Muakuku Rondo Igambo: <i>Crisis y capitalismo en el tercer mundo</i> (Ediciones Carena, 2009)

Muakuku Rondo Igambo: Crisis y capitalismo en el tercer mundo (Ediciones Carena, 2009)

    AUTOR
Muakuku Rondo Igambo

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Punta Mbonda-Bata (Guinea Ecuatorial), 1956

    BREVE CURRICULUM
Licenciado en Economía por la Universidad Complutense. Master en Cooperación y Desarrollo por la Autónoma de Barcelona, Profesor de la European Financial Planning Association y profesor Contabilidad de Costes de la UNED. Entre sus libros destacan: Guinea Ecuatorial: desde la esclavitud colonial a la dictadura nguemista y Conflictos étnicos y gobernabilidad: Guinea Ecuatorial (Carena) y Pobreza, desarrollo y globalización en el sur del sur (Carena)



Muakuku Rondo Igambo

Muakuku Rondo Igambo


Tribuna/Tribuna libre
Crisis y capitalismo en el tercer mundo: la irrupción de China en África y Latinoamérica
Por Muakuku Rondo Igambo, lunes, 2 de noviembre de 2009
No sorprende la irrupción china en el mercado africano, por las mismas razones que en América Latina. A diferencia de Occidente, China desembarca en África sin ansias imperialistas. Tampoco ofrece dinero a intereses impagables, pero, eso sí, con una política comercial agresiva. Combina ayudas al desarrollo con negocios de todo tipo. Construye redes de carreteras y redes ferroviarias, tendidos telefónicos y eléctricos, así como otras infraestructuras, sin condiciones democráticas ni de respeto a los derechos humanos. Faltaría más. Mientras Occidente, hipócritamente, vincula su ayuda a eso que llama “buen gobierno”, China se limita a mantenerse “neutral” en los asuntos internos de cada país. Con esta política, también le va tomando la delantera a Occidente en África. Para cuando se den cuenta, el mercado africano estará copado por China.
La colaboración interasiática

En 1967 se crea la Asociación de las Naciones del Sureste Asiático (ANSEA), que servirá como catalizador del crecimiento económico y, de paso, serenará las tensiones políticas de la región. La ANSEA no sólo consigue fortalecer los lazos comerciales entre los países de la zona, su primer objetivo, sino que además la integración económica que propugna ha traído consigo el sosiego a la región, fundamental para la creación de un mercado regional.

La ANSEA fijó varios objetivos comunes, entre ellos: sustitución de las importaciones por productos manufacturados para la exportación, y cooperación técnico-científico a fin de incrementar el valor añadido de las manufacturas y mejorar su competitividad exterior. La irrupción en el mercado exterior se basó en los productos intensivos en tecnología: la electrónica y los circuitos integrados, chips de memorias, conmutadores electrónicos, televisores de máxima resolución, sistemas de telecomunicación celulares…

El rápido crecimiento de la región se debió, además, a que pudieron suscribir acuerdos con Estados Unidos y la Unión Europea, por los cuales estos últimos se comprometerían a absorber una parte importante de las exportaciones de los países asiáticos. Este es el caso concreto de la apuesta de Estados Unidos en Corea del Sur y de Japón en Asia Oriental. Medio siglo después, esta apuesta agresiva ha permitido que varias aldeas campesinas del sudeste asiático se hayan transformado en centros tecnológicos mundiales.

China: estrategias y competición con Occidente

Junto a estos elementos, China introduce otra variante en el capitalismo occidental: mientras en Occidente la competitividad por hacerse con el mercado se centra en la relación calidad-precio, los chinos parece ser que están, por ahora, más preocupados en la relación bonito-barato. Digamos que los chinos, para penetrar en el mercado exterior, han apostado por una producción baja en costes, pensada para un segmento de mercado con renta modesta. Han sabido interpretar mejor la regla de la necesidad: las economías con escasos recursos —la mayoría en el contexto global— difícilmente atenderán a la calidad del producto. Primero será la necesidad de satisfacer la escasez. Este es el caso, por ejemplo, por el que el producto chino está sustituyendo al occidental en África-Latinoamérica. “Por lo menos he podido calzar a mi hijo hoy. Mañana ya veremos”, dirá cualquier padre africano.

