Cómo es A Mariña La comarca de A Mariña abarca un
amplio espacio de unos 1.660 km2 que se extiende al norte de la provincia de
Lugo con una delimitación bastante clara. De este a oeste, se desarrolla entre
el río Eo, que establece la divisoria con el Principado de Asturias, y el Sor,
que marca el cambio hacia la provincia de A Coruña. Por el norte, A Mariña
limita con el mar Cantábrico, que tiene su frontera occidental en la vecina
Estaca de Bares, y que es el claro referente marítimo. Por el sur, las montañas
de las sierras septentrionales gallegas cierran este interesantísimo territorio.
La delimitación que, grosso modo, demarca esta unidad nos está hablando
ya de diversidad: ríos y rías, mar y montaña ayudan a conformar unos paisajes
naturales de extrema belleza en los que se intercala la intervención humana,
visible en los campos de cultivo, en los verdes prados, en las minúsculas
aldeas, en iglesias, monasterios y castillos o en las villas históricas de
Ribadeo, Viveiro o Mondoñedo.
Ría
de RibadeoA Mariña es una pequeña joya casi desconocida para los
viajeros, que incluso ignoran, con frecuencia, que Lugo es una provincia con
salida al mar. Tal vez las deficientes comunicaciones que durante mucho tiempo
dificultaron la visita a este espacio hayan contribuido al escaso conocimiento
de estas tierras. Pero este mismo motivo es el que ha permitido que la comarca,
al mantenerse alejada de los grandes desarrollos turísticos, conserve unos
paisajes naturales y culturales impecables, motivo de sorpresa continua para
quien se acerca a estos parajes.
Sin embargo, este alejamiento de los
grandes mercados turísticos no es sinónimo de pobreza ni de estancamiento. Al
contrario, estamos ante uno de los territorios más dinámicos, no sólo de la
provincia sino también de Galicia. El sector primario tiene un protagonismo muy
especial, sobretodo la ganadería y la pesca. Esta última cuenta con importantes
infraestructuras: puertos como los de Burela o Celeiro son hoy la base de una
flota que faena en aguas internacionales y se ha especializado en especies como
el bonito o la merluza procedente de los bancos del Gran Sol. También la
industria, que tiene su principal protagonismo en la fábrica de alúmina-aluminio
de San Cibrao, genera un significativo movimiento económico. Y, por supuesto, el
turismo, que ha sabido jugar sus bazas sin caer en la masificación que afecta a
buena parte del litoral español.
Este dinamismo económico tiene su
reflejo en un movimiento demográfico positivo que nos deja una población próxima
a los 80.000 habitantes. Además del crecimiento natural hay que significar la
importancia de la inmigración que, en esta comarca, no es nueva. Prueba de ello
es la gran colonia caboverdiana, que se concentra sobre todo en Burela,
relacionada con la pesca y que es un ejemplo magnífico de integración y
convivencia.
Patrimonio natural A simple vista,
en A Mariña podemos distinguir claramente tres grandes ámbitos espaciales: la
costa, los valles y las montañas. Estas tres unidades conforman un conjunto
armonioso y en plena interacción. Las rías de Ribadeo, Viveiro y O Barqueiro
penetran tierra adentro siguiendo el curso de los ríos Eo, Landro y Sor,
respectivamente. Las sierras septentrionales, con el imponente macizo del
Xistral, se deslizan hacia el mar y alimentan numerosos cursos de agua de escaso
recorrido pero de cristalina belleza, como son, por ejemplo, el Masma y el Ouro
además de los ya citados. Esta proximidad al Cantábrico nos deja también
espectaculares miradores a los que merece la pena asomarse.
