Reseñas de libros/No ficción
Paco Ignacio Taibo II: Pancho Villa. Una biografía narrativa (Planeta, 2007)
Por Rogelio López Blanco, lunes, 3 de septiembre de 2007
Aunque es más conocido en España por su vinculación con el género de la novela negra y como gran impulsor de Semana Negra de Gijón desde 1988, el mexicano de origen asturiano Paco Ignacio Taibo II es un escritor prolífico que ha elaborado otras biografías como la de Ernesto Guevara, el Che. Ahora, tras cuatro años de ardua labor, pone a alcance del público una biografía de uno de los más emblemáticos representantes de la Revolución mexicana, Pancho Villa. La obra, que es de considerable amplitud, se concentra en las vicisitudes personales del caudillo guerrillero. Es decir, recoge con la mayor precisión y detalle posible la arriesgada vida de quien nació llamándose Doroteo Arango (1879-1923).
Por lo tanto, quienes conozcan poco o nada el curso de la Revolución mexicana encontrarán serias dificultades para entender el contexto político del país en el que se desarrolla una figura como la de Villa, pues apenas hay en la obra algunas referencias puntuales al curso general de la vida pública del México de aquellos tiempos. Por contra, el esfuerzo de investigación documental y la amplísima bibliografía consultada por el autor, permiten redondear un cuadro excepcional de quien acabó siendo un mito que ha llenado miles de páginas de prensa, cientos de libros y ha ocupado la retina de muchísimos ciudadanos del ancho mundo con sus fotos y películas basadas en su figura e historias, unas verdaderas, otras apócrifas.
Paco Ignacio Taibo II no se arredra ante tanta leyenda y testimonios contradictorios, rastrea la verdad, los hechos y, cuando hay dudas, no oculta las dificultades o los límites de la indagación, exponiendo las encrucijadas y enigmas con los que se ha topado a través de interrogantes muy sugerentes. Pese a la amplitud del trabajo, el enfoque narrativo que emplea el autor facilita la amenidad de la lectura de una vida que de por sí es enormemente seductora. Empezando por la etapa previa a su compromiso con la Revolución, que se inició a partir de 1910. Antes, tras una dura niñez, se forjó como un hombre de frontera en el espacio geográfico del centro norte mexicano. Se convirtió en un tipo duro, acostumbrado a vivir en un ambiente bronco, a menudo inhumano, en el que, además de desempeñar numerosos oficios, estuvo fuera de la ley practicando el bandidaje, sobre todo como cuatrero. Las incursiones y la venta del ganado que capturaba le convirtieron en un experto conocedor del terreno del norte de México, principalmente de su territorio, Chihuahua, y de los estados vecinos, y forjaron una notabilísima capacidad para establecer una amplia red de contactos y amistades caracterizada por su fidelidad.
Esa experiencia vital también le valió para adoptar un peculiar código de conducta al que sería exagerado calificar de ético, pero que hacía las veces de dique contra la barbarie y el exceso que le merodearon toda su vida. Algunos elementos como la intolerancia contra el alcohol o la preocupación por la instrucción educativa, así como un sentido elemental de la justicia social, forman parte del acervo de ese primer periodo de su vida adulta. De todas formas, (...) nunca fue un Robin Hood
En consonancia con el ambiente humano, estaba el espacio físico de sus correrías, con desiertos y montañas de condiciones inclementes que él y sus hombres aprendieron a soportar hasta unos extremos inconcebibles para los que serían sus enemigos. Se forjó así un temperamento entre astuto y arrojado, entre desconfiado e impetuosos, pues no en vano estaba en juego su supervivencia entre gente no muy distinta a él.
Esa experiencia vital también le valió para adoptar un peculiar código de conducta al que sería exagerado calificar de ético, pero que hacía las veces de dique contra la barbarie y el exceso que le merodearon toda su vida. Algunos elementos como la intolerancia contra el alcohol o la preocupación por la instrucción educativa, así como un sentido elemental de la justicia social, forman parte del acervo de ese primer periodo de su vida adulta. De todas formas, es cierto que en esta etapa, al contrario de cómo la interpretó el caudillo ya consagrado, nunca fue un Robin Hood, según señala el autor, pero tampoco estuvo al servicio de unos hacendados que abusaban de su posición oprimiendo a los humildes amparándose en una legalidad injusta. En este sentido, se puede decir que la figura de aquel Villa era consecuencia de la contestación y adaptación a un contexto social de arbitrariedades y atropellos sangrantes.
