Gaspar Sánchez Salas: El coleccionista de misterios (Acidalia, 2008)

Gaspar Sánchez Salas: El coleccionista de misterios (Acidalia, 2008)

    NOMBRE
Gaspar Sánchez Salas

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Campillo del Rio (Jaén). 1970

    BREVE CURRICULUM
Licenciado en Filología Hispánica y Doctor en Filosofía y Letras. Su tesis fue dirigida por el premio nobel Camilo José Cela, con quien trabajó en calidad de secretario personal y colaborador directo. Ha escrito libros Cela: mi derecho a contar la verdad (Belaqua), La mujer del héroe (Temas de hoy), Cela, el hombre a quien vi llorar (Carena) y El coño de don Camilo (Espejo de tinta). En este momento ejerce como profesor en el I.E.S. Veracruz de Begijar



Gaspar Sánchez Salas

Gaspar Sánchez Salas


Creación/Creación
Gaspar Sánchez Salas: El coleccionista de misterios (Acidalia, 2008)
Por Gaspar Sánchez Salas, lunes, 1 de diciembre de 2008
Tres inquietos de la Italia del siglo XV –Piero Migliacci, Francesco y Selena- emprenderán, sin pretenderlo, la aventura más apasionante de su vida gracias a que conocerán a un misterioso y extraño ser: el viejo Hermes. El anciano maestro llegará de manera imprevista hasta la bella ciudad de Florencia –lugar donde se desenvolverá la trama-, y a pesar de no gozar de muy buena fama entre sus vecinos, el octogenario “visitante” sabrá conquistar la amistad de los jóvenes amigos llegando hasta lo más profundo de sus corazones y sometiéndolos a una suerte de pruebas que habrán de ser superadas solamente a través de su fresca inteligencia. Una vez descubierto el contenido de los jeroglíficos proporcionados por el viejo Hermes, el segundo paso será establecer conclusiones que les permitirán ir entendiendo el funcionamiento de su propia existencia. Descubrirán que todo lo que les acontece cotidianamente no es por mor de la mera casualidad y sus inquietudes los guiarán en un tan trepidante como emocionante viaje donde la intriga será el factor predominante.
El castillo de Hermes estaba situado en un hermoso paraje casi de cuento aunque difícilmente franqueable. Todos los de la zona conocían ese terreno como “Il ponte di San Blas”, seudotopónimo que provendría de un bonito puente construido por los romanos en unas cuantas millas alrededor, después del acantilado, rodeado de una frondosa arboleda. Por las tardes se oía rugir el viento desde cualquiera de los ventanales de la gran fortaleza a través de los que se divisaba en su totalidad la margen de babor del río Arno. Justo detrás, saliendo por una estrecha puerta que daba a una terracita, había un bosque lleno de fresnos, zarzas y madreselvas, y un poco más arriba, perdido entre los arbustos y la vegetación, aparecía ante nuestra vista el antiguo cementerio del pueblo, como surgido de la nada, cuyo macabro espectáculo de cientos de lápidas abandonadas, flores secas, crucifijos de mármol desgastado, y algún fuego fatuo que en la oscuridad nos recordaba el lugar en el que estábamos, era el vivo retrato de alguna de esas macabras historias de Lovecraft leídas por mi abuelo en voz alta durante las noches de luna llena. Confieso que en más de una ocasión sentí miedo cuando al ponerse el sol, durante el crepúsculo y entre las lápidas, aparecía el viejo Hermes como por arte de magia, seguidamente se sentaba en alguna de ellas y nos daba su peculiar charla sobre la muerte y los misterios que encierra.
Aquél miércoles de ceniza, el viejo Hermes nos haría asistir a la misa que celebraba el párroco antes de tener nuestra segunda reunión. No sabíamos muy bien al principio por qué nos insistía tanto en que fuéramos a la iglesia del pueblo, pero luego supimos su pretensión: debíamos centrar nuestra atención sobre el evangelio del día.
