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El flamenco en Barcelona: la época de esplendor
Por Francisco Hidalgo Gómez, lunes, 1 de octubre de 2007
Francisco Hidalgo Gómez ha escrito -y demostrado- que "Cataluña y más concretamente Barcelona, ha sido desde hace más de un siglo uno de los enclaves donde el Arte Andaluz, el flamenco, ha tenido un difusión notable fuera de su entorno territorial más conocido. Este libro, Como en pocos lugares. Noticias del flamenco en Barcelona (Ediciones Carena), es una indagación sobre el nacimiento y florecimiento de este arte en Cataluña. En esta obra su autor revive la época más fructífera de este arte tan singularmente unido a la vida. A través de sus páginas vuelven a abrir sus puertas los legendarios Cafés Cantantes, volvemos a sentir el latir de las más míticas figuras y participamos de la belleza y del arte que alcanzó cuotas insuperables en la calles y locales de Barcelona.
La década de los años veinte fue una etapa de verdadero esplendor para el flamenco en Barcelona. Los locales que ofrecen actuaciones de artistas flamencos, hasta ahora enclavados básicamente en la zona de Atarazanas, del puerto y de la Barceloneta, suben hacia el centro y se abren locales en el entorno de la plaza de Cataluña. El que mayor nombradía alcanzó fue sin duda la Bodega Andaluza, local abierto en los bajos del hotel Colón regentado por Miguel Burrull, hijo. Otro célebre hotel, el Ritz, también tuvo espacio para el flamenco, El Farolillo, que contó con su propio cuadro de flamenco, dirigido por el popular Rayito.
Los teatros, aunque destaca por su especial dedicación el Circo Barcelonés, programan y ofrecen con asiduidad espectáculos flamencos, no sólo los de la Ciudad Condal, también los de otras poblaciones como Girona, Cornella de Llobregat, Sabadell o Sant Adriá del Besós, de las que nos ocuparemos más adelante. Es ya el tiempo de las compañías o tropees flamencas, como entonces se decía, de gira por las más diversas ciudades. La gran mayoría de ellas recalan en Barcelona, plaza importante, con afición numerosa, fiel y entendida. Es el tiempo ya de la ópera flamenca, etapa tan denostada y maltratada, tan criticada e incomprendida y, sin embargo, tan fecunda y pródiga en figuras, tan dignificadola de los artistas y tan modernizadora del flamenco.
Ya se sabe que el nombre de ópera se debió al reducido impuesto que tenían que pagar los espectáculos operísticos en comparación con los demás, el 3% en lugar del 10%, al ser considerados como producto cultural. O, en explicación del periodista Ernest Guasp, Esto de ópera flamenca suena de una manera extraña y mucha gente no acierta a explicarse qué tiene que ver la ópera con el cante jondo. A pesar de lo que parece, la explicación no puede ser más sencilla. Los conciertos de cante jondo se han acogido a esta denominación porque, delante de hacienda, la ópera disfruta de un trato de privilegio en cuanto a pagar impuestos.
Es de suponer que por disimular tan claro interés crematístico o por cuestión de imagen, Verdines ofreció en una entrevista una explicación más brillante: Esto de ópera flamenca fue una ocurrencia de la madre de la Niña de los Peines; una frase que a ella se le ocurrió un día en plena animación de un ensayo en que su niña estaba en lo más culminante de una siguiriyas gitanas. Palmoteando entusiasmada exclamó de pronto: ¡Olé y viva la ópera flamenca! Y así se denomina desde entonces el espectáculo, que fue uno de los éxitos más grandes de mi vida de empresario.
Los promotores más importantes como Carcellé, Verdines, Montserrat, -éste último, por cierto, cantaor aficionado- organizan giras por toda España con compañías, contratando a todas las figuras nuevas que surgían y, lógicamente, también a los consagrados, llevando al menos dos figuras populares como cabeza de cartel (como se sigue haciendo ahora, mayormente, en los festivales), promocionando dichos espectáculos para atraer a amplios públicos a fin de rentabilizarlos económicamente.
Las grabaciones discográficas
Un factor más vino a contribuir a que la presencia de flamencos en Barcelona fuese aún mayor, la instalación de casas discográficas que los llamaban para grabarles sus cantes; en un importante número de ocasiones a propuesta o por iniciativa de los Borrull. Con la divulgación comercial de dos inventos en una misma línea, el fonógrafo y el gramófono, se produjo una gran revolución en el flamenco. La voz de los artistas, sus cantes y sus distintos estilos pudieron llegar con facilidad a la intimidad del hogar, pudieron escucharse una y otra vez en bares y tabernas. La gramola del bar del Manquet, a la que ya hemos hecho referencia, es justamente célebre.