La costa de
Lugo se caracteriza, en general, por su carácter rectilíneo y el dominio de una
amplia llanura litoral, particularmente en su parte más oriental, donde escasean
los abrigos naturales. Mientras, en su sector más occidental la montaña se
acerca mucho al mar, lo que da lugar a fuertes desniveles; además encontramos
grandes entrantes, como los que conforman las rías de Viveiro y O Barqueiro, así
como otros pequeños sectores muy protegidos y que favorecieron el
establecimiento de poblaciones al amparo de la vida en el mar, como es el caso
de Burela y Celeiro.
En cualquier caso, a lo largo de todo su trazado
nos encontramos con un rosario de playas de extraordinaria calidad. Sin duda, la
más conocida y visitada es la de As Catedrais (Las Catedrales), en la parte
oriental de la comarca, pero otras muchas de diferentes características sirven
para el baño y el descanso de turistas y residentes. Aquí hallamos algunos de
los mejores arenales de Galicia, que tienen como valor añadido su escasa
masificación. Éste es uno de los grandes atractivos turísticos de la comarca
aunque no es, ni mucho menos, el único.
Los valles conforman una segunda
unidad. Están formados por ríos de corto recorrido y trazado sur-norte que nacen
en las sierras septentrionales y, con el tiempo, han contribuido a generar
amplios espacios en los que se concentra una parte importante de la actividad
humana. Ésta se ha dirigido sobre todo a las actividades agropecuarias y,
gracias a la pluviosidad y a la elevada humedad, ha dado origen a una fuerte
especialización ganadera. Por supuesto, merecen una especial atención los ríos,
con sus bosques galería de vegetación caducifolia y su riqueza piscícola, que
los hace atractivos para los aficionados a la pesca.
Finalmente, nos
encontramos con las montañas que cierran por el sur todo este conjunto y que
contribuyen a darle ciertas particularidades naturales. La sierra de O Xistral
es el macizo montañoso más imponente, pues supera ligeramente los mil metros de
altitud en su punto más elevado. También nos encontramos otras alineaciones de
menor tamaño más próximas al litoral y que son especialmente interesantes por
actuar como miradores naturales. En algunos de los puntos altos de estas
montañas septentrionales encontramos restos de la acción del hielo. Tal vez el
elemento más llamativo sean las amplias extensiones de turberas que forman uno
de los espacios naturales de mayor valor y atractivo, considerando siempre su
fragilidad.
Por lo que se refiere a estos espacios naturales, ya hemos
dicho que en esta comarca existen lugares de enorme interés en los que se
entrecruzan paisajes de montaña, valles y un litoral absolutamente espectacular.
El valor ecológico de las turberas del Xistral (especialmente en el municipio de
O Valadouro), así como las del macizo de A Toxiza (Mondoñedo) o de los montes de
Os Cabaleiros, exige un especial cuidado cuando las visitemos. Estas elevaciones
montañosas, muchas veces próximas al litoral, nos dejan impresionantes miradores
naturales: el de San Roque (Viveiro), el de Santa Cruz (Ribadeo), el del monte
Castelo (Viveiro) o el de Padornelo (Mondoñedo), además de las panorámicas que
se observan desde otros muchos puntos, como puede ser el monte de A Frouxeira
(Alfoz), con unas perspectivas auténticamente increíbles.
En el lado
contrario de las elevaciones montañosas nos encontramos con las playas, casi
ochenta, que suman más de veinte kilómetros de longitud. Pero, además, el
paisaje litoral es diverso, como lo demuestra la confluencia de las famosas
catedrales de la playa de Augas Santas; la tranquilidad de la ría de O Barqueiro
o los estuarios de los ríos Sor y Eo, que acogen una gran riqueza de flora y
fauna.
Los ríos nos ofrecen también entornos de espectacular belleza a lo
largo de su recorrido, con bosques galería y aguas cristalinas, entre los que
destacan los de algunos tramos, del río Sor.