-Habréis de entender las palabras de vuestro sacerdote, La Biblia es el libro de la sabiduría, y luego deberéis reflexionar sobre la gran figura de Jesús. Una vez que hayáis salido del sermón, deberéis venir de nuevo a este apartado y tranquilo lugar donde reposan las almas, aquí os estaré esperando, al caer la noche, durante el comienzo del crepúsculo. Hoy os haré hallar la primera de nuestras claves que nos llevará hasta la puerta más misteriosa que jamás hayáis podido imaginar y que une nuestros dos mundos.
El viejo Hermes había hablado sobre la primera de las claves, ¿qué habría querido decir con eso? ¿y cuál sería aquella puerta misteriosa capaz de unir dos mundos y que por vez primera se había referido a ella?, es cierto que el viejo Hermes nos había prometido hacer un emocionante viaje sin precedente, pero en el momento en que se nos dijo, los tres pensamos que se trataría de una simple metáfora y no le dimos mayor importancia.
Mientras, en la iglesia, escuchábamos el sermón de don Pietro. Las beatas del pueblo se santiguaban con presteza y se daban sonoros golpes de pecho. De repente, Selena me apretó el brazo como sobrecogida. Al fondo, detrás del altar, sin que nadie se hubiera percatado de su presencia, se encontraba el viejo Hermes sentado en un trono dorado, y a medida que el sacerdote daba la misa, Hermes iba levantando un dedo y así hasta siete. Francesco fue anotando en su pequeño cuaderno cada una de las frases que pronunciaba el cura a medida que el viejo Hermes iba haciendo sus señales: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”; “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”; “Mujer he aquí a tu hijo, hijo he aquí a tu madre”; “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”; “Tengo sed”; “Ya se ha consumado”; “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Sin saber cómo ni por qué, al finalizar la celebración, se esfumaría también Hermes, como si sólo se hubiera tratado de una mera ilusión.
Selena no daba crédito.
-¿Habéis visto?, yo creo que Hermes es un ángel, ¿qué dices tú, Piero?
Intentaba desde mi corta edad encontrar una respuesta adecuada a lo sucedido, pero claro, no conseguía hallarla. Por momentos llegué a pensar que el viejo Hermes tenía la facultad de volar o de hacerse invisible, aunque esto tampoco entraba dentro de mi lógica, ni de la de nadie. Barajé varias posibilidades, ninguna acorde con la razón, claro está, y menos aún con la nuestra, con la de unos adolescentes que habíamos sido los únicos testigos de lo sucedido.
-No sé qué pensar, Selena... Hermes no es de este mundo, te lo dije.
Francesco, sin embargo, parecía haber encontrado la respuesta con sus fantasías piráticas.
-Yo creo que Hermes es la reencarnación de un antiguo pirata que surcó las costas de Francia y que lo mataron por poseer el don de la sabiduría y practicar magia blanca...
Tanto Selena como yo miramos extrañados a mi hermano.
-Claro, claro... seguro que es eso...
-No le hagas caso, Selena, todo cuanto ve Francesco, piensa que es obra de legendarios corsarios. La vida para él no tiene sentido si no hay un pirata por medio.
Selena me daba la razón.
-¿Qué tendrá que ver el viejo Hermes con los piratas?, vamos, digo yo...
-Pues nada, pero ya ves mi hermano, a veces, si cerrara la boca, estaría mucho más guapo.
Francesco pareció enfadarse y frunció el ceño.
-¡Qué entenderéis vosotros de piratas...!

Esa tarde, más que nunca, ansiábamos llegar hasta el cementerio donde nos había convocado horas antes el viejo Hermes, sin embargo, por más que esperamos los tres abrazados en las penumbras del viejo camposanto, nuestro aliado no apareció por ninguno de sus rincones, y en su lugar, encontramos una nota manuscrita depositada entre una de las lápidas de mármol amarillento, que decía:

“Septem digitos”

Nota de la Redacción: el texto de esta prepublicación pertenece a la novela de Gaspar Sánchez Salas, El coleccionista de misterios (Acidalia, 2008). Queremos hacer constar nuestro agradecimiento al director de Ediciones Carena, José Membrive, por su gentileza al facilitar la publicación en Ojos de Papel.