Pronto se popularizaron las grabaciones, primero en cilindros de cera, después en placas de pizarra o estampadas en ebonita por una cara y a partir de 1910 de dos caras, y se organizaron sesiones públicas a precios módicos para poder oír el cante grabado. En Madrid, el diario ABC del 19 de agosto de 1889 publicó el siguiente anuncio: Sociedad fonográfica española, Barquillo, 3. Impresiones de cilindros por distinguidos artistas, de 4 a 7 tarde y de 9 a 12 de la noche. Entrada a cada sesión, una peseta.
El flamenco tenía un nuevo vehículo divulgador y lo que se perdió en espontaneidad se ganó en popularidad masiva y en celebridad para aquellos artistas que grabaron. Tanta importancia se le dio como medio para transmitir el cante que, en 1922, Manuel de Falla estableció una “Escuela de Cante Jondo” en los locales del Centro Artístico, y “El Defensor de Granada” señaló en 11 de mayo de ese mismo año que había comenzado a funcionar con gran animación contándose para las enseñanzas con un excelente gramófono y una rica colección de discos del clásico cante. El compositor Robert Gerhard escribió a Falla durante los preparativos del concurso granadino. Es evidente que la conservación viva del cante popular es tanto más importante que su archivo en rollos fonográficos. Pero si la lenta agonía de todo cante popular es una cosa fatalmente inevitable, como por desgracia parece serlo, creo que el archivo fonográfico debería intentarse paralelamente, sin perder tiempo. Tenemos constancia también del interés de Blas Infante, por citar otro caso representativo, por las grabaciones discográficas, reuniendo un buen número de ellas, que escuchó con atención.
Como se ve, pronto se le aplicaron las más diversas utilidades a las grabaciones fonográficas. Pero volvamos al tema de las discográficas en Cataluña. En 1925 se instala en Barcelona, por ejemplo, la fábrica de discos de Odeón, realizando grabaciones de Manuel Vallejo, El Cojo de Málaga, El Gorito, Antonio Merino, Niña de Linares, Niño de Almadén, Niño de Lucena, El Pena Hijo, Pepe Pinto, Manuel Torre, Juan Varea, Corruco de Algeciras y José Palanca, entre otros. La práctica totalidad de estos artistas aprovechó sus giras por tierras catalanas para grabar o, al contrario, compaginó sus estancias en la Ciudad Condal para grabar con actuaciones en los locales barceloneses.
Juanito El Dorado
Una figura destacadísima y que desempeñó un relevante papel durante los años veinte, y aún en los treinta, fue el mallorquín Juanito El Dorado, tanto en su actividad empresarial como en su faceta guitarrística en la que desarrolló notables maneras, al decir de Fernando el de Triana. Montó su cuartel general en la calla Guardia, regentando su propio local, Casa Juanito El Dorado crudo y desnudo –describe Gasch allá por mayo del año treinta y uno-, virgen de escenografía, el pueblo, el verdadero pueblo, se estremecía emocionado, ante los gritos desolados de la Ciega de Jerez y los tacones trepidantes de las hermanas Chicharra. Esta casa, pero, comienza a llenarse de gente arreglada. Turistas y snobs, literatos y artistas, entran interesados.
Juanito, muy vivo y siempre avispado, capta de inmediato las posibilidades que se le abren a su local con la llegada de ese nuevo tipo de clientela y, dispuesto a explotarlas todas, se apresta a introducir reformas con las mirada puesta en ese público más heterogéneo. El local pierde parte de su simplicidad y encanto primitivos, la decoración aumenta y, paralelamente, la recaudación de la caja. Las reformas, sin embargo, no son tan profundas que ahuyenten totalmente al público más popular que sigue llenándolo, sobre todo los domingos por la tarde. Años después, en el verano del 35, Juanito El Dorado traspasa el local que se transforma en el Gran Kursaal.
Alternó el empresario y guitarrista su dedicación al local con la organización de espectáculos semanales en el Teatro Circo Barcelonés, que gozaron de gran popularidad. Cada martes un público asiduo y aficionado acudía en masa llenando el local y recibiendo, casi siempre, entusiásticamente a los artistas que, además, solían actuar en el local de la calle Guardia propiedad del empresario.
El Teatro Circo Barcelonés, enclavado en la calle Montserrat 12, fue abierto al público el 12 de enero de 1853. En 1857, a raíz de la actuación de la gran actriz italiana Adelaida Ristori, rebautizaron el teatro con su nombre. Un incendio producido la noche del 25 de abril de 1863 lo redujo a cenizas. Fue reconstruido e inaugurado de nuevo el 25 de noviembre de 1869. En el flamante coliseo cabían 2.300 espectadores acondicionados en platea y dos pisos. El inmueble, con aspecto de casa particular, estaba provisto de grandes ventanales lo que facilitaba su utilización en verano. Cerró sus puertas definitivamente en 1944, el 2 de junio, al haber sido expropiado.