Tanta riqueza natural ha
propiciado la existencia de espacios protegidos bajo el amparo de diferentes
figuras. Así nos encontramos, por ejemplo, con la Reserva de la Biosfera del río
Eo compartida con las vecinas tierras de Burón y Oscos. Además, la ría de
Ribadeo figura como un humedal protegido, la playa de As Catedrais como
monumento natural, y en el Souto da Retorta (Chavín-Viveiro) se pueden admirar
los impresionantes eucaliptos de más de 150 años de antigüedad. Las referencias
a las joyas naturales de A Mariña serían muy largas de describir, así que tan
sólo citaremos algunas de las más representativas, como son los LIC (Lugares de
Interés Comunitario) de los ríos Foz-Masma, Ouro o Landro, o el de la sierra de
O Xistral, de enorme valor ambiental con sus turberas y paisajes de montaña que
se extienden también por los macizos próximos.
Desembocadura del río Sor
En cuanto a la vegetación, aun
siendo cierto el claro predominio del eucalipto (no en vano esta comarca fue
pionera en su cultivo como lo demuestran los viejos ejemplares de Chavín),
todavía se observan importantes masas de especies autóctonas. Los bosques
galería de los ríos son un magnífico ejemplo, pero también lo son otros parajes
como la Fraga das Furnas (O Valadouro), rica en acebos, o la de As Reigadas (A
Pontenova), entre otras.
También nos encontramos con formaciones
graníticas muy singulares, como las del macizo de A Toxiza, con su famosa Pedra
Abaladoira o las del monte Castelo (Viveiro), que forman una pequeña ciudad
encantada. Las caídas de agua son otro recurso excepcional, sobre todo la del
denominado Pozo da Ferida (Viveiro-Xove) con una caída vertical de 30 metros, o
la del Pozo da Onza (O Valadouro).
Al hablar de espacios naturales no
podemos dejar de destacar el que tal vez sea uno de los más espectaculares de
Galicia, las cuevas del Rei Cintolo en Mondoñedo, ejemplo magnífico de formas
calcáreas, tan escasas por estas tierras. A lo largo de sus más de siete
kilómetros y sus varias galerías, se pueden observar formas curiosas esculpidas
por la acción del agua durante miles de años. Su extraordinaria singularidad
hace que la visita sea muy difícil y esté restringida.
En definitiva, la
naturaleza ha sido muy generosa con A Mariña y sus habitantes han sabido
conservar y transmitir esta herencia. Senderos y caminos históricos nos sirven
para conocer todos estos rincones de singular belleza. Pero la vía por
excelencia de este territorio es el Camino de Santiago en su vertiente
septentrional, que atraviesa esta comarca desde Ribadeo en dirección a
Mondoñedo.
Patrimonio cultural Si la naturaleza
ha sido tan generosa con este espacio de A Mariña, el ser humano ha sabido
aprovechar todas estas bondades para desarrollar una intensa actividad cuyas
huellas pasadas son muy visibles. Por supuesto, tenemos que hacer referencia a
las tres villas históricas que estructuran la comarca, Ribadeo, Mondoñedo y
Viveiro. Cualquiera de ellas merece una visita pausada para admirar sus
conjuntos monumentales. Ribadeo es un núcleo muy dinámico que está
experimentando un rápido crecimiento pero ha sabido conservar buena parte de sus
valores arquitectónicos representados en obras civiles y religiosas, como puede
ser la magnífica Casa dos Moreno, auténtico símbolo de esta interesante
población.
Por su parte, Viveiro se encuentra en el otro extremo de la
comarca, en A Mariña Occidental. Se trata de otro núcleo histórico de gran
importancia reflejada en su increíble patrimonio construido. Su seña de
identidad es la famosa Puerta de Carlos V, pero hay otros muchos elementos que
dan una especial armonía a esta pequeña ciudad, como su plaza Mayor o el
convento de San Francisco. El plateresco, el barroco, la arquitectura medieval,
el modernismo o el regionalismo son algunos de los estilos que nos podemos
encontraren Viveiro.