Aun cuando la experiencia del consumidor le demuestre que el par de zapatos chino le durará varias semanas menos que el occidental, su poder adquisitivo le empujará a adquirirlo. En su decisión se verá influido por la satisfacción presente, condicionada por su capacidad económica, y no por la vida útil del bien. Con esta lógica el capital chino se está imponiendo en las economías occidentales, que, poco a poco, ven como las tiendas chinas acaparan el segmento de las economías modestas y no tan modestas. Por ahora, grandes sectores empresariales (textil, calzados y complementos, hogar…) están ya bajo el control del capital chino. Pronto lo estará la hostelería, y quién sabe si la banca. Posiblemente, después de controlarlo todo, los chinos se preocupen de la calidad. Es la gran preocupación a la que se enfrenta el capital occidental.

La expansión china en Latinoamérica

Mientras tanto, China va abriéndose paso en otras economías. Por ahora, lo que menos le interesa es seleccionar a compañeros de viaje. Le da igual comercializar con unos que con otros. Es así como su fuerte expansión se está dejando sentir en América latina. El crecimiento económico necesita consumir mucha materia prima y productos agrícolas. Los mercados de Latinoamérica y África son muy apetecibles. China sigue sin imponerles condiciones leoninas. También les abre su mercado, a diferencia de Occidente.

En realidad se trata de una producción que apenas tiene incidencia en el conjunto de la economía China. Este hecho, además del desánimo que los países latinos vienen manifestando por las trabas occidentales, ha contribuido a reorientar la política exportadora. En poco tiempo, China se ha convertido en el principal socio comercial del subcontinente latinoamericano. Es su primer receptor de la inversión extranjera directa (IED), y las exportaciones latinoamericanas a China están floreciendo, tanto en volumen como en valor. El mercado chino absorbe el 65% de las exportaciones agrícolas latinas y el 30% de sus manufacturas. Gracias a ello las exportaciones de América Latina a China están creciendo a un ritmo de un 47% al año. China está presente en el mercado latino, e importa todo tipo de materias primas: de Argentina y Brasil, soja, despojos comestibles de aves de corral, hierro y acero laminado; de Cuba, tabaco, productos químicos, equipos médicos de máxima tecnología, vacunas y mariscos; de Chile, cobre, harina de pescado, vino y uvas; de México y Venezuela, petróleo, etcétera.
La masiva presencia china no sólo preocupa a EE.UU., también a España. Para el primero, la preocupación es de doble índole: la puramente económica e ideológica. Un posible contagio de la ideología comunista o socialista en la región y una alianza en lo económico son serias amenazas a las que la Casa Blanca presta mucha atención. Por su parte, por razones históricas, España se vería desbancada de su mercado natural de materias primas.

Y en África

No sorprende la irrupción china en el mercado africano, por las mismas razones que en América latina. A diferencia de Occidente, China desembarca en África sin ansias imperialistas. Tampoco ofrece dinero a intereses impagables pero, eso sí, con una política comercial agresiva combina ayudas al desarrollo con negocios de todo tipo. Construye redes de carreteras y redes ferroviarias, tendidos telefónicos y eléctricos, así como otras infraestructuras, sin condiciones democráticas ni de respeto a los derechos humanos. Faltaría más. Mientras Occidente hipócritamente vincula su ayuda a eso que llama “buen gobierno”, China se limita a mantenerse “neutral” en los asuntos internos de cada país. Con esta política, también le va tomando la delantera a Occidente en África. Para cuando se den cuenta, el mercado africano estará copado por China. Por ahora, es el tercer socio comercial de África por detrás de EE.UU. y Francia. El despliegue del mapa comercial chino en África es impresionante: se abastece de petróleo y derivados (más del 30%) en el Golfo de Biafra, Angola, Argelia, Chad y Libia; de aluminio, cobalto, cobre, diamante y uranio en Suráfrica, África Centro Oriental y Sierra Leona; de titanio en el Cuerno de África; de algodón en Benín; de madera en África Ecuatorial; de la pesca en Angola...