Todo cambia el 20 de noviembre de 1910, al unir su partida de bandidos a la revolución de Francisco Madero contra el tirano Porfirio Díaz. Entre esa fecha y julio de 1920, cuando, en un marco político nacional que considera asumible, acepta unas dignas condiciones de rendición que satisfacen plenamente sus exigencias y las de sus hombres, Pancho Villa se convertirá en el general más representativo de la Revolución, el que llevará a cabo las acciones más arriesgadas y cuyas fuerzas soportarán el mayor peso en los combates, ejecutando operaciones imposibles, de un atrevimiento y un riesgo que ningún otro fue capaz de aceptar. Su papel fue decisivo para la toma de Ciudad Juárez que supuso el final del porfiriato (mayo de 1911).
De lo escrito por Taibo II se deduce que el control de la zona centro-norte del país, tanto a través de las relaciones de patronazgo y amistad como del poder de convocatoria militar para poner en acción hombres y recursos, convirtió a Villa en alguien incómodo, fuera quien fuera el que ocupase el sillón presidencial. Tampoco Villa, quien parece plenamente consciente de sus limitaciones para gobernar el país, quiso desprenderse de su influencia
Pero la lucha no acabó ahí, Villa se puso de parte del presidente Madero cuando se alzó Pascual Orozco en Chihuahua (marzo de 1912) y más adelante combatió contra el general Victoriano Huerta, que había asesinado al presidente en febrero de 1913, apoyando a Venustiano Carranza que se impuso en agosto de 1914. Poco más tarde, rompió con éste y se inició un nuevo enfrentamiento que empezó a marcar el declive de la hegemonía militar del general Villa. Con el embargo norteamericano y las fuerzas de un estratega superior, Álvaro Obregón, aquél perdió varias batallas sucesivas, por lo que tuvo que disolver su ejército y hostigar con la guerra de guerrillas al régimen de Carranza.
El bagaje del jefe revolucionario no incluía sólo la osadía, la pericia militar y el dominio del terreno. Villa organizó todo un ejército, la División del Norte, disponiendo desde la disciplina hasta la logística y la intendencia, logrando su autofinanciación a través de la extorsión a los propietarios latifundistas porfiristas, el robo de ganado vacuno y caballos y negocios de todo tipo. La porosa frontera con los Estados Unidos, pese a los intermitentes embargos hasta el cierre definitivo para él en 1915, permitió el acceso al armamento y la munición. También reunió unos cuadros de mando, la mayoría de su misma procedencia social, de primer nivel, que fueron fieles a sus órdenes y supieron interpretar fielmente su forma de actuar en los enfrentamientos bélicos.
Evidentemente, de lo escrito por Taibo II se deduce que el control de la zona centro-norte del país, tanto a través de las relaciones de patronazgo y amistad como del poder de convocatoria militar para poner en acción hombres y recursos, convirtió a Villa en alguien incómodo, fuera quien fuera el que ocupase el sillón presidencial. Tampoco Villa, quien parece plenamente consciente de sus limitaciones para gobernar el país, quiso desprenderse de su influencia. En cualquier caso, para quienes gobernaban, Pancho Villa, lo quisiera o no, representaba un poder paralelo con el que se tendía a confrontar de forma casi inevitable. Por lo demás, nunca faltaron razones para la vuelta a la lucha, pues las fricciones provocados por su gente y quienes querían vengarse de él o de sus hombres eran un flujo continuo de tensiones y chispazos violentos..
En última instancia, el hecho de representar un peligro potencial para quienes estaban y aspiraban al poder (Obregón y Calles) y el elemento de venganza que espoleaba a muchos afectados por el villismo, sea por intereses económicos o cuestiones personales y familiares, le costó la vida (20 de julio de 1923). Parece que no podía ser de otra forma para el avance en la definitiva institucionalización de la Revolución mexicana y el intento de poner fin a la inestabilidad política, que aún se cobraría otras víctimas de renombre pero no de tanta fama mundial.
La biografía de Paco Ignacio Taibo II es un estimable trabajo, muy bien documentado y espléndidamente escrito, de lectura amena, que logra trazar un espléndido retrato del caudillo Pancho Villa, tanto de su personalidad como de sus habilidades y hazañas, pero excesivamente prolijo con el detalle, en especial en el relato de las batallas, y anémico de referencias al marco general de la Revolución y la política mexicana.