De Mondoñedo se debe decir muy poco porque su
monumentalidad necesita ser contemplada en directo para entenderla. Su glorioso
pasado como sede episcopal está presente en cada uno de sus rincones. La
historia contemporánea no ha sido justa con esta pequeña ciudad, inmerecidamente
olvidada, aunque ello haya contribuido a mantener intacta su extraordinaria
belleza. Sin duda, su gran joya es la catedral de la que fue obispo, entre
otros, San Rosendo. Otros muchos edificios de enorme interés artístico conforman
uno de los centros urbanos históricos más singulares de Galicia. A este hecho se
une una lista importante de personajes ilustres que nacieron o vivieron en este
núcleo del interior de A Mariña, entre los que destaca el gran contador de
historias Álvaro Cunqueiro.
Aparte de estas tres villas citadas, nos
encontramos con otros núcleos que merecen también ser visitados. Es el caso de
la pequeña localidad marinera de Rinlo, muy cerca de Ribadeo, o del propio San
Cibrao. Además, entre las numerosas aldeas que salpican toda la comarca existen
buenos ejemplos que nos muestran un patrimonio popular de gran mérito,
frecuentemente con claras influencias asturianas. Dentro de la enorme variedad
existente es posible observar las típicas construcciones marineras, las
sorprendentes casas de indianos o los robustos pazos distribuidos por toda la
comarca, como el de Vilaxe o el de Carrocide, entre otros.
Continuando
con la riqueza del patrimonio material, existen en la comarca numerosos ejemplos
de arte civil y religioso desde época antigua. Así nos encontramos con el
conjunto megalítico de las mámoas de Vilacampo, en O Valadouro; o, en el mismo
municipio, el dolmen de O Padornelo; o, en Foz, el castro de Fazouro.
Avanzando en la historia, este territorio de la Galicia septentrional
nos transmite su papel esencial en tiempos pasados. Así, vale la pena visitar la
torre fortaleza de A Seara, en Alfoz, o el castillo de A Frouxeira, vinculado a
la vida del mítico mariscal Pardo de Cela, uno de los grandes protagonistas de
las guerras irmandiñas.
Dentro del patrimonio religioso nos encontramos
con piezas de enorme valor y que todavía hoy sorprenden por su monumentalidad a
pesar de poder estar localizadas en ámbitos rurales. Sin duda habría que
destacar la iglesia de San Martiño de Mondoñedo, en Foz, que fue la primera sede
episcopal de este territorio hasta su traslado en el siglo XII al actual
Mondoñedo. De enorme importancia en la historia de Galicia, su valor
arquitectónico es indudable al estar considerada hoy como la primera catedral
construida en España y todavía en pie. Por citar otros ejemplos, podemos hacer
referencia al monasterio de San Salvador, en Lourenzá, cuya fachada barroca es
del mismo autor del Obradoiro, Fernando de Casas; o la iglesia de A Ponte, en
Arante (Ribadeo), famosa por sus magníficos frescos; o la capilla románica de
Santa Filomena en la parroquia de O Cadramón (Valadouro), en plena sierra de O
Xistral.
Generosa oferta de playas Todo el
litoral de A Mariña, casi cien kilómetros de tentadora convivencia con el mar,
brinda la posibilidad de disfrutar de numerosas playas de fina arena blanca,
bien dotadas de servicios y merecedoras de la Bandera Azul de la Unión Europea.
La referencia principal, emblemática, también en Galicia, es la de As Catedrais
(Las Catedrales), antaño playa de Augas Santas (Aguas Santas), en el municipio
de Ribadeo, pero la relación es larga e incluye calas solitarias y escondidas,
arenales tentadores, islas, cabos, acantilados, estuarios y miradores que
conforman un litoral único. Son casi ochenta playas desde la ría de Ribadeo,
frontera administrativa entre Galicia y Asturias, en la desembocadura del río
Eo, a la de O Barqueiro, donde muere el río Sor, en el límite de las provincias
de Lugo y A Coruña.
