Se trata de la primera viña pintada artísticamente del mundo, escenario de tierra, madera y pigmentos, que se convierte en un extenso jardín de colores vivos y tonos alegres que se va transformando durante el año con el espectáculo propio de la naturaleza. La viña pintada, de aproximadamente dos hectáreas plantadas de la variedad Chandonnay, está al lado de la carretera C-15, entre Vilafranca del Penedès y La Granada. Desde la carretera se observa claramente el nuevo proyecto artístico de Almirall-Llusià, que ha convertido esta viña en un impactante e inédita instalación pictórica-artística. La intervención consta de más de 800 palos pintados, entre los intermedios y los punteros, que se levantan en la viña emparrada. El proyecto se inició el pasado mes de enero 2004, pintando todos y cada uno de los palos de emparrar las viñas con formas redondas-planas de colores diversos, siguiendo la línea pop que caracteriza su pintura.
Lo cierto es que la intervención crea un verdadero impacto visual, festivo y al mismo tiempo reivindicativo, que rompe con la imagen habitual de cualquier viña. El impacto tiene que servir para tomar consciencia de la necesidad de preservar el Penedès, con frecuencia amenazado por la expansión residencial e industrial. Al mismo tiempo, la instalación se convierte en reclamo y atractivo turístico para la comarca. Por este motivo, y teniendo en cuenta el interés que algunas escuelas han mostrado por esta viña pintada, el artista está creando un dossier informativo en el que se da una orientación didáctica al profesorado para la visita de la viña.
Habitar el espacio de la naturaleza (por Imma Prieto, crítica de arte)
Desde los inicios de la historia del arte, la escultura ha sido uno de los lenguajes artísticos que hemos podido encontrar en espacios abiertos, ya sean en jardines o patios. A pesar de eso, este concepto y el de la escultura misma, a lo largo del tiempo han ido variando y se han modificado. La escultura ya no se entiende como algo finito que existe a partir de la contemplación, sino más bien como un organismo íntegro en el espacio que ocupa. Por un lado, este es uno de los atributos que se le ha atorgado a la escultura, sin olvidar la cuestión de la antigüedad; una de las grandes preocupaciones que ha inquietado al hombre es su relación con la naturaleza, el modo con el que se relaciona con el paisaje. Algunas de las prácticas artísticas desarrolladas durante la segunda mitad del siglo XX ya formulan una orientación nueva, respecto a aquellos objetos o manifestaciones relacionadas íntegramente con la naturaleza. De hecho, el Land Art fue la primera corriente artística que tomó la naturaleza como materia prima de la obra y utilizó el paisaje como escenario elemental. Uno de los principios fundamentales del Land Art es el de alterar, con un sentido artístico, la superficie de la tierra.
Cualquier práctica artística requiere una contextualización; la viña de Almirall Lluisà se inscribe en este punto que engloba el Land Art, como escultura contemporánea y tributo del paisaje original que es, a través de sus propias raíces. La viña parte de una viña real, situada entre Vilafranca del Penedès i La Granada (Barcelona). Se trata de una viña Chardonnay que ha sido alterada y modificada, con respeto y también con una actitud humilde —consciente de su intervención—. Almirall Llusià es uno de esos artistas que ha sabido atorgar a la viña una nueva característica, manteniendo su esencia original: la de un organismo vivo que crece y se relaciona con el viento, la tierra y el aire.
Cada vez que pienso en el artista povera, Penone, recuerdo el trato que tenia con la tierra; él parte de la idea de que el hombre no se cree superior a la naturaleza, sino que su intervención acepta la modificación mutua. Así es la viña de Almirall Llusià; el artista ha colocado más de 800 palos —entre punteros y intermedios— que ha pintado uno por uno, sin repetir ninguna traza; ochocientos palos que hacen referencia a la estética del Pop que caracteriza el pintor y lo hermana con su tierra, el Penedès.
Por el otro lado, cuando contemplamos esta viña que dialoga con la acción artística y los cuatro elementos —aire, tierra, fuego (sol) y agua—, su lectura se abre a lo universal. La viña crece y acaricia los palos, se enreda y evoluciona a través de ellos; y crea un especie de organismo único, dejando que la natura sea la encargada de modificarlos. La acción del sol, la lluvia, el viento... modifican el color de los palos que Almirall Lluisà les había otorgado. La erosión funda una nueva entidad plástica y orgánica.
Desde aquí, también pienso en Chillida y en sus peines al viento; una escultura que sabe habitar en el espacio de la naturaleza y modificar el terreno a través de su presencia, permitiendo que el mar y el viento también sean partícipes. Quizás es esa la única vía para poder pensar en el espacio y dejar que el hombre habite en él desde la contemplación.
La viña de Almirall Lluisà tiene sus raíces en el Penedès con el atributo Pop, que el artista le concede, y se abre camino en un universo que se alimenta del Land art y de las categorías estéticas de la nueva escultura contemporánea. Tan sólo hace falta acercarnos allí y dejar que el equilibrio que emana este fragmento de tierra —equilibrio basado en la acción del hombre y de la naturaleza— capte los sentidos del espectador.
Datos sobre la biografía artística de Josep Almirall-Llusià
Remontándonos a sus orígenes artísticos, Josep Almirall-Llusià se inicia en la pintura de forma autodidáctica a principios de los años 80, y posteriormente cursa estudios de pintura y joyeria (Escola d’Arts i Oficis Artístics del Penedès), estudios que van forjando su técnica con la experimentación con acrílicos y técnicas de aerografía. Tiene obra en colecciones particulares de Ibiza, Girona y Francia, así como en el Museum of Contemporany Hispanic Art de Sant Francisco y el Museu del Barça, entre otros.
Su estilo se basa en la reinterpretación del pop-art, donde los elementos del folklore del Penedès forman parte de su repertorio. Todo este universo pictórico lo ha trasladado a un nuevo soporte completamente insólito hasta ahora, el paisaje vitícola; este cambio de formato convierte a la viña en un auténtico mosaico pictórico donde se unen naturaleza y cultura, realidad e imaginación.