Miguel Veyrat (Valencia, 1938) es poeta desde niño. En su
adolescencia perpetró un primer libro titulado proféticamente Coplas del
vagabundo, del que destruyó más tarde todos los ejemplares que pudo
encontrar. Para mantenerse y preservar a un tiempo la libertad de su producción
poética, adoptó el oficio de periodista en el que logró brillar con luz propia
mientras construía pacientemente una obra poética sólida, coherente, honda y de
una sorprendente belleza dentro de su economía verbal.
Gran viajero y reportero, corresponsal permanente en numerosos países,
publicó su primer libro, Antítesis Primaria (Adonais), en 1975 mientras
residía en París. La reedición de la trilogía de El Incendiario,
publicada en Madrid en 1993 (Libertarias) y agotado hace años, es un acto de
justicia —como argumenta el espléndido prólogo de Juan Planas—
hacia la obra inicial de la presente línea de pensamiento poético y escritura de
Miguel Veyrat, que ha conquistado a críticos y lectores,
brillando especialmente en sus últimos libros publicados, Conocimiento de la
Llama, que reeditará en breve La Lucerna, La Voz de
los Poetas y Babel bajo la Luna, ambos recientemente publicados
por Calima Ediciones.
Ultima linea rerum
Mors ultima linea rerum est
Horacio
Epístolas Lib I Ep16- 79
La invocación
I
HYMEN
DE AMOR
Y MUERTE:
EN TU EFÍMERO
PUENTE
ESTÁ LA
ETERNIDAD
II
SÓLO LO CRUZA
LA VOZ
DE LA ESPECIE
III
ESE ES
—DE LIVIANO
ACENTO—
EL ÚLTIMO
LÍMITE
Iniciación
¡ CUERPOS DEL HOMBRE !
El sabio permite al niño
Dar el primer paso
Lilith
Cruzas el pubis
Y en tus manos sangra
El miembro.
¡Ya vives! ¡Ya recoges
Sus trozos dispersos!
Ya sientes cómo late
La
savia nueva.
De pronto se cubre el Sol
Con la Luna Negra.
En la niebla
Empañado cristalino:
La madrugada escondite
Donde acecha la
marea
Turbia de la sangre.
Después se calla el geiser.
Amanece
Te pareces a la muerte
Cuando atraviesas silente
El velo de luz del
jardín:
El último aliento de un ave
Cuelga su miedo en tu boca.
Cruzaste otra vez el río.
El día define la luz
La mañana se marchita.
Todo lo que el fuego toca
Pierde su inocencia así.
Vuelo iniciático
Vuela la joven muerte
Llena de inexperiencia.
Su boca todavía tiembla
De mirlos recién segados.
Vislumbra un ser
Lo llama lo tala y alza
Sus brazos cándidos: bebe.
Se filtra la luz de pronto
En la siembra del espanto.
Soledad de
dama
Tú sola
Dada
A la luz
Postrera
Hendida
De un viento
De fuego
Y de pronto
Será tarde.
Eleusis
Tus pasos temblaban sobre el prado:
Tierra quemada donde la dama
Inició su arte a favor tuyo. El aire
Quemaba tus pulmones y
amapolas
Movían sus ardidas calaveras
Sobre el tallo donde madura
la corola.
Sólo cedió un instante el tiempo
De un rayo de tiempo y la succión
Del propio tiempo vagina pavorosa
Te devolvió a la humedad primera.
Dijiste: Esto es ya la muerte,
Dama.
Se dobló tu pierna izquierda en la forma
De una escuadra que roza la primera
Y una mano colocaste reposada sobre el
pecho.
Así rescatado ya de lo oscuro por lo oscuro
Conoció tu corazón el sentido de sus pasos:
La Inocencia bien primero
¡Antes y después del Fuego!
Omar Jayyam juega al
ajedrez
El Gran Cero nos mira
Y se preña su mirada
De humedad totalitaria.
Mueve la mano y desata
La cuántica tormenta:
Abre la sesera y
mana
Rigor pone y descoloca.
Abre y cierra
Nace y mata.
De la su barba de nieve
Ya se
descuelga la
nada.
¡Paz al
hombre
En el negro silencio
Del más allá!
Himno a la vida
Mata bien
Al padre.
(En un doble
Movimiento
De destrucción
De ti mismo)
Hijo mío:
El parricidio
Es todavía
El mejor
De los
Suicidios.
Commare
secca
Sus
manos
La cal y luego
Mirtos y rosas
Sobre la piel
Hierve la lluvia
Humea y huele
Corazón de tu manzana
Mira bien
Muchacho de la noche
La dulce podredumbre
De la
sombra
Se renueva
Mi peso ha descansado
Iluminando
El triángulo
De algas
La sangre
Torturada
Alimenta
Un fuego
De hojas
Secas
Y preñada
La muerte
Estalla
Thanatosophia
Ya que
No moriré
Rainer María
De mi propia
Muerte
Y ni
siquiera
En París
Con aguacero:
Quiero ser
Comido
Como Jesús
De Nazareth
Y rodeado
De místicos
Caníbales
Presidir
Mis propios
Funerales
Un sueño de Blas Pascal
Sólo el reposo
Es la muerte
Semejante a un
Sueño de
piedra.
—Odia el movimiento
Que las líneas altera—
El tiempo se come la vida
Y el enemigo que roe
El
corazón del estoico
Busca la fría belleza
(Pura, impersonal)
La
inmutable belleza.