La llamada de los castros
Sin excavar en su inmensa mayoría, permiten adivinar perfiles bajo
ondulados montículos que, en algún caso, dejan ver aspectos de las
edificaciones. A Devesa, San Miguel de Reinante, Fazouro, Viveiro y O Vicedo,
así como otros puntos de la costa de Lugo y el occidente de Asturias, guardan
abundantes estructuras que de forma significativa se proyectan en el topónimo
castro. El de Fazouro se muestra sólo en parte en un área excavada de
cuatrocientos metros cuadrados. Al este de la playa de Arealonga, el viajero
encuentra, no perfiles, sino muros que configuran edificaciones castreñas. En
este caso, aparece un único recinto defendido por un foso, excavado en el istmo,
que aísla y protege un asentamiento que conoció su postrera ocupación a finales
del siglo III d. C. Las huellas surgen por doquier y, en la toponimia, la
palabra castro constituye un revelador indicativo de su existencia. En Alfoz, el
de Castro de Ouro, sobre el que se asentó el castillo del mariscal Pardo de
Cela. En Cervo, el castro de Rueta, junto a la playa del mismo nombre. En Ourol
figuran los de Penagateira (Bravos), Paredes y O Carrasco (O Sisto) y O Goio
(Xerdiz). Más atrás en el tiempo se sitúan las mámoas (monumentos funerarios
prehistóricos) de Penido Vello (Miñotos), Veiga das Moles (Ambosores-San
Pantaleón) y Cristo dos Callós (San Pantaleón). En A Pontenova encontramos los
castros de Vilar, Goios, Vilaboa, Santo Estevo, A Picota, O Pico da Serra y
Salmeán. En O Vicedo surgen los de Punta do Castro, Tarroeira y Suegos. También
dólmenes y mámoas.
Patrimonio industrial Un
aspecto relativamente desconocido de esta comarca es su papel como pionera en la
industrialización española, al igual que otros territorios cantábricos como
Asturias o el País Vasco. Entre las huellas de este pasado reciente tal vez sea
el elemento más significativo el Conjunto Histórico-Artístico de Sargadelos. Lo
que en su origen fueron unos altos hornos con un devenir conflictivo en las
relaciones entre su promotor, el marqués de Sargadelos, y el pueblo, es hoy un
conocido centro de creación cerámica que conserva el legado de su actividad
pionera. Pero el trabajo y el comercio del hierro nos han dejado otras piezas de
gran valor: las minas de A Silvarosa (Viveiro), herrerías como la de Bravos
(Ourol) y Bogo (A Pontenova); el cargadero de mineral de Ribadeo, adonde llegaba
el tren desde Vilaoudriz con el material para ser exportado a Europa; y
precisamente en Vilaoudriz (A Pontenova) es donde se encuentran los imponentes
hornos de limonita.
Además, el patrimonio industrial no se puede
entender sin la riqueza del mar, que nos ha dejado también una rica herencia.
Como parte de ella citaremos la ballenera de
Morás (Xove), activa hasta la
década de 1970; las originales y espectaculares cetáreas de Rinlo (Ribadeo); o
las antiguas fábricas de salazón que salpican todo el sector costero de la
comarca, particularmente en su parte más occidental.
Una parada
en cada puerto Desde Ribadeo a O Barqueiro, junto a la generosa
oferta de playas, el viajero se encuentra con distintas realidades portuarias.
La ría que recibe las aguas del Eo cuenta en el litoral ribadense con el puerto
pesquero y comercial de Mirasol y el deportivo de Porcillán, desde donde parten
las embarcaciones con destino a Castropol o As Figueiras, en la margen
asturiana. El faro de la isla Pancha alerta en la bocana de la ría, sobre la que
se asienta la estructura del puente de los Santos, feliz punto de unión entre
Asturias y Galicia desde los años 80 del siglo pasado.
Tradición
pesquera impregna también el puerto de Rinlo y, desde luego, los de Foz y
Burela.