En apenas una década la presencia china en África se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza para Occidente. Ya no controla su fuente de materias primas, se les está yendo de las manos su mercado de transformados. La industria textil china y la de los electrodomésticos inundan los mercados africanos.

Su estrategia es bien clara: separar los negocios de la política, en teoría. Porque en la práctica, China no ha dudado en colocar sus tropas allí donde cree que sus intereses peligran. Es el caso de Sudán, donde mantiene un amplio despliegue militar. Aprovechándose de su condición de miembro del Consejo de las Naciones Unidas, no dudará en ejercer ese derecho en defensa de sus intereses en África. También son consabidos sus acuerdos de cooperación militar con varios países africanos con el fin de oxigenar así su industria armamentística. Este doble lenguaje crea una sensación de desconcierto en determinados foros africanos: los efectos de cambio de una corriente conocida (la Occidental) por una aún por conocer (como la china) pueden ser peores. Una preocupación que se refleja en las palabras de Moeletsi Mbeki, vicepresidente del Instituto Surafricano de Asuntos Exteriores, quien considera la presencia china en África como “una apetitosa colaboración que puede acabar siendo una aterradora amenaza”. Con todo esto cabe una interrogante: ¿qué aportará China a los países periféricos? Por ahora, mejores tasas de crecimiento. Cuestión diferente es si será más complaciente, si contribuirá mejor al desarrollo del Sur, que el capitalismo occidental. Aquí las dudas son más profundas. En lo fundamental, la estrategia sigue siendo la misma: comprar recursos naturales y vender bienes con valor añadido. Los negocios sólo atienden un lenguaje. En esto coincidirán los chinos con los occidentales. Nada hace pensar que sean diferentes. Dependerá de la apuesta y los pactos que encierren su cooperación con China y de la propuesta que cada país haga en beneficio de su evolución.

¿Será China la sustituta de Estados Unidos?

Ya nadie discute esta afirmación. Estados Unidos se adueñó del mundo primero por la crisis de 1929 y por las dos guerras mundiales, gracias a su neutralidad. China está en camino de hacer lo mismo debido a la actual crisis y a las dos guerras del Golfo, en las que también se mantuvo neutral. Unos dirán que son casualidades, otros dirán que la historia se repite. Lo cierto es que ahí están los hechos. Sólo estamos ante un escenario de crisis de las finanzas y de endeudamiento de Estados Unidos.

La crisis podría no ser simplemente económica, sino también de hegemonía. Estados Unidos viene intentado paliar, sin éxito, sus efectos inyectando más liquidez en el sistema. Contrariamente, la medida sólo está logrando hipotecar el futuro.

Mientras la expansión financiera del Primer Mundo muestra síntomas de agotamiento, China se aprovecha de la crisis del capitalismo occidental para convertirse en el mayor acreedor de Estados Unidos, mientras un tercio de sus reservas se encuentran en euros. Cuando tiembla Wall Street y varias plazas bursátiles europeas, la Bolsa de Shanghai no para de marcar nuevos récords históricos. ¿China será el futuro amo? ¿Conseguirá suplantar a EE.UU. y Europa? Su presencia comercial no deja de crecer. Ha pasado de ser una gran desconocida a ser la cuarta potencia económica del mundo, con unas tasas de crecimiento interanual superiores al 9%.

