Reseñas de libros/No ficción
Joachim Fest: Yo no. El rechazo del nazismo como actitud moral (Taurus, 2007)
Por Rogelio López Blanco, martes, 3 de julio de 2007
A raíz de la película El hundimiento, que recoge los últimos días de vida de Adolf Hitler, basada en la obra homónima de Joachim Fest (1926-2006), el nombre del periodista e historiador alemán apareció con profusión en los medios de comunicación. El trabajo del director alemán Olivier Hirschbiegel, candidata al Oscar a la mejor película extranjera en 2005, levantó una gran polémica al mostrar, a juicio de muchos críticos, un retrato “demasiado” humano del abominable dictador nazi. La respuesta de Fest ante este planteamiento fue que, efectivamente, Hitler no venía de otro planeta.
Esta anécdota retrata perfectamente la posición vital e intelectual de Joachim Fest y el hilo conductor de sus memorias: no dejarse llevar por la corriente, combatir con escepticismo el espíritu de los tiempos y no dejarse dominar por ellos, una inercia que considera es la raíz de los males que asolaron Alemania. Así lo aprendió en casa del ejemplo dado por su padre, un católico liberal del partido Zentrum que apoyó hasta el final a la República de Weimar y que jamás abdicó de sus principios, lo que acarreó numerosas penurias a él y su familia.
Sin embargo, hay que advertir que Joachim Fest, que según cuenta llegó por pura casualidad a dedicar su vida profesional al estudio de la historia contemporánea, ya había sido reconocido académicamente en 1973 por su gran obra sobre Hitler (publicada en España por Planeta en 2005), y tenía una gran reputación en su país, entre otras razones por ser coeditor del periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung entre 1973 y 1993. En este diario dirigió el cuaderno de cultura desde el que se abrió la puerta, con la publicación de un artículo del historiador Ernst Nolte, a la Historikerstreit --“Disputa de los historiadores”— en los años 1986 y 1987.
...la mitad del libro, (la) más interesante a mi juicio, está dedicado a la familia en Berlín, a la descripción de la resistencia del padre Johannes, un profesor de instituto destituido por desafecto, a la imposición totalitaria nazi y a las experiencias de la niñez y primera adolescencia del joven Joachim. Una vida, pese a todo, feliz en términos generales debido al abrigo de los padres y la unión familiar en torno a la consistencia moral y convicciones del progenitor
Pero la cuestión está en las memorias de Fest y en ellas apenas alude, salvo al final y muy por encima, a asuntos de interpretación histórica, que, con acierto, considera bien atendidos en el resto de su obra, reservando estas páginas a la reconstrucción de la memoria personal, tanto echando mano de sus recuerdos como de los de sus familiares y allegados. El autor lo expone con claridad en el prólogo: “no he pretendido hacer una historia de la época Hitler, sino plasmar su reflejo en un entorno familiar”. El resultado material es, no podía ser de otro modo, fragmentario y muy peculiar, casi chocante, al omitir a menudo los efectos cotidianos que la marejada histórica dejaba en el desarrollo de su vida adolescente. Esta característica dota a las memorias de una extraordinaria autenticidad. No quiere decir necesariamente que esa sea la realidad ni mucho menos, sino lo que ha podido reconstruir y ha querido enfatizar el memorialista. En este sentido son muy significativas estas palabras de la Nota final, en la que, tras confesar que las memorias tienen muchas lagunas, señala: "Éste no es el único problema. Otras cosas no han aparecido porque la memoria, a la fuerza fragmentaria, las ha sepultado para siempre y ha sacado a la luz nada más que unas cuantas ruinas incoherentes. O porque el ambiente propio de una época, su tono o el color de una vivencia no se podían expresar con palabras. Pues lo que la memoria conserva no es, en sentido estricto, lo que una vez ocurrió. El pasado es siempre un museo imaginario. Con posterioridad, uno no escribe lo que ha vivido, sino lo que el tiempo, el cambio de perspectiva y la propia voluntad que se imprime a las formas han hecho en el caos de las vivencias medio sepultadas. En conjunto, uno no es menos fiel a cómo pasaron las cosas que a cómo era él, a quién es. Ésta es no sólo lo flaqueza de los libros de memorias, sino también su justificación" (página 295).