Puerto de BurelaPor su parte, San Cibrao y Xove están
vinculados a la actividad de Alúmina. San Cibrao tiene su faro en Punta Atalaya.
Es un faro nuevo, construido junto al primitivo, que se hizo necesario tras la
instalación de Alúmina y el puerto de Morás, junto con el de Portocelo (Xove).
Burela gira particularmente en torno al bonito y su costera, y Celeiro
alberga movimiento y capacidad pesquera. El faro que alerta de la ría de Viveiro
se ubica en Punta Roncadoiro. Los siguientes se hallan en Estaca de Bares y
Ortegal. Consignamos también las realidades portuarias de O Vicedo, O Barqueiro
y Bares para completar un itinerario que pone al viajero en contacto con los
auténticos labradores del mar.
Un viejo idilio, el del mar, que en Nois
nos habla de la pesca de la ballena. Sabemos que en esta costa la pesca de la
ballena franca data, por lo menos, de la segunda mitad del siglo XIII.
Personajes ilustres Antonio Raimundo
Ibáñez, primer marqués de Sargadelos (Santalla de Oscos-Asturias,
1749-Ribadeo, 1809). Figura central de la actividad comercial marítima entre el
puerto de Ribadeo y los del mar Báltico, fue el gran impulsor del primer
proyecto industrializador de Galicia. Proyectó una siderurgia en Sargadelos
(Cervo), donde construyó el primer alto horno de la industria española. Puso en
marcha también una fábrica de cerámica y loza que utilizaba el caolín de la zona
y acarició la posibilidad
de crear fábricas textiles y de vidrio. Su
asesinato, el 2 de febrero de 1808, es, según el historiador Xosé Ramón Barreiro
Fernández, «una de las páginas más oscuras de la historia de Galicia» y se
relaciona con la llegada, unos días antes, de una columna francesa a Ribadeo. La
extendida idea de su presunto afrancesamiento y los ecos de la conflictividad
social que habían suscitado sus proyectos están ocultos tras su asesinato, que
supuso la eliminación del más importante y decisivo industrial español de su
tiempo.
Nicomedes Pastor Díaz (Viveiro, 1811-Madrid, 1863). Es
uno de los precursores del
Rexurdimento (renacimiento) de la literatura
gallega en su dimensión poética, pero fue también un hombre de acción y
destacado político, varias veces ministro y siempre defensor de los derechos de
Isabel II. Su estatua preside la plaza Mayor de Viveiro, donde nació, y donde
quiso que sus restos reposaran, acompañados por la musicalidad de las aguas del
río Landro que él tan bien supo cantar.
Antonio Noriega Varela
(Mondoñedo, 1869-Viveiro, 1947). Poeta «de sobrio y perfecto verso inspirado en
el arcano, sólo a los grandes desvelado, del alma de la Galicia labriega », en
ajustada expresión de Otero Pedrayo. Conocido como «o poeta da montaña» (el
poeta de la montaña), en su bibliografía destaca el poemario
Do ermo.
Puso escuela e impartió docencia en Chavín (Viveiro) y en otros lugares.
Manuel Leiras Pulpeiro (Mondoñedo, 1854-1912). Médico y
escritor. Conocido como «o médico dos pobres» (médico de los pobres), cultivó la
poesía siguiendo las pautas del
Rexurdimento (renacimiento) literario del
idioma gallego. Compiló y recogió material lingüístico en las tierras
mindonienses.
El
obispo san Gonzalo, O Bispo Santo (siglo X).
