Sinclair Lewis: <i>Doctor Arrowsmith</i> (Nórdica, 2011)

Sinclair Lewis: Doctor Arrowsmith (Nórdica, 2011)

    TÍTULO
Doctor Arrowsmith

    AUTOR
Sinclair Lewis

    EDITORIAL
Nórdica libros

    TRADUCCCION
José Manuel Álvarez

    OTROS DATOS
Madrid, 2011, 616 páginas. 26 €



Sinclair Lewis

Sinclair Lewis


Reseñas de libros/Ficción
Sinclair Lewis: Doctor Arrowsmith (Nórdica, 2011)
Por Juan Antonio González Fuentes, miércoles, 1 de junio de 2011
La crítica más académica achaca a la obra de Sinclair Lewis (Sauk Center, Minnesota, 1885-Roma, 1951) un cierto amaneramiento estilístico lleno de estereotipos, una visión satírica pero complaciente de la sociedad norteamericana, y un frecuente desvanecimiento de la potencia narrativa a lo largo de sus, por lo general extensas, obras mayores, las novelas Calle mayor (1920), Babbitt (1922), Doctor Arrowsmith (1925), Elmer Gantry (1927) y El hombre que conoció a Coolidge (1928). No tengo muchos elementos de juicio al respecto, pues mi acercamiento a la obra del narrador norteamericano es muy reciente y consiste solo en la lectura de este Doctor Arrowsmith sobre el que aquí escribo. Sin embargo, la alarma de mi intuición lectora se ha disparado ante estos comentarios, y algo me susurra al oído que cuando un autor goza de un halo de prestigio bañado por el oro de ciertos premios (Lewis fue el primer Nobel made in USA), los críticos de la ceja alta tienden a enjuiciar con el artificialmente severo gesto del reparo en la mente.
Yo, aviso a los lectores despìstados, solo cuento aquí mi impresión como lector. Sí, mi juicio es quizá lamentablemente “impresionista”, es decir, basado solo en la impresión recibida como un lector que, eso sí, ya empieza a ser veterano en el vicio de ir pasando páginas de un libro. Subrayado esto, diré que hacía tiempo que no me sucedía lo que me ha sucedido con Doctor Arrowsmith. Intentaré a continuación desentrañar este galimatías de sucesos sucedidos. El caso es que hacía mucho tiempo que no me involucraba de manera tan intensa y decidida en una historia novelada. Mis últimas lecturas para Ojos de Papel, por ejemplo, Marái y James Ellroy, gustándome mucho, me situaron en el espacio del atento observador. Me colocaron detrás de la cortina de agazapado tras el biombo. Leí los libros colocado fuera de sus páginas. Quiero decir que gocé de ellas como un espectador que contempla sentado en su butaca el espectáculo, y lo goza y disfruta con agrado. Sin embargo, leyendo esta novela de Sinclair Lewis, me he involucrado en los sucesos narrados como hacía mucho no sucedía, y francamente, lo he pasado en grande.

No, no me he identificado con las aventuras y desventuras del protagonista, el médico Martin Arrowsmith, a pesar de que recordaba su historia gracias a la película que sobre la trama de Lewis rodó John Ford en 1931, con Ronald Corman como actor principal. Sencillamente es que gracias a la maestría de Sinclair Lewis me he convertido en testigo atento y preferente de la vida de Arrowsmith, acompañándole en la singular travesía con emoción y una implicación emocional por mi parte del todo inusual, casi, casi olvidada. Lewis ha logrado que sintiera el recorrido vital de Arrowsmith con un interés que iba mucho más allá del goce literario; era un amigo, un ser cercano al que le estaban sucediento las cosas, al que veía evolucionar, crecer, madurar, explorar la vida…, y me he sentido afortunado acompañándole, sabiendo de él, conociendo sus pensamiento e intenciones. Me he hecho amigo para siempre del doctor Arrowsmith, con sus muchos defectos y incongruencias, con sus pocas virtudes y entrega.

