Ilse Aichinger
(Viena, 1921), con la entrada de las tropas
hitlerianas en Austria, en 1938, fue despojada de su casa y sufrió la
persecución, el horror y el miedo implantado por el régimen nazi y sus
cómplices, pero sobre todo la pérdida de sus seres queridos. Tras la guerra, la
esperanza de volver a ver a su abuela, que había sido deportada a un campo de
concentración junto con otros familiares y amigos no pudo verse realizada:
habían sido asesinados. Comienza entonces sus estudios de Medicina, que abandona
para concluir su primera y hasta la actualidad única novela
La esperanza más
grande (1948). Publicó también narraciones cortas, ensayos, escenas,
relatos radiofónicos y textos sobre el cine.
Sus textos están
considerados hoy textos clásicos de la literatura en lengua alemana. Con uno de
sus relatos breves,
La historia del espejo, recibió ya en 1952 el
premio del
Grupo 47, del que formaban parte también Günter Grass,
Ingeborg Bachmann, Günter Eich o Heinrich Böll. En 1995 obtuvo el Gran Premio de
Literatura de Austria por el conjunto de su obra y, en 2000, el Premio Joseph
Breitbach, que compartió con Markus Werner y W. G. Sebald. En sus poemas se
condensan los rasgos básicos de su poética: crítica y renovación del lenguaje
poético, inconformismo y compromiso. Los marginados y los extraviados vuelven en
sus palabras, o quizás, más intensamente, en los silencios que se abren entre
ellas. Es la primera vez que se traduce al español su poesía, un
consejo
furioso y gratuito que nos deja la escritora.
EL LINDE
DE LA MONTAÑA
Pues qué haría yo
si no estuviesen los
cazadores,
mis
sueños,
esos que por la mañana
del otro lado de las montañas
descienden, bajo la sombra.
RESPUSTA INVERNAL
El mundo es de la materia
que exige contemplación:
ya no quedan
ojos
para ver los prados blancos
ni oídos para oír entre las ramas
el revolotear de los pájaros.
Abuela, ¿a dónde se han ido tus labios
para saborear las hierbas
y quién nos huele el cielo hasta el final?
¿De quién son las mejillas que aún hoy
se desuellan en los muros del
pueblo?
¿No es un bosque sombrío
éste en el que hemos caído?
No,
abuela, no es sombrío,
lo sé, he vivido mucho tiempo
con los niños en el
linde
y tampoco es un bosque.
DOMINGO POR LA
MAÑANA Amar a dios,
adorarlo
y sólo a él servir.
Descansando
de camino a las granjas
a la hora señalada
visto
desde lejos
sobre la nieve.
MARIANNE Me
consuela
que en las noches doradas
duerma una niña,
que su aliento
acaricie la herrería
y su sol se levante,
al alba,
con el gallo y
las gallinas
sobre la hierba mojada.
FUERA DEL
PAÍS Libros de bibliotecas extrañas,
palomas fortalecidas.
Si dependiera de los lugares
que somos capaces
de abandonar,
con
sus frambuesos,
con las telas
que ya se pliegan con el viento;
cambian silenciosos detrás de nosotros,
mientras nosotros permanecemos
en las cálidas espaldas
de los jardines, de piedra
o de arena.
Nota de la Redacción: agradecemos a
Ediciones
Linteo la gentileza por permitir la publicación de estos
poemas del libro de
Ilse
Aichinger,
Consejo
gratuito (Linteo, 2011), en
Ojos de
Papel.