En los espectáculos del Barcelonés, a modo de ejemplo, anotemos que actuaron, en 1925, José Cerero, Manuel Vallejo, Angelillo, Caracol, Juanito Varea, Niño de Marchena, Niño de Linares, Fanegas, Niño de las Moras; en 1926, Antonio Chacón, Manuel Vallejo, Guerrita, Niño de Almadén, Angelillo, Varea, Chato de Valencia; en 1927, Marchena Angelillo, Niño de las Marianas, Palanca, Ciega de Jerez. En los años siguientes actuaron Marchena, Caracol, Bernardo el de los Lobitos, El Sevillano y, en los treinta ya, Niña de los Peines, Cojo de Málaga, Manuel Torre, Pepe Pinto, Carbonerillo…
No solamente el Circo Barcelonés acogió actividades flamencas, también las programaron el Nuevo Mundo, Teatre Nou, Olimpia, Victoria, Eldorado, a veces mezcladas con variedades. Así mismo, también Borrull promovió y organizó festivales extraordinarios tanto en el propio Circo como en otros locales, gran parte de ellos a beneficio o en homenaje a Antonio el de Bilbao o Custodia Romero, actuaron en los teatros barceloneses con sus propias compañías.
Juanito El Dorado no se conformó solamente con Barcelona para la organización de sus actividades flamencas, también programó giras con sus espectáculos por otras ciudades y pueblos de Cataluña. Así, por ejemplo, Cornellá de Llobregat, en cuyo Cinema Titán se anuncia: Grandioso acontecimiento. Lo inesperado en Cornellá del grandioso cuadro de cante y baile flamenco en el cual se presentarán los tan renombrados artistas de este género El Gran Fanegas y Juanito El Dorado.
El espectáculo, a precios populares, aunque el público no tendrá derecho a ninguna reclamación si la Empresa altera el programa, avisa la publicidad se ofreció en tres partes. En la primera participaron Niño de la Cava único en su cante, Niña Sevilla cantaora de gran voz, Antonio Seda de Triana único imitador de Cerero y Niño la Vega de Valencia, cantador por todos los estilos. La segunda parte estuvo dedicada a la Presentación de la gran pareja de baile, los que forma la revolución con su gran repertorio, Virtudes La Ronzalito, única por su baile de zapateado, Rayito de Madrid, único bailaor de bailes americanos y flamencos en chufla.
Por último, en la tercera parte se anuncia La cantadora predilecta de todos los públicos por la bonita voz la cual va prosperando hasta ser primera figura de este género Niña de la Cruz. A renglón seguido, aumentando el tono de la publicidad, lógicamente, se avisa: Ha llegado el momento de que el público de Cornellá pueda saborear la labor de la gran artista que está donde las primeras figuras, conocedor de todos los cantes y los del mismo Vallejo El Gran Fanegas, el cual será acompañado del tan conocido y único en su género Juanito: “El Dorado” y en obsequio al público de ésta ejecutará algunas piezas de guitarra de sus creaciones. Finalmente se hace constar que también tomará parte el guitarrista aplaudido de todos los públicos Pedro González.
No podemos dejar de comentar las varias evidencias que nos asaltan desde el cartel anunciador. La primera, y muy interesante, que nuestro guitarrista no se dedicó exclusivamente a acompañar al cante, sino que también solía ofrecer solos guitarrísticos, que tenía composiciones personales. La segunda, que tanto Cepero como Vallejo, poseedores ambos de la Copa Pavón y de la Llave de Oro del Cante el segundo, eran unas auténticas estrellas con verdadera capacidad de convocatoria ya que eran utilizados como reclamo y referencia para situar a otros cantaores. Al segundo se le reconocen unos cantes propios, se le tiene, pues, por creador.
Años más tarde un periodista, en un viaje que hizo a Palma de Mallorca, se encontró a Juanito el Dorado en uno de sus barrios, que le dijeron era el Barrio Chino palmesano. Al preguntarle qué hacía allí, le contestó:
-Estoy malat. Tinc una tenda. M’he retirao del negosi.
Ya hablaba –escribe el periodista- medio en flamenco y medio en mallorquín, que es el pisto más formidable que pueden ustedes figurarse. Juanito fue el Barnum de los cuadros flamencos, sin que por sus venas corriera ni una sola gota de sangre andaluza. Y tras ofrecer algunos datos absolutamente peregrinos sobre Silverio, concluye: …está ahora en su tierra comiendo ensaimadas.
