Steven Paul Jobs nace el 24 de febrero de 1955 en San Francisco
(California). Hijo de Abdulfattah Jandali y de Joanne Simpson, fue dado en
adopción a una pareja de clase media baja que le dieron apellido y una educación
en la que Steve Jobs nunca destacó. Tras el bachillerato le admitieron en el
Reed College, una institución académica de segundo o tercer nivel perdida en
Portland (Oregón). En todo caso no aguantó más allá de un semestre aunque, eso
sí, asistió al famoso curso de caligrafía del que posteriormente tanto se ha
hablado como fuente de inspiración para sus diseños.
En su breve
temporada de estudiante universitario, Jobs sobrevivió como pudo. No tenía
dinero y con frecuencia recurrió para comer a los Hare Krishna. De ahí viene su
viaje a la India, ya de vuelta en California, en busca de espiritualidad. Su
posterior conversión a un budismo americanizado y sus experiencias con drogas
psicodélicas tienen mucho que ver con el espíritu de
rebeldía de
una generación que hubiera deseado vivir en propia carne
el mayo del 68.
Se abre
El camino de Steve Jobs con el encuentro
entre Jobs y Elliot en un restaurante. Dos hombres solos que no se conocen pero
tienen ganas de hablar. Elliot es un
wasp (blanco, anglosajón y
protestante) de casi dos metros, un atleta que viste como uno de esos ejecutivos
de la banca. Uno de los que dejan la
blackberry sobre el mantel por si
acaso y, para de paso, marcar distancias. Tiene, como él mismo señala, cuarenta
y cinco años. Acaba de dejar su trabajo en Intel para unirse a Eagle Computer,
una compañía que sale a bolsa y hace multimillonario a su CEO. Ese mismo día,
para festejarlo, sale a tomar unas copas con los cofundadores de la compañía y
se va directo a comprarse un Ferrari. Mientras lo prueba se estrella y se mata.
Fin del CEO y de Eagle Computer.