte del mundo. Por primera vez en
la Historia. En la vieja escuela de los reportajes, me apoyo en los datos y en
las opiniones publicadas de expertos cuyo criterio considero relevante –siendo
este punto de especial valor por la altura de sus razonamientos-, para elaborar
mis propias reflexiones.
UN POCO DE HISTORIA El
repaso a nuestra historia reciente nos muestra cómo todas las crisis del
capitalismo se han gestado e intentado resolver siguiendo un patrón tan idéntico
que resultaría tedioso describir si no fuera por sus dramáticas consecuencias
para la población. El asalto neoliberal (ensayado ya con trágico éxito en
Latinoamérica y en África) se produce inmediatamente después de la caída del
Muro de Berlín, en el mismo mes de Noviembre de 1989. El Consenso de Washington
—el acuerdo que posibilita el definitivo ascenso neoliberal— parte de un
documento elaborado con premura extrema —o así lo parece— por John Williamson.
Su título no puede ser más evidente: “Lo que Washington quiere decir por
política de reformas”. Al cónclave para aprobarlas acuden políticos y altos
funcionarios, la Reserva Federal, el Banco Mundial y el FMI. Le sigue el
Consenso de Bruselas para Europa que comienza a aplicarse a partir de 1990. Sus
líneas básicas van a constituir el manual de actuación a partir de entonces:
recorte del gasto público, reforma fiscal para favorecer a los más ricos,
liberalización del comercio internacional, liberalización de la entrada de
inversiones extranjeras directas, privatizaciones o desregulación. Nunca han
funcionado las soluciones impuestas desde los poderes… salvo para llenar los
bolsillos de unos pocos mientras se vaciaban, más aún que recursos, derechos.
Ningún ajuste sacia su inmensa codicia, solo que, merma tras merma, está
llegando la anorexia social.
Libres de trabas, los poderes que hoy rigen
el mundo han propagado su misión de África a Latinoamérica, la Rusia de los
virajes, el mundo islámico y, por fin, Occidente y sobre todo Europa. La
impunidad caracteriza al capitalismo. No hay responsables.
DEL
PODER ECONÓMICO AL FRACASO DE LA POLÍTICA El poder económico es
la placa tectónica más identificada y dañina, pero incluso podría entenderse su
actitud si se lo permiten—, son por tanto los políticos quienes han fallado,
subyugados o sojuzgados por quienes manejan el dinero. El multimillonario George
Soros –tan filántropo como especulador-, escribió en 1999 un libro titulado
La crisis del capitalismo global. En él exponía la situación –con la
frialdad de un cirujano-, para calificar de “fundamentalista” al mercado y
diciendo sin tapujos que “la relación entre capitalismo y democracia es endeble”
y sus intereses, muy distintos. ¡Y tan distintos! Es la política por tanto la
que ampara la especulación, el oligopolio de unas agencias privadas de
calificación norteamericanas que tumban países enteros con sus ciudadanos
dentro, pese a sus flagrantes errores. Y toda la suerte de instrumentos
financieros que, como los CDS (Credit Default Swap), están destinados a
proporcionar desorbitados enriquecimientos apostando en contra incluso de
Estados soberanos. ¿Quiere Vd conocer con algo más de detalle quiénes son “los
mercados? En
La energía liberada se apuntan numerosos datos.
Si
el origen de la situación que padecemos la tiene la globalización, debería ser
exigible una gobernanza mundial con garantías para los ciudadanos, pero no
existe. Lo más parecido a ella sería la ONU, sabiamente desactivada, que parece
hoy solo dedicada a emitir declaraciones solemnes. De hecho, lo que importa es
su Consejo de Seguridad y la correlación de fuerzas que se estableció en su
momento gracias a la cual siempre ganan los mismos.
El Fondo Monetario
Internacional (FMI) es un organismo intergubernamental especializado de la
propia ONU —de representación prácticamente mundial— que ha tomado vida propia.