Con toda la sangre
Que pierde
La culpa crece
Y se alimenta.
Fabulilla
SOLO
LA MUERTE
NOS LIBERA
DEL HORROR
DE LA MUERTE.
Tu sabes bien
Amor mío
A fuerza
De ser requerido
Para el
caso
Que en el fondo
La Mantis
—Religiosa
Por supuesto—
Sólo aspira
A ser
Violenta
Y
(muchísimo)
Mejor
Fecundada.
La
humedad primera
Con la humedad de la noche
La joven muerte me espera.
Bajo el sol de las estatuas
Llega la luz de otra vía.
Mujer de noviembre,
Mi vida futura
Es tu rostro
perdido:
Di
lo que el fuego
No se atreve a decir
Que mi carne es la vela
Que
violenta hasta el viento
Que hora es de ser tú la torre
Cazador de ti
mismo
Llaga violenta frontera perdida
Y mudo volcán.
Desde el abismo que avanza
Llega la humedad primera.
Imitación del
grito
Todo ha sido
Semejante
A una vida
En un territorio
Fingido donde
Pudieras estar
Tu también
Por ser vivido.
Tendremos
Que hacer una reunión
Compañero
Para ponernos
de
Acuerdo
Sobre lo que fue
La vida
Y averiguar
Si ha sido
y/o
No ha sido y
Si así fue
Y pudo o no pudo
Haber sido.
O tal
vez
Tengo la impresión
De que mi vida
No ha tenido ya
(Y no podrá)
Tener lugar.
Tan simple
Imitación
Del grito.
Frontera de la luz
El borde de la
luz
Abre una herida
Donde el límite
Se agranda.
Define
El cuchillo
Del alba
Limpiamente
La
mañana:
Sí: desbordar
Todo límite
Lo puede
Sólo esta
hora
Que ordena
Incautamente
Fundirse
Con el rayo.
Y así todo tiembla
Otra vez
Y se renueva.
Tiembla
Contrapunto
Del vacío.
El poeta
(Jaime Gil de
Biedma,
In Memoriam)
Veyrat está de pie
Frente al paisaje.
Ya sabe que no sabe
Y casi no presiente.
Tuvo sueños y poco tiene
Que no haya profanado.
Palabras ofrecidas
Como putas cansadas
Frases que un día
Pudiera
unir un muchacho
En versos verdaderos.
Sólo le queda resignarse a morir
Como un hecho ineludible de la
especie.
Querría salir de la barbarie
E iniciarse en la noche temblorosa
Al aire
limpio al frágil tallo.
Quien sabe: tras cruzar la sombra o el amor.
Ha perdido a su hermano.
La piedra bruta
Bajo esta piedra
Mi llanto oculto
Bajo la piedra.
Yo sé
que mana
Como una fuente
Mi vida oculta
Bajo la piedra.
Con este llanto
Ya sé que un día
Vendrá la muerte
Y apagará su sed.
Siembra de solsticio
Pasa por la hoguera
Tu vientre seco.
Aromas cegadores
Removerán las cenizas.
Rocío fresco
Mañana de San Juan:
El hielo solsticial
Renovará tu ser.
Primera línea
Quemadura
Del estruendo:
Estrépito
Del glaciar
Pariendo
Un iceberg.
Orión
Cazador ciego
Canto matinal
De rebelión.
El viajero no escucha el
grito
Chispa desconocida
Que todo lo incendia
Avanza mas no puede
No escucha el propio
Fuego al consumirse
Dónde su aliento
Quema dónde
Su estertor
Resuena
Y después silencio.
Sólo tanto sufrimiento
Tanto que el silencio
En su mismo centro
Se
trizaba.
Ahora inmóvil
Allá donde
No avanza
La raya del alba
Ultima línea
De las cosas
Ya no es posible
Conocer:
Sólo la muerte
Es claridad.
El
gran silencio
Son humo los días
Pero si llega la luz
Secretamente
Y tu voz de
nuevo
Me dice que hay
Otra realidad
Detrás del sueño
Sabré por
fin
Que de la muerte
Solo puedo esperar
Una apariencia
De día sin
fin
Y sin reposo.
Son de humo los días
Hasta que el incendio
De la tarde llega.
Para una invocación final
Nada muere: Sólo sus reflejos.
(Tembló de emoción
La Logia entera)
Y de éste modo
Pasado y presente
Anduvieron confundidos.
(Así pues unos hombres
Se sucedieron a
otros
Interpretando
Distintas clases
De gemidos:
“Día sin fin noche
continua
Donde nunca habrá reposo...”)
Hermana Realidad
Quédate para siempre
Entre nosotros no en los
sueños
No en los sueños ni tampoco
En los espejos.
¿O será
que sólo
Sobre apariencias reina
Esta muerte que apenas
Conocemos?
Ese sería para ti el infierno
Venerable Maestro:
Reflejo que
imitando a la vida
Con él pudiera confundirse.
Lo que está arriba
es igual a lo que está
abajo
Hermes Trismegisto
Tabula Smaradigna
Nota de la Redacción: La selección de poemas pertenece a la trilogía
El Incendiario (La Lucerna, 2007), obra de Miguel
Veyrat. Agradecemos al autor y al director de ediciones La Lucerna,
José Luis Reina Segura, su publicación en Ojos de
Papel.