En poco más de 20 años, China se ha convertido en el principal receptor de inversión directa extranjera (IDE), motivado fundamentalmente por los bajos costes salariales, lo que la ha convertido en un importante motor del crecimiento económico mundial. Ante este redoblado avance, los Estados Unidos y Europa sólo responden con políticas de resistencia a la cesión de espacios de poder en el concierto del comercio internacional. Mientras, el gigante asiático sigue su imparable camino para convertirse en la primera potencia comercial del mundo, desplazando a Estados Unidos. Si se cumplen las previsiones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, China se convertirá en la segunda economía a nivel mundial en los próximos cinco años, y en la más grande del mundo en 2050. Con esta seguridad, China se ha vuelto respondona ante las presiones de EE.UU. y Europa. Si Estados Unidos le presiona para que ajuste su tipo de cambio con lo que hacer menos competitiva su producción y, de este modo, disminuir su creciente déficit comercial, China responde y amenaza con la venta de golpe de todas las reservas que tiene en bonos del Tesoro estadounidense, por unos 900.000 millones de dólares. Una medida que dispararía a su favor su superávit comercial contra EE.UU. Cuando Estados Unidos ordena retirar del mercado americano 19 millones de juguetes fabricados en China por contener pintura con elevados niveles de plomo, China reacciona prohibiendo la importación de tres marcas de galletitas Arnott’s, de la estadounidense Campbell Soup, porque unas 3,6 toneladas de ese producto contenían excesivos niveles de aluminio. Cuando la Unión Europea muestra su malestar porque su industria textil está en recesión, China se limita a recordarle sus acuerdos en esa materia y le insta a regular su volumen de exportación, y les remite a la reglamentación del libre comercio y a los acuerdos de la OMC.

En definitiva, China se siente como un boxeador fuerte que no tiene prisa por noquear al adversario. Prefiere ir desgastándolo hasta el penúltimo asalto, mientras divierte al espectador. Entonces, un certero derechazo será definitivo. Al menos eso esperan los chinos.

El capitalismo en África: las consecuencias del colonialismo europeo

Al tiempo que Asia asimila el capitalismo, África todavía está en proceso de una identidad propia. Algunos sostienen que se trata de Estados aún por configurarse; otros creen que son víctimas de su reciente pasado colonial. En cualquier caso hay relaciones entre ambas afirmaciones.

Para poder analizar la situación actual de África es necesario hacer una breve digresión histórica.

La conferencia de Berlín y la destrucción del entramado africano

La dependencia africana de Occidente se remonta a la segunda mitad del siglo XV. En 1441 se inicia la acción esclavista occidental en las costas mauritanas. La actividad comercial permitirá asentar bases estratégicas en las costas mauritanas, desde donde se comercializaría con las riquezas africanas y se iniciaría el tráfico de esclavos. Sin embargo, no es hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando el imperialismo occidental se asienta definitivamente en África, que el apetecido pastel africano generará conflictos entre los propios países occidentales, que se resolverían durante la conferencia de Berlín (1884-1885). África, que hasta entonces, y a pesar de la esclavitud, seguía controlando el 90% de sus territorios y recursos, sufre una transformación brutal. Las razones que explican este cambio son que Occidente acababa de abolir el comercio de esclavos (1833) y que se da inicio a la Revolución Industrial, dos retos que originaron un cambio de actitud. La Revolución Industrial no sólo demandaba abundantes materias primas sino también mercados para colocar los excedentes. África era la cantera adecuada, pero para ello había que expandir la colonización europea por el interior.

El reparto en Berlín destruyó la organización política africana, agrupando arbitrariamente colectividades que hasta entonces apenas se conocían y separando las que ya convivían. En Occidente, el proceso de construcción de los Estados había durado casi tres siglos, durante los cuales se fueron forjando alianzas, organizaciones y estructuras políticas, sociales y económicas, que permitieron dar paso a una cultura nacional. En África, en cambio, ese proceso se sustituyó por una acción externa de tan sólo unas cuantas horas de reunión.

El dibujo de las fronteras africanas, que pretendió forzar la unidad nacional desde la diversidad, pero sin contar con ella, impuso un gentilicio genérico en cada Estado; no identificaba a ninguna de sus nacionalidades históricas. De ahí que a los pocos años de la independencia política, una vez retirado el protector común, el sistema se volvió excluyente y tiránico.

Tal configuración obstaculizaba la cohesión porque la estructura de clan seguía siendo un factor prioritario para la organización social africana. Ni la población ni sus mandatarios estaban preparados para entender el nuevo modelo. El fracaso de la estructura del Estado-Nación se debió a que no incorporó aspectos positivos de la propia cultura africana como son la solidaridad, la conciencia de interdependencia y la responsabilidad colectiva.

