Philip Roth: Indignación (mondadori, 2009)

Philip Roth: Indignación (mondadori, 2009)

    TÍTULO
Indignación

    AUTOR
Philip Roth

    EDITORIAL
Mondadori

    TRADUCCCION
Jordi Fibla

    OTROS DATOS
Barcelona, 2009. 176 páginas. 17,90 €



Philip Roth

Philip Roth


Reseñas de libros/Ficción
Philip Roth: Indignación (Mondadori, 2009)
Por Juan Antonio González Fuentes, lunes, 4 de mayo de 2009
Durante estos últimos años el gran Philip Roth ha dado a la imprenta, preferentemente, nouvelles, es decir, novelas breves o relatos de una extensión mayor de la habitual. Títulos como Elegía o Sale el espectro, publicados ambos en español por Mondadori, vienen a confirmar de alguna forma dicha impresión. Lo último en nuestro idoma del que para muchos es el mayor narrador norteamericano del presente, Indignación, es también una nouvelle, también la ha editado Mondadori, y también presenta puntos en común y muy reconocibles con gran parte del resto de su abundante obra.
Indignación está contada en primera persona por un muerto, por un fantasma. El muerto se llama Marcus (“Markie”) Messner. Marcus, ante de morir, era un joven judío norteamericano de 19 años a comienzos de los años 1950, cuando los EEUU están en guerra contra el comunismo en Corea. Marcus vive y estudia en la misma ciudad en la que nació, la misma de Philip Roth, es decir, la ya inevitable Newark, New Jersey, geografía espiritual y física esencial en la construcción del universo de nuestro escritor.

Marcus es un chico en apariencia absolutamente normal para su época, su edad y su cultura y religión. Su padre es un carnicero judío que ha trabajado durísimo toda la vida para poder proporcionar a su hijo una aceptable educación. Marcus, más joven, ayudaba de vez en cuando a su padre en la carnicería y llevaba, repito, la vida que de él se esperaba. Las aspiraciones de Marcus pasan por sacar espléndidas notas que le permitan acabar la carrera de leyes y trabajar en algún despacho de abogados que le permita vivir una vida más acomodada y prestigiosa que la de sus padres. Sin embargo, cuando comienza a estudiar derecho en la universidad de su ciudad natal, su padre experimenta un preocupante e inexplicable cambio de conducta que lo empuja, ante la estupefacción de esposa e hijo, a controlar con histérica preocupación y congoja todos los pasos de Marcus para evitar que se “descarríe” y acabe sufriendo las funestas consecuencias de esa pérdida del camino.

Roth ha escrito una narración corta en la que hay personajes, situaciones y escenarios físicos y espirituales muy presentes, e incluso muy reconocibles, en muchas de sus páginas anteriores

Ante la presión e insólita incomodidad que para él supone la preocupada y constante vigilancia de su padre, Marcus decide cambiar de universidad y viajar hasta Ohio, concretamente hasta Winesburg, curiosamente la misma localidad que da título a la mejor y más famosa novela de Sherwood Anderson, Winesburg, Ohio.

El comportamiento de su padre hace que en Marcus despierte una viva y apasionada indignación contra el mundo. Y así, de repente, Marcus, que a sí mismo se ve como “el chico más agradable del mundo”, se transforma en una especie de Mr. Hyde insufrible, quejoso, detestable, maleducado y misántropo, preocupado única y exclusivamente en alcanzar una supuesta perfección como estudiante que por un lado lo aleje de las terribles trincheras coreanas en las que decenas de miles de jóvenes norteamericanos están sucumbiendo bajo el fuego de las ametralladoras soviéticas y chinas, y por otro lo catapulte fuera del alcance e influencia de sus padres hacia el soñado y dorado mundo de los wasp (white, anglo-saxon and protestant), o sea, el mundo de la élite estadounidense de la década de los 50 del siglo pasado, dominada completamente por los blancos, anglosajones y protestantes.

Evidentemente no desvelaré en estas líneas el final de la historia de Marcus Messner, un final al que le conduce inexorablemente cada latido brusco y sofocante de su creciente indignación contra el mundo: contra las autoridades universitarias, contra los compañeros de college, contra sus padres, contra su raza, contra los wasp, contra prácticamente todo lo que se mueve a su alrededor y él cree que existe sólo para desviarlo de su camino, de sus objetivos vitales. Tan sólo diré que Marcus es primo hermano del protagonista de la primera gran historia de Philip Roth, el del inolvidable relato Adiós, Columbus, publicado en 1959, otro joven judío empeñado en infiltrarse con consecuencias finales funestas en el mundo wasp al que desde luego no pertenece. En Indignación ese camino hacia “otro mundo” que pretende iniciar Marcus estudiando en Winesburg, Ohio, tiene un peldaño acertadísimo en el personaje de la joven, hermosísima y un tanto alocada y destructiva Olivia Hutton, personaje misterioso y muy bien resuelto y planteado por el maestro Roth.

Como muchos de los grandes maestros en el arte de contar historias (Faulkner, Proust, Kafka, Borges...), Roth ha construido su propio mundo, su propio universo narrativo y no tiene la más mínima necesidad de salir de él

Como no puedo desvelar el final de la historia, y así establecer más serias conclusiones, insistiré sólo en lo más evidente. Philip Roth ha escrito una narración corta en la que hay personajes, situaciones y escenarios físicos y espirituales muy presentes, e incluso muy reconocibles, en muchas de sus páginas anteriores. Incluso la trama más en primer plano de Indignación es muy semejante, como ya se ha dicho más arriba, a la de alguno de sus primeros títulos. De nuevo nos encontramos ante las tribulaciones de un joven judío norteamericano que representa o simboliza una especie de limbo social y cultural incrustado en la historia norteamericana de la segunda mitad del siglo XX. ¿Estamos pues ante una repetición senil y cansina de historias ya contadas? ¿Reescribe Roth viejos títulos, manoseadas historias porque ya no tiene nada que decir? Quien haya leído hasta aquí quizá pueda pensar que las respuestas a estas preguntas son afirmativas.

Pues no. Como muchos de los grandes maestros en el arte de contar historias (Faulkner, Proust, Kafka, Borges..., sin necesidad de ir mucho más lejos), Roth ha construido su propio mundo, su propio universo narrativo y no tiene la más mínima necesidad de salir de él. Y así, a golpe de contar muchas veces casi la misma historia, o historias parecidas, semejantes, pero situando el enfoque, la perspectiva, los distintos objetivos de su percepción en distintas posiciones, Roth ha ido construyendo su propia versión del mundo (de un mundo muy particular), y a la vez, una historia de los EEUU de la segunda mitad del siglo XX, o mejor dicho, ni más ni menos que una interpretación de la historia de los EEUU desde la perspectiva particular de un tipo muy especial de ciudadano, de narrador de historias: un intelectual judío.

Y en efecto, si uno lee seguidos los relatos que integran Adiós, Columbus, y luego Elegía, Sale el espectro y esta Indignación que aquí nos convoca, llegará muy probablemente a la conclusión de que las voces/vidas protagonistas de estos libros son parientes entre sí, habitan los mismos lugares, casi las mismas épocas, les suceden cosas semejantes, tienen parecidos sueños, anhelos, desgracias, historias familiares, principios y finales... Y en todos los casos, son historias que logran plantar en la sensibilidad e inteligencia del lector un poso, una semilla que va creciendo poco a poco, pero de forma inexorable, hasta echar raíces sólidas e inconmovibles. Indignación es una prueba más, otra, de la grandeza de un escritor ya para y en la historia: Philip Roth.