Paulino Masip: <i>La aventura de Marta Abril</i> (Zimerman, 2010)

Paulino Masip: La aventura de Marta Abril (Zimerman, 2010)

    TÍTULO
La aventura de Marta Abril

    AUTOR
Paulino Masip

    EDITORIAL
Zimerman (Colección Exiliados)

    OTROS DATOS
Granada, 2010. 288 páginas. 16,95 €



Paulino Masip (fuente de la foto: www.bermemar.com)

Paulino Masip (fuente de la foto: www.bermemar.com)


Reseñas de libros/Ficción
Paulino Masip: La aventura de Marta Abril (Zimerman, 2010)
Por José Cruz Cabrerizo, martes, 1 de febrero de 2011
Marta Abril no era una pecadora profesional en el sentido estricto y peyorativo del vocablo”. Marta Abril, instalada en la treintena, querida, concubina, mantenida, o chica de compañía de alto standing en la España de los años 30 (además mujer inteligente y bien dotada académicamente por sus estudios universitarios de Farmacia, nacida de padre que defiende la emancipación intelectual, política y económica de la mujer, pero que la anatemiza cuando tiene noticia de su primer “affaire”), es además mujer de buen corazón, paradigma de racionalidad y sentido práctico que no se entrega a un “casamiento” o “maridaje” de los suyos con un hombre, a menos que de verdad la necesite a ella. Página 57: “A sus ojos, el mundo, hasta entonces, había sido de una sencillez esquemática, como dibujada por un niño. Te llaman, vas. Te cansas o se cansan, los dejas. Te piden tu cuerpo, lo entregas, mejor dicho, lo prestas. La vida es un toma y daca elemental en el que con un poco de buen sentido para administrarse todo se resuelve fácilmente. El alma no te la pide nadie, ya ni siquiera el diablo”.
Enrique Iturralde, 60, industrial bilbaíno, es otro actor de esta comedia, a tenor de su monólogo interior de la página 173: “La verdad –se decía- es que todo este lío, visto con los ojos de una persona normal, yo, por ejemplo, lo que tiene es gracia porque a lo que más se parece es a la parodia cómica de un dramón horripilante con un desenlace feliz y divertido”. O de esta comedia de enredo. Página 279: “Marta eligió la Iglesia de San Sebastián como la más adecuada, por ser la parroquia de los cómicos, para una boda que tenía cierto aire de final de comedia de enredo”. O, según se mire, otro actor de esta tragedia griega. Página 71: “Y en ese instante mismo comenzó la tragedia, que no por calzar la protagonista zapatos de tacón bajo, propios para andanzas pseudo arqueológicas, y no coturnos, era menos tragedia que las que en aquel mismo marco, tomándolo en sus líneas generales, se habían vivido y representado. Sí, lo que le pasaba a Marta era una verdadera tragedia griega, puesto que reunía tres de sus características principales…”.

Rafael Varea, guitarrista, en la cuarentena, es el tercer ángulo de este triángulo “amoroso”. Triángulo en el que estos tres son a la vez puerta y bisagra.

La aventura de Marta Abril es una novela que visto lo leído bien podría ser obra teatral por la agilidad de sus diálogos. Libro moderno para su tiempo por lo que tiene de reivindicativo en la figura de su protagonista femenina, se nutre curiosamente de un lenguaje (desconozco si en boga en aquellos años) arcaizante, musical, trufado de una ironía que a través de las circunvoluciones hace más apetitoso, si cabe, lo que cita. Página 264, “las mellizas y redondas masas corporales” para referirse a los senos de la protagonista. Aunque no sé muy bien de lo que estoy hablando, igual podría verse en esta obra una transmutación de aquellos entremeses y piezas teatrales del Siglo de Oro en las que aquí el marido no es marido, no es cornudo porque ni hay cuernos ni, ya digo, marido; la protagonista no es infiel porque tampoco tiene ataduras legales ni sentimentales con el que no es su marido, y el amante no es amante porque aparte de no consumar en carne su gaseoso deseo, dista mucho de desplegar la artillería viril que todo hispano se atribuye.

Libro riguroso y perfecto en sus proporciones y dosis narrativas, tiene de bueno que ni el propio autor se toma a sí mismo en serio

Libro riguroso y perfecto en sus proporciones y dosis narrativas (como si Masip fuera el farmacéutico que según Iturralde acostumbra a manejarse en proporciones infinitesimales y no en toneladas, como él), tiene de bueno que ni el propio autor se toma a sí mismo en serio, riéndose a la par de su propia prosa churrigueresca. Página 70: “Un escritor más aficionado que yo a buscarle tres pies al gato de las influencias ambientales esotéricas, pondría a contribución del descubrimiento que hizo Marta las sombras de Pericles, Fidias, la Ilíada y algo de la Odisea, no olvidando el dato fundamental de que, en el mismo instante en que el astro Sol hundíase purpúreo en las ondas del mar Egeo, Varea rodeaba con su brazo derecho al talle de Marta y la atraía dulcemente hacia sí”. Estamos pues ante el Masip más “bon vivant”, que hace comer a Marta e Iturralde en plan Carpanta (el del dibujante Escobar), que los coloca en buenos hoteles… Lo que no quiere decir que sea una comedia ligera, ojo, sino una reflexión divertida en torno a ciertas fantasmagorías y deformaciones de la sustancia real que el amor (o la idealización del amor) provoca. No por el patético, ridículo, sangrante, vergonzante si cabe, papel que en la zona de las páginas doscientos veintialgo en adelante hace Marta en su “personaje” de “aparecida” que ha vuelto de la tumba para mostrarse a Rafael Varea y consumar la infidelidad, sino por lo que de fantasmal, de etéreo, de neblinoso, tiene el amor inalcanzable.

Marta Abril, mujer racional y práctica repito, se enamora por primera vez. En Atenas. Y como se verá, no de Rafael Varea, si no de su ideal. Ella, que ha sido una “bienpagá” que se ha podido permitir elegir a sus patrones y que no ha abrigado nunca nada parecido al amor, lo descubre en ese momento en que interpreta al personaje de respetable esposa de Iturralde. Pero como en realidad ella es respetable en su trabajo, ahí comienza la verdadera aventura de Marta Abril, la lucha entre la apariencia decorosa y la pulsión por terminar con el fingimiento para echarse en brazos de ese amor idealizado que es el guitarrista Rafael Varea. Pero de aquellos polvos estos lodos y de aquellas honorabilidades postizas de supuesta mujer casada, estos enredos posteriores... Un viaje de ida y vuelta que finalmente la llevará a eso, a su puerto de origen, metafóricamente hablando y ya no cuento más.

Aunque antes citaba yo un Paulino Masip “bon vivant”, no conviene olvidar que esta novela publicada por primera vez en España gracias al empeño de Zimerman ediciones está escrita en el exilio mexicano de 1953. Dos puntadas en el texto nos recuerdan a esa España que queda atrás. La primera más ligera. Página 52: “Los cuatro aborrecían el color local en la cocina y cenaron en un restaurant francés. Eran los comienzos de la República española y las cábalas sobre su incierto porvenir dieron tema de conversación mientras les servían el pescado y escanciaban el Suternes.” La segunda, que finaliza el libro, telón, pesa como una losa.

París, Atenas, Madrid… Muchos restaurantes, opulencia de tinta en un exilio mexicano que los autores del estudio introductorio nos recuerdan que no es dorado. Primero por las penurias materiales de todo exiliado. Segundo, porque estas obras tienen escaso eco en países donde los autores son desconocidos. Momento de resarcir la deuda mediante la lectura de este banquete pantagruélico de buena literatura.