1
Retener en un instante
eterno la imagen de las cosas
y de los seres que son
porque van y pasan
ante tus ojos inundados
de nostalgia
2
No forzar el poema.
(He ahí la
clave).
Las palabras no fluyen
porque tú las llames.
Te buscan a ti.
Eres tú el elegido.
3
¿Y qué dicen las palabras?
Lo
que tú quieras que digan.
Basta que en el silencio
su sentido reveles.
4
¿La enseñanza de Cristo?
Sé tú mismo el Mesías.
Reencárnate en Dios.
Mata al Padre
y acaba para siempre
con la
locura
de ser.
5
Visión del ahogado.
Manotea
para espantar
la comezón del tiempo
que se cierra en torno a sí
y lo atrapa para siempre
con su boca de sal
inevitable.
6
La desolación se pinta
en el rostro
del hombre de
las cerezas
cuando le digo,
más pesaroso yo,
que no tengo dinero,
y mi corazón entonces
se achica de pena
y en cereza se transforma:
una más arrumbada
en la caja del olvido.
7
No sé
cuándo
al 7 le concedí el don
de ser mi número de la suerte.
Desde
entonces me rehúye
ocultándose detrás
de los otros números
si a él
apuesto
todo mi caudal
de escepticismo.
8
Un perro
a los pies de mi cama
mira siniestro
hacia ninguna parte.
Soy
yo.
9
Me iré de aquí
con la triste sensación
de
quien ha sido engañado
en el pago del peaje.
10
Alguien
corre por la calle
gritando.
Es mi sombra
que se ha escapado de la
cama
y anda en mi busca.
11
A José Emilio Pacheco
se
le cayeron los pantalones del frac
(¿o vestía chaqué? Ya no recuerdo)
y
en tal instante
se convirtió de nuevo
en el niño que ha sido siempre.