¿El resultado? Un entretenimiento
ameno, un juego que atrapa toda nuestra atención e interés, y que, para colmo,
nos enseña que sociedades aparentemente casi perfectas, justas, ricas y
solidarias, como las escandinavas, encierran, como todo compendio humano, lo
mejor y lo peor, en dosis que casi, casi se contrarrestan
Para dar explicaciones a estas preguntas concurren varios
elementos, y casi todos los reveló el autor en la entrevista que concedió. Allá
vamos. Larsson leyó historias de detectives toda su vida, y enseguida supo
discernir qué le gustaba de ellas y qué le dejaba indiferente o molestaba. La
construcción de estas historias frecuentemente tienen que ver con un número de
personas concretas, pero por lo general dichas historias no dicen nada de la
sociedad en la que tienen lugar. Las novelas de Larsson sí ponen de manifiesto
los lados más oscuros, terribles, de la en apariencia tranquila y sana sociedad
sueca: violaciones, drogas, fascismo, corrupción política y económica,
manipulación periodística, trata de blancas, violencia… En un gran número de
novelas de detectives al uso, jamás aparecen las consecuencias de lo que ocurre
en las historias siguientes. En la trilogía de Larsson sí.
Según nuestro
autor escribir novelas de detectives era sencillamente escribir literatura de
puro entretenimiento, nada de perderse queriendo dar con el camino de la
literatura clásica. Pero si además de entretener se dice algo más o menos
importante, mejor que mejor. Escribir novelas de detectives, así planteado, es
artesanía sin mala conciencia, una labor que requiere maña, dedicación y mucho
oficio. Es como hacer zapatos, y espero que se entienda la comparación. El par
de zapatos número doscientos casi necesariamente saldrá mejor que el número uno.
Así, a Stieg Larsson, el estupendo artesano sueco de las novelas de detectives,
manejando los mismos ingredientes en su primera y segunda novela, le salió
mejor, más redonda, más sin fisuras, la segunda entrega que la primera, así de
sencillo, así de fácil.
Sí, Larsson, el artesano de la novela negra,
logra en su segunda secuela dentro del proyecto Millennium, que todo funcione
como un reloj de precisión. Ya se ha dicho que en lo esencial los ingredientes
utilizados son los mismos, y la trama es primo-hermana de la primera, pero en
La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, nos
ahorramos dimes y diretes, elucubraciones al margen, y todo va más deprisa y al
grano, sin dejarle al lector tiempo para el resuello. Larsson construye en esta
novela un puzzle complejo y fascinante de los que tienen miles de piezas.
Larsson las lanza todas sobre la mesa desconcertando al lector, pero con suma
rapidez, no dando un respiro, va colocando las distintas partes del puzzle a lo
largo y ancho de la mesa. El lector sigue desconcertado, pero no puede dejar de
observar con sumo interés cómo las piezas van, a su ritmo, esbozando figuras,
paisajes, delineando una historia compleja y sencilla a la vez. Con habilidad de
prestidigitador, nuestro autor sigue colocando piezas ante un lector que ya no
puede dejar de observar la mesa de juegos, y ante él, todas las piezas, hasta
las de forma más inverosímil, van encajando. ¿El resultado? Un entretenimiento
ameno, un juego que atrapa toda nuestra atención e interés, y que, para colmo,
nos enseña que sociedades aparentemente casi perfectas, justas, ricas y
solidarias, como las escandinavas, encierran, como todo compendio humano, lo
mejor y lo peor, en dosis que casi, casi se contrarrestan.
Lo he pasado
francamente bien leyendo esta nueva voluminosa entrega de Stieg Larsson. Si como
ha demostrado en ella, el oficio va a más, y los productos resultantes se
benefician de la mayor maestría del artesano, sólo puedo decir que espero ya con
impaciencia la tercera y última entrega de Millennium. Ya estoy sentando
esperando!!
(*) Primera y última entrevista con Stieg Larsson, realizada
por Lasse Winkler el 27 de octubre de 2004, y publicada en el número 18/04 de
Svensk Bokhandel.
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