Y es que pocas novelas en los últimos años tan
deliberadamente cinematográficas en su concepción y desarrollo narrativos como
este
After Dark. Y no me refiero ni mucho menos a que la novela tenga una
fácil traslación a la pantalla, más bien todo lo contrario, pues su contenido
lirismo, específicamente literatura de auténticos quilates, yo diría que es
imposible traducirlo en imágenes. No, me refiero a que la estructura y la
técnica narrativas empleadas para la ocasión por Murakami adoptan
deliberadamente las formas y modos de un guión cinematográfico; un guión en el
que cada capítulo aparece planificado casi como si de una secuencia
cinematográfica que hay que rodar se tratara, y en el que abundan las
especificaciones de puesta en escena, las localizaciones de exteriores, las
indicaciones que parecen destinadas a facilitar el trabajo de una cámara
dispuesta al rodaje. Valga como ejemplo el comienzo de la novela:
“Perfil de una gran ciudad. Captamos esta imagen desde las
alturas, a través de los ojos de un ave nocturna que vuela muy alto.
En el amplio panorama, la ciudad parece un gigantesco ser vivo…
Nuestra mirada escoge una zona donde se concentra la luz, enfoca aquel
punto. Empezamos a descender despacio hacia allí. Un mar de luces de neón de
distintos colores. Es lo que llaman un barrio de ocio… Nos encontramos en
Denny’s. Iluminación anodina, aunque suficiente; decoración y vajillas
inexpresivas; diseño de planta calculado hasta el menor detalle por ingenieros
expertos; música ambiental inocua sonando a bajo volumen; empleados formados
para que sigan el manual a rajatabla. ‘Bienvenidos a Denny’s’. Mires a donde
mires, todo está concebido de forma anónima e intercambiable. El establecimiento
se halla casi lleno…” Es decir, Murakami logra convertir al lector
en una cámara omnipresente y omnisciente que registra con detalle los
acontecimientos que van desarrollándose en distintos escenarios, en distintos
decorados urbanos de una gran ciudad contemporánea del mundo desarrollado, en
este caso Tokio. Asistimos con la fría nitidez de una máquina de precisión a los
sucesos que tienen lugar ante nosotros, pero en ningún momento ni nos
inmiscuimos en ellos ni los juzgamos, tan sólo los registramos. Tanto el
narrador como nosotros mismos nos limitamos a ser testigos impasibles de las
historias que tienen lugar ante nuestra cámara digital; cámara capaz de captar
con perfecta nitidez panorámicas, planos generales, planos cortos, primeros
planos, planos secuencia…, y también los sonidos, todos los sonidos, los de la
música para teclado de Bach, los profundos del trombón de
Curtis Fuller
interpretando Five Spot After Dark, o los
omnipresentes de la vaciedad absoluta que lo siembra todo de tranquila
desolación.
After
Dark presenta así una visión apocalíptica de la existencia humana en el mundo
del desarrollo y la sobreabundancia, pero lo hace sin caer en la sordidez ni en
el tremendismo, ni tampoco en manidos discursos sentimentales o de ciencia
política gruesa y de manual
sonrojante
Pero ¿qué historia?, o mejor
dicho, ¿qué diversas historias/afluentes convergen y desembocan en el principal
río narrativo que propone Murakami en
After Dark? Como no vamos a entrar
en detalles que puedan arruinar la lectura y sus muchos regalos, tan sólo
especificaremos que las distintas piezas desplegadas por el japonés,
aparentemente sin mucha relación entre sí, se unen poco a poco hasta configurar
sencillamente una brillante y poética metáfora sobre nuestra contemporaneidad,
sobre nuestro tiempo presente de ciudadanos de sociedades opulentas y vacías de
verdadero sentido. Un tiempo y una forma de existencia edificados sobre la
frialdad y el desapego por los demás y por nosotros mismos; sobre la
incomunicación cotidiana; sobre la soledad; sobre la ausencia de lazos
familiares y de amistad; sobre la ausencia de rumbos y metas; sobre el deambular
sin sentido por las peligrosas y oscuras rutas de la vida, simbolizadas éstas
por la oscuridad reinante en unas calles vacías, desoladoras, e inhumanas de un
Tokyo imposible ya para el vivir cuerdo de las personas. En este último sentido,
los personajes que propone Murakami, bien pueden entenderse como frágiles
embarcaciones a la deriva y sin tierra a la vista, naves constantemente a punto
de zozobrar en las oscuras y procelosas aguas de un escenario urbano caótico en
su artificial y funcional despliegue.
After Dark presenta así una
visión apocalíptica de la existencia humana en el mundo del desarrollo y la
sobreabundancia, pero lo hace sin caer en la sordidez ni en el tremendismo, ni
tampoco en manidos discursos sentimentales o de ciencia política gruesa y de
manual sonrojante, y además, a todas luces, se aleja de propuestas que nos
devuelvan a supuestas arcadias ecológicas y delirantes. No, Murakami presenta y
describe un infierno cotidiano, sin aspavientos, sin alaridos, sin gritos, sin
eslóganes, consignas, rezos o plegarias. Todo lo presenta el novelista nipón con
la frialdad aséptica y eficaz de una cámara privilegiadamente situada, y
dirigida con el control y el pulso de un excelente narrador, de un novelista de
brío y de verdad.
Pero es desde luego en la forma de resolver la novela
donde Murakami ofrece al lector la auténtica dimensión de su portentoso talento
como narrador. Con una sutileza exquisita, con una sensibilidad y un
refinamiento realmente prodigiosos, Murakami, desde el dominio de un lirismo
contenido, apoyado en el sofisticado poder de las palabras para dimensionar y
dar valor al profundo significado de los gestos, sabe abrir una puerta a la
esperanza, una puerta de luz y comunicación humanas que se revela para
resquebrajar en el horizonte el pesado sueño de pesadilla en el que estamos
sumidos desde hace ya demasiado tiempo.
En
After Dark, Murakami
ha plasmado como pocos en el tiempo presente la precisa dimensión de la
oscuridad que como humanos nos envuelve, de la que somos objeto y origen. Pero
también nos ha señalado con la sutileza y el lirismo sólo al alcance de un gran
escritor, que un solo gesto de humanidad, de cercanía y amor, puede mostrar el
camino a seguir después de la oscuridad, una senda para
after
dark.