Huelga rural en Argentina

Huelga rural en Argentina



Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

Cristina Fernández de Kirchner

Cristina Fernández de Kirchner

Martín Lousteau

Martín Lousteau

Luis D´Elía

Luis D´Elía

Emilio Pérsico

Emilio Pérsico


Análisis/Política y sociedad latinoamericana
¿Qué cambiará en Argentina tras la huelga rural?
Por Carlos Malamud, miércoles, 2 de abril de 2008
El controvertido discurso pronunciado por Cristina Kirchner la tarde del martes 25 de marzo tuvo el efecto de disparar una serie de protestas, de distintos y diversos grupos, en contra del gobierno. Pese a los pocos más de 100 días en el ejercicio del poder, la presidenta no se pudo beneficiar de los tres meses de tolerancia que en democracia se suele conceder a los recién llegados. En la actualidad son muchos los que se preguntan cuál será el impacto concreto de este movimiento y cuánto será borrado por el paso del tiempo.

Los dos discursos casi consecutivos pronunciados por Cristina Fernández de Kirchner entre el 25 y el 27 de marzo se amoldaron perfectamente a la sintaxis peronista y populista construida desde el poder presidencial. Por eso se volvieron a cargar las tintas contra la oligarquía, que poco o nada tiene que ver con la clase de los grandes terratenientes del pasado. Incluso se desempolvó del baúl de los recuerdos la vieja consigna de “Patria sí, colonia no”, que presenta a los propietarios y productores rurales como el gran y principal aliado del capital extranjero, como no, empeñado en esquilmar a la república y a sus ciudadanos. De este modo, los piquetes rurales fueron definidos como “piquetes de la abundancia” y a sus integrantes rápidamente se los convirtió en prósperos propietarios de poderosos todoterrenos 4 X 4.

Estaba claro, el empeño presidencial buscaba convertir el conflicto agrario en una lucha entre el pobre y sufrido pueblo argentino y los terratenientes rurales sólo preocupados en hacer su agosto a costa de la explotación de los más pobres. Para echar más leña al fuego se terminaría identificando a los huelguistas con los partidarios y defensores de la dictadura militar. El primer discurso presidencial se pronunció el 25 de marzo y el día anterior había sido festivo, ya que se recordaba un nuevo aniversario del golpe militar encabezado por el general Videla en 1976. Por cierto, habría que mencionar que la presidenta, tras unos agotadores días de descanso de vacaciones de Semana Santa en Santa Cruz, no acudió a ninguno de los actos oficiales en contra de la dictadura militar.

 En la Argentina kirchnerista, donde se quiere reintroducir la lucha de clases, hay movimientos sociales buenos y movimientos sociales malos

Un solo detalle describe claramente lo insólito de la situación vívida inmediatamente después de una semana santa festiva y soleada, con millones de veraneantes desplazándose por las rutas del país. Tras unos días de tensión, que iniciaron su escalada a partir de que el ministro de Economía Martín Lousteau anunciara el aumento de las retenciones, se creyó conveniente que la presidenta interviniera para llamar a la calma y al sosiego y templar aquellos ánimos más exaltados. Sin embargo, creyéndose una gran oradora y en el mejor estilo de la casa, la presidenta Fernández improvisó su discurso. No era el momento más adecuado. Era el momento de llevar un texto escrito, bien atado y sin fisuras de ningún tipo, que evitara las metidas de pata. Pasó todo lo contrario. La improvisación, rodeada de un más que barroco tono docente y perdona vidas, llevó a cometer algunos errores de manual de cómo no hacer las cosas, a proferir más de un insulto gratuito contra los huelguistas y a olvidar frases sentidas pronunciadas en el pasado como aquella tan brillante de que “a los movimientos sociales no se los reprime”. Parece que en la Argentina kirchnerista, en esa donde se quiere reintroducir la lucha de clases, hay movimientos sociales buenos y movimientos sociales malos. Mientras los primeros deben gozar del pleno apoyo popular y gubernamental, el segundo debe, y puede, ser salvajemente reprimido.

