Rachel P. Maines: <i>La tecnología del orgasmo: la</i> histeria<i>, los vibradores y la satisfacción sexual de las mujeres</i> (Editorial milrazones, 2010)

Rachel P. Maines: La tecnología del orgasmo: la histeria, los vibradores y la satisfacción sexual de las mujeres (Editorial milrazones, 2010)

    TÍTULO
La tecnología del orgasmo: la histeria, los vibradores y la satisfacción sexual de las mujeres

    AUTOR
Rachel P. Maines

    EDITORIAL
milrazones

    TRADUCCCION
Jesús Ortiz Pérez de Molino

    OTROS DATOS
Barcelona, 2010. 206 páginas. 20,00 €




Reseñas de libros/No ficción
Rachel P. Maines: La tecnología del orgasmo: la histeria, los vibradores y la satisfacción sexual de las mujeres (Editorial milrazones, 2010)
Por José Cruz Cabrerizo, lunes, 4 de abril de 2011
Un libro cuyo título creo recordar como Manual práctico del instalador electricista, la obra de los doctores Hornstein, Faller y Streng Vida sexual sana, y un El secreto de la dicha conyugal de Shryock, con pastas amarillas huevo y fotos de sonrientes parejas en trajes de novio y novia, componían hace ya treinta y tantos la exigua biblioteca de mi padre, un hombre que sin tiempo para la lectura, se deslomaba subiendo y colocando radiadores, instalando las calderas de calefacción y quemadores, y el A. C. S. (Agua Caliente Sanitaria) de la que por entonces no disfrutábamos en mi casa en la que por lo menos sí que había dicha conyugal. Y agua corriente, con la que se podría haber hecho funcionar la “ducha pélvica francesa” que se muestra en el ilustrativo grabado de la página 23 del libro que ahora voy a abordar). Nunca pude pensar que aquella tríada de letra impresa, semejante trinidad de sabiduría contuviera en esencia una función booleana del tipo AND: la sana sexualidad y la dicha conyugal solo se dan si hay electricidad. Está claro. Tan claro como la AND: si y solo si A y B valen 1, C va a valer 1. El libro que me ha dado que pensar en ello, que me ha llevado a elaborar la teoría anteriormente esbozada, no es otro que el de Rachel P. Maines (ver ENTREVISTA), el publicado a finales de 2010 en España por milrazones: La tecnología del orgasmo: la histeria, los vibradores y la satisfacción sexual de las mujeres

Aunque ahora mismo no lo tenga usted claro, le digo que la electricidad y el sexo están ligados por nudos más fuertes que cualquier enlace atómico. En la página 106 un tal Rousell en el siglo XIX considera que “la electricidad es verdaderamente maravillosa especialmente en los órganos genitales. Desaparece la impotencia, vuelven la fuerza y el deseo de la juventud, y el hombre envejecido prematuramente tanto por excesos como por privaciones, con la ayuda de la estimulación eléctrica puede volverse quince años más joven”. Y si se invertía la polaridad (es de suponer que utilizaba corriente continua suministrada por una batería) se curaba la ninfomanía.

Tampoco quizá tenga muy claro que la vida sexual sana y la dicha conyugal van de la mano, pero si se lo dice Freud en la página 64, eso ya son palabras mayores: “No creo que exagere cuando afirmo que la gran mayoría de las neurosis de las mujeres tienen su origen en la cama matrimonial”.

Y en la propiedad conmutativa, pues eso, que la electricidad es a la dicha conyugal lo que la sexualidad. O sea, un vibrador. Que el vibrador (que pierde su carácter médico y adquiere el de utillaje sexual o juguete erótico) se ha demostrado herramienta más eficaz que el dedo con el que en 1653 Alemanarius Petrus Forestus recomienda “masajear los genitales con un dedo dentro, empleando aceite de azucenas, raíz de almizcle, azafrán o parecido. De este modo puede excitarse a la mujer afligida hasta el paroxismo”.

La sexualidad social es cómoda solo para una parte. A la otra además la penaliza a lo largo de la historia. ¿Ejemplos de cómo? La masturbación algo execrable, la mujer que no alcanza un orgasmo a través de la penetración es patológica y por tanto debe ser tratada… Y llegamos a la medicalización

En la raíz de la necesidad del dedo, de las diversas tecnologías de duchas hidráulicas zonales, y finalmente del vibrador, se encuentra la histeria. La histeria, menos conocida como praefocatio matricis, ahogo de la matriz o, por su traducción literal, “enfermedad del útero”. Página 26: “Cuando el sexo marital era insatisfactorio, y la masturbación desaconsejada o prohibida, la sexualidad femenina, sugiero, se declaraba a través de una de las pocas salidas aceptables: los síntomas de trastornos histeroneurasténicos”.

De la histeria, ergo de la falta de orgasmos, tiene la culpa el hombre. Bueno, el modelo androcéntrico de sexualidad forjado por la idea de que el sexo normal empieza y termina en la penetración. Parece que el citado paradigma de sexualidad no es muy productivo en términos de disfrute femenino. Y eso a pesar de la friolera que cita el nº 10 de Eureka (suplemento del periódico El Mundo) el domingo 25 de abril de 2010: según la Organización Mundial de la Salud (que no tiene motivos para mentir) en el mundo (el físico, no el del periódico) ocurren al día 100 millones de coitos. Cien millones de polvos con los que muchos millones de mujeres, a pesar del “¡Ay, dios mío!”, no terminan en el séptimo cielo ni en el Nirvana.

