En sus últimos informes el Fondo Monetario Internacional prevé un 2009
desastroso. En Washington se afirma que estamos en el peor año desde la II
Guerra Mundial. El Foro Económico Mundial, recientemente reunido en Davos,
dibuja también un panorama desolador. España ha entrado en recesión, como
Alemania, Italia o Irlanda. Consultar el
Boletín Económico del Banco de
España o las publicaciones de los servicios de estudios de bancos y cajas es
constatar la fatal pérdida de impulso económico de la economía y la dificultad
que tienen los expertos para dar con las políticas fiscales o monetarias que
requiere esta brutal crisis.
Este horizonte económico y sus derivadas
personales y sociales están dando lugar a una abundante y, en ocasiones,
precipitada publicación de libros. Textos como los de Paul Krugman
El retorno
de la economía de la depresión y la crisis actual (Crítica, 2009),
José Poal Marcel
¡Llegó la crisis! (Granica, 2008), Robert J. Shiller
El estallido de la burbuja (Gestión 2000, 2008) o el de George Soros
El nuevo paradigma de los mercados financieros (Taurus, 2008) son libros
urgidos por las circunstancias y las necesidades editoriales. Libros, por qué no
decirlo, que con las prisas y la falta de perspectiva están escritos sin apoyo
bibliográfico, con escasas referencias y de casi nulo valor predictivo.
En febrero del 2008 Abadía comenzó a
tomar conciencia de la magnitud de la crisis económica a través de las fuentes
en las que se ha apoyado para escribir La crisis ninja: un periódico
generalista, otro económico y el semanal norteamericano
Time
Del centón más o menos urgente,
por ahora, de publicaciones en torno a la crisis sobresale por gracia y claridad
expositiva la de
Leopoldo Abadía.
La crisis ninja y otros misterios de la economía actual está ya en la
sexta edición, y subiendo, en parte porque su autor ha entrado en el circuito
mediático de la mano del
programa televisivo de
Buenafuente. No obstante, conviene advertir desde el principio que
además de la enorme capacidad comunicativa de Abadía su libro está lleno de
aciertos. Nada más entrar en sus páginas el lector percibe que el autor presenta
con honestidad su trayectoria profesional, sus fuentes de información, su método
y el plan de su obra. Nacido en Zaragoza en 1939, Abadía se doctoró en
ingeniería, pasó una temporada en la Business School de la Universidad de
Harvard y fue profesor durante treinta y un años del Instituto de Estudios
Superiores de la Empresa (IESE) de Barcelona. En la actualidad sigue presidiendo
el Grupo Sonnenfeld de consultoría y formación. Sus doce hijos le han dado, por
ahora, treinta y ocho nietos.
En febrero del 2008 Abadía comenzó a tomar
conciencia de la magnitud de la crisis económica a través de las fuentes en las
que se ha apoyado para escribir
La crisis ninja: un periódico
generalista, otro económico y el semanal norteamericano
Time. A estas
lecturas les aplicó su método: “Entender, cortar y pegar”. “Me puse una
condición: no escribir nada (no copiar nada, sería más exacto) si no lo
entendía”. Cortando, pegando, ordenando y creando una trama sencilla y
narrativamente muy eficaz es como Abadía ha construido un libro que describe muy
bien gestación de la crisis y que al final resulta también un excelente libro de
autoayuda para sortear los malos tiempos.
Ninja es el acrónimo que
utiliza
Leopoldo
Abadía para designar a aquellos que en Estados Unidos
pedían dinero a los bancos sin tener ni sueldo ni trabajo ni propiedades (
no
income, no job, no assets). Gentes que, como muy bien explica Abadía,
obtenían créditos hipotecarios por más valor que el de la casa que deseaban
comprar (el dinero sobrante se utilizaba para comprar un coche, irse de
vacaciones o gastarlo en diversión). Con un negocio inmobiliario viento en popa
y muchos
ninjas, los bancos incrementaban sin cesar su volumen de
negocio. Con tantos créditos concedidos necesitaban más y más dinero, y para
obtenerlo creaban paquetes con sus deudas y los sacaban a la venta en los
mercados financieros. Las agencias calificadoras aprobaban esos paquetes a pesar
de que en su interior iban hipotecas de alto riesgo de impago, las famosas
hipotecas
subprime. Al caer el mercado inmobiliario y las casas valer
menos, los
ninjas no pueden pagar. Los bancos se asustan, dejan de
prestar dinero y la economía –globalizada- se ralentiza.
Si se lee o escucha a economistas o
analistas financieros de postín se tiene la impresión de que todos se han vuelto
marxistas y que aplican a pies juntillas aquella idea de Marx según la cual la
estructura determina la superestructura. El factor humano parece olvidado o
sepultado bajo el peso del dinero
Se cierra
este ameno e ingenioso volumen con una apelación ética dedicada sobre todo a los
sinvergüenzas tipo Madoff, pero también al común de los mortales. No puede
decirse que Abadía se prodigue en su crítica a las personas de carne y hueso que
han contribuido con su actuación personal a la crisis económica, pero en
comparación con otros autores ya es algo.
Si se lee o escucha a
economistas o analistas financieros de postín se tiene la impresión de que todos
se han vuelto marxistas y que aplican a pies juntillas aquella idea de Marx
según la cual la estructura determina la superestructura. El factor humano
parece olvidado o sepultado bajo el peso del dinero. Se olvida que las finanzas
están sostenidas por personas que desde hace años han caído en el viejo pecado
capital de la avaricia. La retribución de la cúpula de la CCM creció en los
últimos años de un modo desproporcionado. Sus ingresos aumentaron un 83% desde
2004 hasta 2007. Su presidente, Juan Pedro Hernández Moltó, consiguió que su
sueldo dejara de estar limitado por ley y en 2007 se duplicó el salario. En
realidad esto no es más que una gota en el océano de los abusos que se están
cometiendo en el privilegiado mundo de las altas finanzas.
Y ya en la
últimas páginas, Abadía se lanza a dar un variado conjunto de consejos para
afrontar esta crisis, crisis –volvamos a su advertencia- de la que se desconoce
su magnitud real y su duración. Primer y principal consejo: comprar únicamente
aquellos productos financieros que ofrezcan claridad. El cliente potencial debe
ser capaz de entender lo que compra. Junto a ello se ha de ser optimista y
prudente, buscar trabajo con imaginación sin rendirse nunca. De momento, dejar
tranquilos los ahorros y no distraerse.