Lógicamente Juanito El Dorado y Miguel Borrull no fueron los únicos en promover giras y actuaciones en los teatros catalanes, otros empresarios también lo hicieron. En 1926, Manuel Centeno realiza una gira con uno de los espectáculos por el empresario Vedrines, finalizando su gira en Barcelona. Este mismo año, en septiembre, vuelve a actuar en Barcelona don Antonio Chacón y con él Pepe Marchena, Guerrita, El Canario y la Gabriela. El cartagenero Manuel González, Guerrita, había llegado con anterioridad a Barcelona, posteriormente a actuaría con cierta asiduidad en ella. En febrero del 27 es Manuel Escacena el que actúa.
Las comedias flamencas
Las comedias flamencas también llegaron a Barcelona. Avalada por su apoteósico y multitudinario éxito diario desde su estreno, el 22 de diciembre de 1928, en el madrileño teatro Pavón, llega a Barcelona “La copla andaluza”, de Antonio Quintero y Pascual Guillén. Su estreno tiene lugar en el teatro Victoria, el 30 de marzo de 1930. Es, como en Madrid, todo un éxito. En las dos primeras semanas intervienen, mano a mano, Angelillo y Guerrita, con el complemento de Custodia Romero. En las semanas siguientes alternarán, ente otros, El Pena, Niño de Talavera, El Viruta, Lola Caballero… El 26 de abril se dedica la función al polifacético Santiago Rusiñol, interpretando ese día uno de los protagonistas Antonio Quintero. Después de la función, celebraron un banquete en honor de los autores en el restaurante Patria que concluyó con una gran fiesta flamenca. Dicha obra también se puso en escena en el Teatro Albéniz de Girona, interviniendo en la representación Niño de Talavera, Tobalo y La Trinitaria.
El éxito de la comedia fue enorme, destacando la aceptación que tuvo en el público barcelonés Angelillo. La prensa le dedicó una especial atención.
Al alcanzar las cincuenta representaciones, en Mirador publican la siguiente crónica:
El argumento tanto da. Un colmado andaluz, un cortijo de Córdoba, una mina, una muchacha deshonrada, el hermano que quiere lavar honor, una prisión, una caravana de gitanos, la madre que se desespera, una ermita en día de romería. Como que todo lo que han de decir los personajes más importantes de la obra, lo dicen en cante jondo, imaginda si de cabo a rabo del argumento hay para disfrutarlo. Es como si dijésemos el cante jondo intensivo. Ahora se les arranca el Chato de Valencia, ahora el Niño de Talavera, ahora el Angelillo, ahora el Guerrita, ahora el Niño de Sevilla, ahora el Pituti, ahora el Niño de las Bulerías, ahora el Muñoz Peña (hijo), y entre medias la Lola Caballero, la Pato, la Custodia Romero, que en conjunto, dentro del género, es como si hablando de ópera nombrásemos: Xaliapín, Titta Rulfo, La Pati, Hipólito Lázaro, y otras celebridades del género.
El público, naturalmente, llena cada noche el teatro Victoria. Y lo llena, aparte que cantan los ases del flamenco y bailan las muchachas que saben más, porque la obra está hecha con gran dignidad. No es ninguna españolada chabacana. Es una “andaluzada” en el sentido más excelente del término.
“La Copla Andaluza” es una de las cosas más nobles que en español se han presentado últimamente en nuestros escenarios. Es simplemente una obra de arte, puede ser que sin que sus autores se hubiesen propuesto hacerlo. ¡Y estamos tan poco acostumbrados a ver obras de arte en nuestros escenarios…!
La obra se mantuvo en cartel hasta mediados de junio en el Victoria, reponiéndose después en otros teatros. Con ella, el teatro flamenco se consolida, gana el favor de los públicos y se multiplica el número de producciones, aunque no todas de igual calidad y éxito. La siguiente obra de Antonio Quintero y Pascual Guillén, “El alma de la copla”, mantiene iguales niveles de calidad y alcanza igualmente el favor del público. Su estreno en Barcelona tuvo lugar el 21 de febrero de 1930 en el Cómico, con Guerrita, Pena y Lola Caballero, sustituyéndolos al mes siguiente Niño de Marchena y Niño del Museo.
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NOTA DE LA REDACCIÓN: Este texto forma parte del libro de Francisco Hidalgo Gómez, Como en pocos lugares. Noticias del flamenco en Barcelona (Ediciones Carena). Queremos hacer constar públicamente nuestro agradecimiento al director de Edciones Carena, José Membrive, por su gentileza al facilitar la publicación de dicho texto en Ojos de Papel.