No se haga el sueco. ¿Androcéntrico? pues eso, de Andros, un griego, un tío que, como todos nosotros, tiene el cerebro puesto en que la cosa acabe en lo que vulgarmente se conoce como “meterla en caliente” o “mojar el churro”, y eso por oposición al modelo anatómico de una hembra, que necesita más excitación “externa”. Si quiere indicadores del modelo de diferencial sexual los puede encontrar por ejemplo en el manual de Hornstein, Faller y Streng que citaba al principio. Si la memoria no me falla ahí venía una explicación gráfica. Mejor, dos explicaciones gráficas. Una delgada en la línea del tiempo, con una pendiente de subida y bajada vertiginosa, un ocho mil picudo que mostraba el inicio, el desarrollo y el desenlace del deseo sexual, excitación y placer del hombre. Y una meseta, un suave Monte de Venus que se dilata en el tiempo con una lenta pendiente de subida y un flanco de bajada también relajado para la mujer. X e Y, tú a Boston y yo a California.

Y llegamos a la medicalización. Un problema de dedicación, de mero juego erótico, llama a la consulta del médico, quien, desde la antigüedad, lo trata manualmente, pero que ya en el XIX se auxilia de gadgets mecánicos primero, y eléctricos después

Pero vamos, que la cosa no es de ahora. Me acabo de enterar de lo del papiro erótico de Turín. Resulta que en el museo egipcio de esa ciudad custodian un papiro (dicen que por su antigüedad es una de las primeras muestras de pornografía) en donde unos egipcios con falos descomunales mantienen relaciones con mujeres en posturas inusuales. Doce escenas, que parece que es el número mágico de los egipcios. Los sesudos egiptólogos dicen que son prostitutas, pero que en ese tiempo no había dinero y que por tanto recibirían alimentos y otras prendas como pago. Pero adonde yo apunto es a que en una de las escenas hay una egipcia sentada en el pico de un ánfora invertida de tal forma que el pico la está penetrando. Cerca de la mujer aparece un texto que así en traducción libre más o menos viene a decir “Como no me das lo que necesito mira lo que tengo que hacer”. Ya no sé si el otro la mira con cara de tonto o no. Y no es por hacer sangre de Egipto, pero en El Cairo la sexóloga conocida como “Madame sexo”, reprende desde su programa televisivo a los cada vez más conservadores hombres egipcios. Alumnos poco aventajados, a ellos también los preliminares les parecen un engorro.

Volviendo al libro, tiene de bueno que aún con el runrún del modelo androcéntrico como leitmotiv de la insatisfacción femenina, no mete el dedo en el ojo, no hace sentir al lector macho que él tiene la culpa de siglos de insatisfacción orgásmica, ni de la desaparición del atún rojo de nuestros mares. Se limita a exponer a la vista del ciudadano fálico los datos de la insatisfacción femenina, y cómo la tecnología y la clase médica se han aprovechado, y por qué el modelo de sexualidad debería reconsiderarse. Sin histerias, sin desmelenarse. La sexualidad social es cómoda solo para una parte. A la otra además la penaliza a lo largo de la historia. ¿Ejemplos de cómo? La masturbación algo execrable, la mujer que no alcanza un orgasmo a través de la penetración es patológica y por tanto debe ser tratada… Y llegamos a la medicalización. Un problema de dedicación, de mero juego erótico, llama a la consulta del médico, quien, desde la antigüedad, lo trata manualmente, pero que ya en el XIX se auxilia de gadgets mecánicos primero, y eléctricos después. Mecanización / electrificación que persigue aumentar la productividad y por tanto la rentabilidad.

Rachel P. Maines ha invertido quince años de trabajo en esta obra (aquí se puede leer un fragmento de la misma). Buena muestra de ello son las ilustraciones, esquemas, dibujos y fotografías que se reparten por el libro, que muestran varios de los mecanismos incluidos en el trabajo y ayudan a imaginar el resto. Y si el descomunal índice de referencias bibliográficas le parece tan divertido como leerse la guía telefónica, váyase al prólogo, donde se narran las curiosísimas anécdotas que han rodeado la elaboración de este libro poco común.

Ya decía yo que electricidad, sexualidad, y dicha conyugal siempre estuvieron unidas. Una mujer sexualmente satisfecha es el secreto de la armonía hogareña, de la dicha conyugal. Aunque si hay alguien convencido de que el fin no justifica los medios, esas son algunas feministas, quienes enseñan las uñas al invento. Página 132: “¿Se ha convertido el vibrador, otrora considerado un aparato terapéutico, en una especie de microondas de dormitorio, una manera rápida y eficiente de conseguir placer sexual ¿el orgasmo más eficiente es el mejor?”.

Señores, no dejen este libro sobre la mesita de noche. Señoras, juzguen ustedes mismas. ¿Es la mediación eléctrica el enemigo o el aliado del hombre? Más o menos por la última parte del libro: “Carol Tabriz y Carole Wade señalaron en 1984 que durante la masturbación, especialmente con un vibrador eléctrico, algunas mujeres pueden tener hasta 50 orgasmos consecutivos”.