Está vinculado a la basílica de San Martiño de Mondoñedo y es recordado de forma
permanente por su contundente y decisiva intervención, milagrosa en la tradición
popular, que neutralizó y hundió casi todos los barcos integrantes de una razzia
invasora nórdica. Dice la tradición que el obispo, ciego, anciano y de andar
dificultoso, fue llevado hasta un
outeiro, un altozano, desde el que se
divisaba la flota enemiga. El camino, en compañía de las gentes necesitadas de
auxilio y protección, necesitó de interrupciones para el reposo momentáneo y la
oración. Y en cada una de las pausas de la marcha y en el rezo itinerante del
rosario, cuenta a cuenta, la multitud comprobaba cómo el mar devoraba una a una
todas las naves de la flota invasora hasta diezmarla por completo. Sólo a una le
fue dada la oportunidad de regresar y dar cuenta admonitoria del prodigio que
supuso algo más que un momentáneo alivio para las gentes que aún no divisaban el
año mil de la era cristiana. Una romería honra cada año la memoria de san
Gonzalo y el recuerdo de su gesta.
Osorio Gutiérrez, O Conde
Santo (siglo X). Noble gallego, primo de san Rosendo e impulsor y fundador
del monasterio de San Salvador de Lourenzá y de su iglesia en el año 969.
Peregrinó a Jerusalén y de allí mandó traer un sarcófago paleocristiano (siglo
V) con el propósito de que le sirviera de definitivo lugar de reposo en la hora
de su muerte. Así se hizo y en ese sepulcro fueron depositados sus restos,
venerados por la devoción popular.
Pedro Pardo de Cela
(decapitado en Mondoñedo el 17 de diciembre de 1483). Fue poderoso señor de
estas tierras en el siglo XV, desde su fortaleza de A Frouxeira (Alfoz) en los
momentos finales de la Baja Edad Media, y se convirtió en el último resistente
frente a la acción unificadora de reinos dispersos y centralizadora de acciones
político-administrativas de los Reyes Católicos. En momentos de incertidumbres
en el acceso al trono, O Mariscal se posicionó del lado de doña Juana la
Beltraneja y firmó así su sentencia de muerte. Fue detenido y condenado a la
pena capital y ejecutado en la plaza Mayor de Mondoñedo. La tradición popular
sostiene que su cabeza golpeó por tres veces las piedras de la plaza que
configuran la fachada principal de la catedral mientras se le escuchaba decir:
«credo, credo, credo» (creo, creo, creo). Un poco antes, los mensajeros
portadores de su indulto fueron interrumpidos sagaz y oportunamente por dos
canónigos en un puente cercano conocido desde entonces como A Ponte do Pasatempo
(el puente del pasatiempo).
José María Alonso Trelles y Jarén
(Ribadeo, 1857-Montevideo, 1924). Conocido bajo el pseudónimo de El Viejo
Pancho, emigró a Uruguay en 1875, donde desarrolló su actividad periodística,
política —fue representante electo en el Parlamento Nacional— y poética. Su
poemario gauchesco
Paja brava le convirtió en un poeta nacional y
popular. Cultivó también el teatro Juana de Ibarbourou (Montevideo-Uruguay,
1892-1979). Hija de Vicente Fernández, emigrante gallego originario de Lourenzá.
Poeta de variados y hondos registros líricos, fue galardonada con el Premio
Nacional de Literatura de Uruguay y su obra se equipara con las de la chilena
Gabriela Mistral y la argentina Alfonsina Storni. Sus verdaderos apellidos eran
Fernández Morales, pero adoptó el apellido de su marido. La biblioteca de
Lourenzá, inaugurada en 1963, lleva su nombre y el de su padre, por indicación
de Dionisio Gamallo Fierros.
Antón Villar Ponte (Viveiro,
1881-A Coruña, 1936). Escritor y periodista, fue un destacado defensor de
Galicia desde su trabajo en las Irmandades da Fala, por él creadas en A Coruña
en 1916, y en la articulación política del galleguismo. Diputado en Cortes en
1936, trabajó intensamente en la puesta a punto del primer, y fallido, Estatuto
de Autonomía de Galicia. Fue director del periódico
A Nosa Terra.
Ramón Villar Ponte (Viveiro, 1890-A Coruña, 1953). Escritor y
político, hermano de Antón, con quien colaboró activamente en las Irmandades da
Fala. Publicó
Doctrina Nazonalista (1921).
