El
DRAE recoge la palabra efendi y nos informa de que llegó a
nuestra lengua a través del francés
efendi, lengua que la tomó del turco
effendi, “señor” (árabe
affendi). Los turcos adoptaron la mayor
parte de sus títulos honoríficos de la etiqueta persa (Bey, Pachá o Bajá,
Sultán); sin embargo
efendi no procede del persa, toda vez que algunos
consideran la palabra una corrupción del griego bizantino
aphéntes, una
palabra procedente a su vez del griego clásico
authéntes, “alguien que
actúa bajo su propia autoridad” (compuesta por
autós, “uno mismo” +
hentes, “que hace”), “señor”, aunque hay indicios de que la palabra
también significó “asesino”.
Pero puede que el derrotero de esta palabra
fuese diferente. Cuando el Sultán otomano Mehmed II, conocido como
Fatih,
“El Conquistador”, tomó Constantinopla el 29 de mayo de 1453, trató con un
enorme respeto al Patriarca Ecuménico. No olvidemos que adoptó el título de
Emperador del Imperio Romano (Kayser-i-Rûm, “César de Roma”) y Protector de la
Iglesia Ortodoxa. Hasta tal punto extremó Mehmed II su respeto al Patriarca que
se dirigió a este como si se tratase del emperador de los romanos con las
palabras griegas
megas authentes, “gran soberano”, “gran señor”. Debido a
su fonética uraloaltaica –que les hacía pronunciar “Smyrna” como “Izmir”- los
otomanos no lograban pronunciar
authentes, por lo que de sus bocas acabó
saliendo
effendi.
Les agradaría en extremo saber que
griegos y turcos, unidos y separados por un abrazo de oso que dura ya más de
siete siglos, han designado a sus notables, a los miembros eminentes de sus
respectivas sociedades
Tal vez los
griegos que vivieron bajo soberanía otomana (
turkokratia la llaman los
griegos, en voz que no necesita traducción a nuestra lengua) adoptaron de sus
dominadores ese título de respeto con la forma que ha llegado hasta nosotros
–
aphéntes- sin ser demasiado conscientes de que su origen era una palabra
de su propia lengua.
Estoy seguro de que a los amantes de la denominada
“Alianza de Civilizaciones”, de la que los actuales gobernantes de la República
Turca son decididos valedores (al igual que los gobiernan en nuestros días a los
descendientes de sus contrincantes en la batalla de Lepanto), les agradaría en
extremo saber que griegos y turcos, unidos y separados por un abrazo de oso que
dura ya más de siete siglos, han designado a sus notables, a los miembros
eminentes de sus respectivas sociedades, con la misma palabra. Si lo auténtico
implica que los contenidos de un enunciado se corresponden con los hechos y no
son ficticios, para autenticidad, la de un Efendi otomano.