Como
todos sabemos, la familia es un ente singular, un microcosmos resquebrajado muy
a menudo por la incomunicación, hecho de silencios, decepciones y anhelos
ensordecidos. Recuerda
Still Walking a aquella maravillosa
Cuentos de
Tokio (1953) de
Ozu en la que se hacía patente el choque
generacional entre padres e hijos cuando los primeros iban a visitar a los
últimos.
Después de la impactante e inolvidable
Nadie sabe, que
logró en 2004 el premio al mejor actor en el festival de Cannes,
Kore-Eda explora aquí los equilibrios y desequilibrios de este
cuerpo social, los cambios sutiles, los pesares de las largas ausencias, los
pequeños conflictos nunca expuestos, con un tempo pausado que impregna el
conjunto de un dolor tranquilo y soportable, pero dolor al fin y al cabo.
Still Walking es amarga y bella a la vez, con toques de humor, un
homenaje significativo a esa familia de la que provenimos y que, por tanto, no
puede más que conmover por el reflejo que cada uno reconocerá en su propio
bagaje personal. Tiene el equilibrio natural y sencillo de la buena literatura,
la delicadeza necesaria para la perfecta poda de un bonsái, la lentitud propia
del cine asiático y la fragilidad de los cerezos en flor. Kore-Eda logra
contarlo todo sin aparentemente contar nada. Y eso es propio de un
maestro.
Tráiler subtitulado en español de la película Still Walking, del
director Hirokazu Kore-eda (vídeo colgado en YouTube por
keane43)