Maruja Mallo
(Viveiro, 1902-Madrid, 1995). Maruja Mallo es una de las pintoras españolas más
importantes del siglo XX. Transgresora y polémica, fue una creadora comprometida
con las vanguardias y el surrealismo. Fiel a la II República, se ve obligada a
exiliarse y viaja a América en 1936. Regresa a España en 1965 y se instala en
Madrid, donde continúa su dedicación artística y donde, en sus últimos años,
recibió numerosas muestras de reconocimiento, entre los que sobresalen las
medallas de oro de Bellas Artes (1982) y de la Xunta de Galicia (1991).
Luis Tobío Fernández (Viveiro, 1906-Madrid, 2003). Formó parte
del grupo fundador del Seminario de Estudos Galegos, institución de gran
importancia para el conocimiento y el análisis de la realidad gallega, truncada
por la guerra civil. Jurista y diplomático al servicio de la II República,
integró el equipo redactor del anteproyecto de Estatuto de Autonomía en 1936.
Forzado a exiliarse, vivió y enseñó en Estados Unidos, Cuba, México y Uruguay,
desde donde regresó a España en 1963. Dejó numerosas y significativas
aportaciones a la cultura gallega y una exhaustiva investigación sobre la figura
del conde de Gondomar.
Álvaro Cunqueiro Mora (Mondoñedo,
1911-Vigo, 1981). Es una de las más originales, genuinas y sugeridoras voces de
la narrativa, el periodismo y la poesía gallegas de todos los tiempos. El autor
de
Merlín e familia o las
Crónicas del Sochantre, señor de
antiguos, amplios y profundos saberes, se propuso con su obra que Galicia
viviese mil primaveras más. Por la grandeza y la sabia sensibilidad de su
palabra que acompaña el rumor del eco de sus pasos por la ciudad que amó sobre
todas. Por el Mondoñedo que seguirá contemplando eternamente sentado ante la
catedral, en el paisaje por el que rodó la cabeza de O Mariscal.
Dionisio Gamallo Fierros (Ribadeo, 1914-Madrid, 2000).
Ensayista, poeta, crítico literario y profesor, fue un intelectual y un docente
inteligentemente activo. Tuvo muy destacada participación en las gestiones que
culminaron en la puesta en marcha del Instituto Laboral de Ribadeo en 1954. Este
centro, el primero de carácter público en A Mariña, jugó un papel determinante
en la extensión de la enseñanza secundaria en una zona hasta entonces
dependiente en exclusiva del Seminario y de unos pocos centros privados.
Francisco Fernández del Riego (Lourenzá, 1913). Editor,
narrador y académico, es una figura clave de la cultura gallega del siglo xx.
Fue pieza importante en la puesta en marcha de la editorial Galaxia y eslabón
decisivo en el contacto con la Galicia del exilio en tierras americanas.
Incansable dinamizador de la cultura gallega a través de numerosas publicaciones
y artículos, a él se debe la propuesta de celebrar cada año, desde 1963, el Día
das Letras Galegas.
Daniel Cortezón Álvarez (Ribadeo, 1927).
Escritor con amplia producción literaria en novela, ensayo y teatro. Como
narrador destacamos
Ribanzo,
As covas do Rei Cintolo (1955) y
A
vila sulagada (1981), premio Blanco Amor. Entre sus ensayos figura
Pantocrática galiciana y otras cuestiones (1956). Destaca especialmente
como autor teatral con una extensa producción en la que sobresalen
El obispo
ciego (1962),
Pedro Madruga (1971),
Xelmírez ou a groria de
Compostela (1972) o
Crónica del rey don Pedro (1974).
Nota de la Redacción: agradecemos a
Alhena Media
la gentileza por permitir la publicación de este capítulo correspondiente a la
guía de
Xosé María García Palmeiro y
Xosé Manuel
Santos,
A
Mariña irrepetible (Alhena Media, 2009), en
Ojos de
Papel.