HIMNO A LA LIBERTAD
Vuelas majestuosa sobre el azul
y el
sol refleja en tus alas
lo infinito del arco iris.
Eres gigante como el
Cosmos
y nadie puede apresarte.
Como un dios
cantas en el olimpo de
tu belleza
todas las virtudes y riquezas del universo.
Paz siembras en
el abrazo de tus días
y los márgenes de tus caminos
sobrepasan todos los
límites.
¡Oh, libertad;
te amo en la pequeña corteza de mi ser humano!
Me duele no poseer la estela de tu vuelo
ni el mínimo reflejo de un rayo
de tu luz.
POEMA I
Levantaré mi vela al viento
dirigiendo mi proa a las estrellas;
al Sur, amor, al Este, paz;
serenidad al Poniente.
Desechadas las olas cenagosas;
brechas
oscuras olvidadas al destierro.
Sola; mi mar y yo,
saturando mi pecho de
horas blancas
en este castillo gigante de mi tiempo anhelado.
Mientras
las ecuaciones seguirán implantando
su irremisible solución lógica;
y en los mares
continuarán destruyendo los peces y las algas.
En los
espacios gamma
los labios desdentados de sonrisa
incrustarán de oscuro
la arena de las playas.
La suma de gritos y estridencias
se unirá al
pulular de vértigo y espera.
POEMA II
Dicen que estamos
solos;
que vivimos soledad en el planeta;
soledad de siglos y de mares;
de caminos truncados y de vueltas.
¿Qué hemos hecho, entonces, con las
mieses,
los sonidos sedantes y las bocas?
¿Por qué de hiriente chirriar
de goznes
sembramos los latidos de las sombras?
En este mar de nuestra
selva oscura
tiembla tantas veces nuestra rabia,
rompiendo el tictac
fuerte y sombrío
de un planeta cansado de nostalgias.
POEMA III
En algún lugar
habrá pájaros que canten a las sombras
para su
trino ser caricia tierna
en el amanecer de un día.
En algún lugar
habrá hojas caídas de un otoño,
sirviendo de abrigo a pies desnudos.
Siempre será posible
que una estrella fulgure y se acompase
al
regocijado y perplejo
mirar candoroso de un chiquillo.
POEMA IV
Me aburre tu voz sin nombres concretos;
tus locas cabriolas de
operaciones
sobre economía,
monótonamente repetidas
ante los espejos
de los días.
Me tortura
el laberíntico e interminable
pasillo por el
que discurre
tu absurda burocracia.
Una y otra vez
me hieren el
cerebro
tus discursos interminables e insensatos
ante las miradas
indiferentes
de tanto mortal.
Me asquea
tu empeño en gastar billones
de moneda;
insensiblemente dispuesto
para aniquilar a hombres
cuando
el aire te trae
tantas canciones de moribundos por el hambre.
Y así
culminas
mi ira y mi desprecio,
al contemplar tu estampa:
aplastando
desde siglos,
con los pies de tu sombra,
la palabra fresca,
incontaminada,
que repiten el sol, la luz, el árbol:
“verdad”, que ya no
es nada
para el complicado y artificioso
trono en que te meces.
Nota de la Redacción: Estos poemas pertenecen al primer volumen de
la
Obra poética
completa: Mi voz atormentada (Ediciones Carena,
2008), libro de la escritora
Dolores de la Cámara. Queremos
hacer constar nuestro agradecimiento al director de
Ediciones Carena,
José
Membrive, por su gentileza al facilitar la publicación en
Ojos
de Papel.