Sus objetivos iniciales le señalaban el equilibrio sostenible entre países o la
erradicación de la pobreza. En la práctica las líneas de actuación las ha
marcado realmente el equipo directivo y, desde que el neoliberalismo tomó las
riendas económicas, ésa fue la tónica del FMI, que potencia esa ideología allí
donde actúa. “Ni un solo país ha mejorado con las políticas de austeridad del
FMI”, resalta Susan George. Del mismo modo, el Banco Mundial se creó con el
objetivo de ser fuente de asistencia financiera y técnica para los llamados
países en desarrollo. Tras la gran contienda ayudó a la reconstrucción de la
Europa devastada… luego ha seguido la misma evolución del FMI. Y, si quiere una
auténtica guía de cómo ha actuado la política, repase las actuaciones del G20
-sintetizadas en unas pocas páginas-, desde su presunta intención de “refundar
el capitalismo” a consagrar el neoliberalismo más feroz.
LA UE,
COMO FALLA Atravesando el volcán a medio gas que ha supuesto en
la práctica Obama en EEUU (con el furibundo divieso del ultraderechista Tea
Party como única excusa) o la ciclogénesis china (imprescindible para entender
qué nos está ocurriendo), y el poder actual de los países emergentes del BRIC,
llegamos a Europa, y dentro de ella, a la que fue prometedora unión que iba a
basarse en “la solidaridad de los hechos”.
La UE, dominada hoy por los
conservadores, se ha constituido en una auténtica falla que se extiende de
Bruselas a Estrasburgo. Graves defectos estructurales, ya desde el Tratado de
Maastrich en 1992, la han consolidado como una unión económica, desigual, que
olvida lo social, y guiada –hoy más que nunca- por el poder omnímodo de Alemania
y, en menor medida, de Francia y el Reino Unido.
El euro nació como un
vástago enfermo. Ni Maastricht que lo alumbró ni toda la historia posterior de
la UE lo dotaron de los mecanismos para un desarrollo saludable. Los líderes
europeos comenzaron el edificio por el tejado, pensaron que la moneda única
ayudaría a configurar un auténtico gobierno de todos capaz de gestionarla al
dotarse de una política fiscal y económica común, cosa que aún no ha sucedido.
Demasiado vigor posee el euro para crecer con estos condicionantes.
¿Consecuencias? Ataques especulativos a la moneda europea, alguno más de los que
hasta ahora se han publicitado. Y Grecia como chivo expiatorio cuando es “la uña
de un dedito”, según reciente definición de Lula Da Silva.
Y, por fin y
por el momento, la actual crisis de la deuda soberana como nuevo objeto de
negocio y ácido que corroe nuestros cimientos. Los desgraciados países a los que
se “rescata” reciben cantidades sensiblemente inferiores a las entregadas a los
bancos sin exigirles a cambio a éstos ninguna medida gravosa como sí se reclama
a los ciudadanos (a algunos bancos y a algunos países, que en su inmensa mayoría
no coinciden naturalmente). Y la ley del embudo nos muestra a Alemania, por
ejemplo, pagando su deuda -que la tiene, e incluso superior a la española, por
poner un caso-, al 2%. A España al 5 ó 6%, y Grecia al 18,50 (fue una de las
últimas cifras pero proponen intereses del 70%). Así, “El resultado de aplicar
los planes de ajuste (severos recortes de gasto público, privatizaciones,
moderación salarial...) ha sido recaudar 1.900 millones de euros menos y gastar
2.700 millones de euros más. Eso no recorta el déficit, lógicamente, sino que lo
incrementa”, explica el economista Alberto Garzón Espinosa.
ESPAÑA: CIMIENTOS DEFECTUOSOS Y EXPLOSIÓN DE LA CRISIS
España cuenta con su propia placa tectónica. Nacida, en lo económico, de
una política de vivienda nefasta que culminó en la burbuja inmobiliaria.
Añadamos una corrupción endémica –tolerada por la sociedad- o la pervivencia del
franquismo sociológico del que quedan y siguen aflorando amargos exponentes.
El 12 de Mayo de 2010 el presidente socialista José Luis Rodríguez
Zapatero dio cuenta en el Congreso (sin apenas contarlo) de cómo había sucumbido
a los mandatos de los poderes financieros, de la UE, y hasta de una estratégica
llamada de Barack Obama. Fue su más terrible error: por coherencia debió dimitir
exponiendo claramente la situación a los ciudadanos. Los votantes socialistas no
lo entendieron y la oposición neoliberal del PP acrecentó sus zancadillas,
beneficiándose electoralmente del rechazo al partido en el Gobierno, para
conducir previsiblemente a España –a tenor de su ideología- a profundizar en la
crisis. Al menos en la de los ciudadanos, no así –nunca- de los poderes
financieros y empresariales.