Como si todo esto fuera poco, y para mostrar dónde está el verdadero poder, desde círculos próximos al gobierno se movilizó a algunos grupos de choque, como los oficialistas piqueteros K y el también oficialista sindicato de camioneros. En plena decadencia franquista el entonces ministro Manuel Fraga pronunció la histórica frase de “la calle es mía”. Desde el poder argentino se transmitió la idea de que la Plaza, por la Plaza de Mayo, es nuestra y no de los representantes de la oligarquía, los traidores y vendepatrias de siempre. Si bien los camioneros no entraron en acción, los piqueteros K, conducidos por Luis D´Elía, el ex funcionario gubernamental, aunque conserva su despacho en el mismo sitio, que debió abandonar su cargo tras sus manifestaciones pro iraníes, y por su colega Emilio Pérsico, irrumpieron sendas noches en la Plaza de Mayo expulsando a trompadas a quienes marchaban y agitaban sus cacerolas contra el gobierno Kirchner.

La situación se complicó cuando tras el discurso de la presidenta los sectores medios y medios altos urbanos decidieron sacar a paseo a sus cacerolas patrias, las mismas que habían resonado cuando el corralito y el que se vayan todos de 2001

El anuncio público del gobierno de subir las retenciones, y hacerlas móviles (a mayor valor de los productos en los mercados internacionales mayor retención) logró algo impensable en el reciente panorama político argentino: la unión de los cuatro principales grupos de productores rurales. Éstos, que tradicionalmente representan intereses distintos y contrapuestos, de grandes, medianos y pequeños propietarios, alcanzaron fácilmente la unidad de acción al considerarse agraviados por la actitud del gobierno. Sin embargo, el poder del movimiento de los huelguistas agrarios no reside sólo en ellos, ya que hay un gran porcentaje del casi millón de productores rurales que no reconoce a la disciplina de ninguno de las mencionadas organizaciones. Son los autoconvocados y, probablemente, son los que expresan las posturas más radicales y menos dialoguistas.

La situación se complicó cuando tras el discurso de la presidenta los sectores medios y medios altos urbanos decidieron sacar a paseo a sus cacerolas patrias, las mismas que habían resonado cuando el corralito y el que se vayan todos de 2001. Es evidente que los intereses de unos y otros no son los mismos, pero los habitantes de las ciudades, que ya le habían dado la espalda al kirchnerismo en las pasadas elecciones, pasaron factura por sus problemas y frustraciones recientes, como la inflación o la seguridad ciudadana. Sin embargo, el temor al poder desestabilizador de las cacerolas, de infausta memoria para los políticos argentinos, hizo mella en la pareja gobernante y en su círculo íntimo. Por eso, no son irrelevantes las preguntas de ¿Cómo se verá afectado el gobierno por este movimiento? o ¿Cuánto quedará del mismo una vez pasado el momento álgido?

Todavía es pronto para ver cuánto y cómo cambiará la política argentina después de estos sucesos de marzo, pero no hay dudas de que el gobierno notó el golpe y deberá dar respuestas contundentes, que no violentas, si quiere recomponer el bloque social que lo llevó al poder. De todos modos, lo que ha quedado bastante claro para una parte importante de la población argentina, aunque todavía no sepamos cuántos, es que los viejos modos peronistas, y el discurso populista no congenian con un país que ha cambiado demasiado y, hoy por hoy, querría soltar lastre con una parte de su pasado. El problema, sin embargo, radica en el hecho de que para otra parte importante de la población, aunque tampoco sepamos cuántos, el clientelismo político sobre el que se asienta el peronismo es mucho más que una forma de vida, aunque de él también depende, en muchos casos, la propia subsistencia.

 

DATOS RECOPILADOS POR LA REDACCIÓN DE OJOS DE PAPEL

El líder piquetero Luis D´Elia arremete contra el periodista Fernando Peña en su programa de radio (29 de marzo de 2008)

Más información sobre el asunto y texto de la carta abierta de Fernando Peña a Cristina Fernández de Kirchner