Todavía hoy el modelo no ha sido capaz de superar las tensiones nacionalistas y regionalistas en la mayoría de los Estados, ni crear una conciencia leal a las instituciones. Una solución de estos matrimonios mal avenidos podría venir de la reestructuración de los Estados a partir de la base de un federalismo nacionalista. Se trata de que la nueva estructura de convivencia se corresponda con la realidad plurinacional en cada Estado.

Repercusiones del colonialismo en la economía africana

Con la Conferencia de Berlín los países europeos llevaron a cabo el proceso colonial para asegurarse el control de la economía africana.

Durante el largo periodo de ocupación occidental, la actividad productiva africana se sometió únicamente a los designios occidentales.

Economía dualista

Desde sus inicios se había implantado una economía dual: por una parte estaban las exportaciones de los sectores agrícola, minero y pesquero, cuyos éxito dependían de la tecnología y de los insumos importados de Occidente. El control de la economía africana era absoluto ya que la cantidad de dinero en circulación dependía de lo que Occidente estimara necesario para su capacidad comercial y administrativa.

Por otra parte estaba la economía de subsistencia, rudimentaria e incapaz de satisfacer las necesidades elementales de la población: ahorro y alimentación. Por supuesto que ambas actividades quedaban separadas sin apenas nexo que permitiera a la segunda aprovecharse de los conocimientos de la primera. Por esta razón, cuando, a partir de la segunda mitad del siglo XX, se produjo la independencia política y los empresarios extranjeros abandonaron sus posesiones, África se vio inmersa en una profunda crisis por la caída en picado de su economía.

La dependencia de Occidente

A la hora de independizarse los gobiernos africanos necesitaron un poder real. El poder económico precisamente fue el que les faltó.

El primer problema al que debían hacer frente los dirigentes africanos era mantener, cuanto menos, la nueva configuración de la administración pública. Por lo tanto firmaron acuerdos con la correspondiente metrópoli (llámese Commonwealth, comunidad financiera francoafricana, etcétera), que les permitieron seguir recibiendo financiación de Occidente. Se encubriría una política de control del dinero africano. La paridad de las diversas monedas africanas no se estipulaba por las equivalencias financieras de los mercados financieros sino por las conveniencias de la metrópoli, que regulaba la masa monetaria (M3) de los países africanos y así su evolución económica y desarrollo. Digamos que Occidente quiso atarlos en corto. Dicho de otra manera, Occidente no estaba dispuesto a cederles la gestión de sus propios recursos. ¿Cómo podían los países africanos plantearse siquiera unas políticas de crecimiento económico si las herramientas fundamentales para ello estaban en manos occidentales? Los macroeconomistas (quienes diseñan las políticas económicas de los países y regulan las evoluciones de la economía) en modo alguno pueden ser autónomos, y menos aún pueden mostrar su solvencia si las herramientas claves para ello (política fiscal, monetaria y de cambio) están controladas intencionadamente por agentes externos. ¿Cómo iban a hacerlo los africanos si estaban maniatados?

Además, había otras carencias: para que el capitalismo surgiese desde las propias entrañas africanas debían darse dos condiciones esenciales: acumulación de capital en bienes y formación humana. África no se caracterizaba precisamente por su buena salud en estas cuestiones. Más bien, sus faltas venían a justificar la dependencia de Occidente. K. Nkrumah, “el Bolívar africano”, no tardó en entenderlo: “Si bien se había alcanzado una maravillosa libertad política, en realidad se acababa de sellar un contrato de servidumbre con Occidente”. De manera que sin capital no puede haber capitalismo o, lo que es lo mismo, todo queda a expensas de lo que dicte el Gran Hermano.

 
Nota de la Redacción: agradecemos a Ediciones Carena en la persona de su director, José Membrive, la gentileza por permitir la publicación de esta parte del libro de Muakuku Rondo Igambo, Crisis y capitalismo en el tercer mundo (Ediciones Carena, 2009).