Llegaron pues las insostenibles mermas
sociales que no lograrían aplacar a “los mercados” y, fruto de las equivocadas
políticas de ajuste, siguió creciendo el paro –insostenible, casi ya 5 millones
de personas-, incluidas en ellas el 46% de los jóvenes.
Debemos estar
atentos a nuevos peligros: el descrédito en el ejercicio de la imprescindible
Política está ya haciendo aflorar en diversos lugares del mundo populismo,
ultraderecha que se sienta en Parlamentos, o la “mano dura” de gobiernos que
–como el de Cameron en Gran Bretaña- pretenden solucionar con “moral” los serios
conflictos que han provocado.
LA ENERGÍA LIBERADA
Por todo ello y muchas cosas más –que encontrarán en el libro- el volcán
dormido empezó a despertar. Los grandes medios servían al sistema no aportando
la información precisa, -perdida al menos en un mar de entretenimiento
decretado-, pero estaba Internet. Desde wikileaks, al hambre provocado por la
crisis alimentaria especulativa, las inadmisibles mermas sociales o el renacer
de la conciencia ciudadana, los poderes ciudadanos fueron también uniéndose en
el subsuelo, concatenando sus fuerzas, para
emerger
en una erupción. Bulle el mundo desde la Plaza del Sol de
Madrid en el 15 M, y en todos los soles que en España y fuera de ella nos
alumbran desde entonces en un halo de esperanza. Desde Wisconsin a Islandia, de
los países árabes a Israel, en Grecia y Portugal, en Chile, China, Indonesia,
Rusia, Tailandia, incluso en Azerbaiyán, en la India, y en muchos lugares que ni
sabemos ya. Puede ser tal estallido social una casualidad? ¿Y qué haremos con
él? ¿Diluirlo? ¿Reprimirlo para “aplacar (con sus restos) la ira de los
mercados”? ¿Crear una sociedad más justa y humana?
Energía liberada,
nueva, y ni políticos ni muchos periodistas aposentados saben qué hacer con
ella. Intentar destruirla es tarea imposible, ignorarla una temeridad, mejor
dejarla fluir y extraer su provecho. Ella sola lo hará en todo caso.
¿El
futuro previsible? Hace cuarenta años
Bob Dylan nos anunció un tiempo nuevo,
señalando sus signos esperanzadores y sus contrapesos. Cumplía 70 el músico
mientras ciudadanos españoles luchaban por su dignidad en las plazas de ciudades
y pueblos. Y el himno de Dylan refrescaba su actualidad: “La gente empieza a
juntarse por donde tú andas/ Y reconoces que las aguas han crecido a tu
alrededor/ Y ves que pronto estarás mojado hasta los huesos/ Si tu tiempo tiene
algún valor para ti, entonces es preferible que empieces a nadar/o te sumergirás
como una piedra/ porque los tiempos están cambiando”.
Décadas de
atropellos, en progresión ya insostenible, han emergido en fluidos de firmeza,
calma y sensatez. Para zambullirse, avanzar y construir, de abajo arriba, desde
la amplia base social, regenerando los cimientos de un sistema enfermo. Al que,
inerte, se hunda lo engullirán las simas de la Historia.
La bola
adivinatoria no sirve nunca. Sí los datos. Sí los hechos. Bajo los adoquines —y
la arena, el cemento, la hierba, los campos sembrados, el barro o la tierra, el
agua de ríos y mares, las nubes incluso— había rabia, pero también decisión,
sensatez, ilusión y esperanza… energía.
¿Qué nos espera? Por múltiples
razones habrá que aventar los esquemas tradicionales: es la lucha de lo viejo
contra lo nuevo. El futuro muda cada vez que lo miramos. Gestación, desarrollo,
consolidación, futuro… complejos en un mundo interrelacionado. Todo edificio
crece apoyado en sus cimientos; sólido, si la tierra no tiembla descontrolada,
si no intentan destruirlo con toneladas de violencia e intransigencia… Y, aun
así, nadie puede prever la fuerza de la energía liberada.