Lewis, de manera muy brillante, caracteriza cada personaje para convertirlo no solo en símbolo y estereotipo de una “manera de ser y estar” en la expansiva sociedad americana de las primeras décadas del siglo XX

La novela relata la vida y vocación investigadora en el campo de la medicina de Martin Arrowsmith desde los 14 años de edad, cuando es asistente del médico de su pueblo, hasta la madurez. Lewis nos relata la formación en la universidad y los distintos destinos que va teniendo, desde médico en una minúscula aldea, hasta el laboratorio bien dotado de la ciudad de Nueva York. Lo que ocurre es que Sinclair Lewis, verdadero maestro de la narrativa norteamericana ya consolidada y ajena a la influencia directísima de los clásicos británicos, “aprovecha” la corriente lógica y principal del relato, es decir, el discurrir vital del médico, para plasmar en toda su complejidad un mundo, un universo variadísimo de tipos y situaciones que acaban configurando un cuadro extraordinario de la Norteamérica en expansión económica y espiritual inmediatamente anterior a la debacle del crack de 1929.

Lewis, de manera muy brillante, caracteriza cada personaje para convertirlo no solo en símbolo y estereotipo de una “manera de ser y estar” en la expansiva sociedad americana de las primeras décadas del siglo XX, sino para hacer de ellos referentes brillantes sobre los que construir todo un imaginario de lo que Gertrude Stein llamó “ser norteamericanos”. Por ejemplo, las tres mujeres con las que a lo largo de la novela se relaciona Martin, ejemplifican a al perfección tres tipos muy bien tallados de las mujeres de aquella etapa USA. Pues bien, el resto de la variada y compleja cohorte de personajes que acompañan a Martin Arrowsmith a lo largo de su evolución, tienen el mismo papel, servir de referentes (sí, esterotipos perfectos) de los distintos tipos de norteamericanos que conformaban en aluvión la sociedad de los EE.UU de la era del jazz.

Doctor Arrowsmith es sin duda una de las primeras grandes novelas norteamericanas en toda su esencia, una obra maestra se mire por donde se mire, uno de los primeros eslabones de la cadena narrativa USA, quizá la más resistente y brillante de la contemporaneidad

Pero si Scott Fitzgerald hizo lo mismo desde una capacidad lírica muy superior a la de Lewis y con una brillantez literaria no parangonable, el acierto de Sinclair Lewis fue poner en escena a los EE.UU como una especie de patio de Monipodio en el que la sátira, la picaresca, el humor y la ironía son los ingredientes principales. Si Scott Fitzgerald logró sus objetivos con una brillantez literaria que hoy continúa refulgiendo como el primer día, Lewis es el irónico reportero de una época. Los dos escritores lograron lo mismo: plasmar un estado vital y palpitante de la Norteamérica de su tiempo. Uno lo hizo desde el arte (Fitzgerald), el otro desde la crónica muy bien construida (Lewis). En este sentido el maestro, la estela que a mi juicio Lewis sigue es la de Mark Twain, el mejor exponente de eso que podría llamarse “la picaresca” USA. También el aroma de Cervantes se puede olfatear en algunos tramos de la experiencia vital del médico Arrowsmith.

Aceptemos que Lewis no es tan literato proyectado en el tiempo como lo es Scott Fitgerald y su leyenda. Pero su brillantez narrativa es incuestionable. Y su capacidad para describir situaciones, cuadros y situaciones (muchas veces con algo de sainete mal intencionado) es sencillamente magistral. Aunque si algo resulta del todo inolvidable de Doctor Arrowsmith son algunos personajes, dignos de figurar en una antología de caracterizaciones portentosas. Pienso, sin duda, en el profesor Gottlieb (europeo de origen alemán), en el extravagante Sondelius, en Leora (el gran amor de Martin), en Cliff Clawson, en Joyce (segunda mujer de Martin), en Madeline Fox, etc. Todos ellos elementos indispensables y enriquecedores de un artefacto narrativo en el que Sinclair Lewis retrata una sociedad en ascenso hacia la hegemonía del mundo en la que el amor desmesurado al dinero, el arribismo, la ignorancia, el esnobismo, la codicia, la corrupción, el aburguesamiento bienpensante, el culto a lo políticamente correcto, el clasismo…, son los raíles principales por los que deambula la gran locomotora norteamericana hacia la cúspide. Camino en el que quienes no comparten esa visión del mundo, esa forma de ser norteamericanos, son arrumbados a un lado y sometidos a la aniquilación de la soledad, el aislamiento, la incomprensión.

Doctor Arrowsmith es sin duda una de las primeras grandes novelas norteamericanas en toda su esencia (recibió en 1926 el Pulitzer, que Lewis rechazó, alegando que el reconocimiento tenía que haber llegado antes), una obra maestra se mire por donde se mire, uno de los primeros eslabones de la cadena narrativa USA, quizá la más resistente y brillante de la contemporaneidad.