Los capítulos de la obra se pueden agrupar en tres apartados. El primero, que ocupa prácticamente la mitad del libro, el más interesante a mi juicio, está dedicado a la familia en Berlín, a la descripción de la resistencia del padre Johannes, un profesor de instituto destituido por desafecto, a la imposición totalitaria nazi y a las experiencias de la niñez y primera adolescencia del joven Joachim. Una vida, pese a todo, feliz en términos generales debido al abrigo de los padres y la unión familiar en torno a la consistencia moral y convicciones del progenitor. Son estos unos capítulos emocionantes y transcendentales, donde se muestra que no fueron pocos los alemanes que resistieron a la tentación de la pasividad cómplice, cuando no la colaboración interesada, a costa de enormes adversidades, aislamiento y hostilidad. Con el añadido de haber recibido al final de la guerra el castigo destinado a los derrotados. Ni siquiera tras el hundimiento del régimen, el padre quiso hacer ostentación de su posición de resistente para obtener privilegios. Mientras Joachim y sus cuatro hermanos disfrutaban, estudiaban y se formaban bajo la tutela del padre, quien iba incorporando a los mayores, el autor y su hermano mayor Wolfgang, a la causa de sus convicciones como resistente, la situación mermaba el aguante de la madre. Ella, que anteponía el bienestar de la progenie a los principios compartidos con su marido, años después de la guerra, aceptó sin reticencia alguna que su esposo había tenido razón.
En este espléndido libro de memorias se encuentra condensado la caída de todo un mundo, el burgués, se acredita la existencia de una porción de alemanes que intentaron resistir defendiendo la libertad y que sufrieron las consecuencias de la guerra
El segundo apartado comienza con el traslado de los tres hermanos varones a un internado en Friburgo en 1941, la posterior incorporación a filas de Joachim en 1944 y el tiempo de internamiento en el campo de prisioneros hasta su licenciamiento en 1946, episodios que el autor salpica de constantes comentarios sobre sus inquietudes intelectuales en el campo de la literatura y la música, particularmente la ópera, sin olvidar las vicisitudes familiares, como la muerte de su hermano y la captura del padre en el frente del este por los soviéticos, así como la violencia desatada por los vencedores sobre otros familiares lejanos, en los que hace constar desde asesinatos a violaciones. El tercero recoge brevemente la trayectoria posterior a la guerra y aquí vienen algunas consideraciones de tipo general sobre su vida y la asunción de la experiencia, una especie de recapitulación, que vuelve a conferir un gran interés a estas memorias.
Destacan por la coincidencia de la publicación de las memorias de Grass (Pelando la cebolla) sus alusiones a éste: “Cuando Günter Grass o alguno de los innumerables autoacusadores manifestaban su sentimiento de vergüenza, en modo alguno querían llamar la atención sobre su propia culpabilidad, más bien sobre los muchos motivos de todos los demás para avergonzarse. No obstante, según ellos, para su escándalo y el de todos los demás, la gran masa no estaba preparada para esto. Ellos se sentían ya libres de cualquier reproche gracias al reconocimiento de su vergüenza”. Con esta maniobra, a mi juicio, la izquierda pretendía restituir su superioridad moral sobre la derecha democristiana, cosa que Fest nunca aceptó. A él nadie podía darle lecciones, la impronta moral del ejemplo paterno y su propia experiencia le conferían fuerza para mantener durante años una beligerancia ideológica desacomplejada frente a la izquierda que siempre le ha tratado de alinear con el nazismo para descalificarlo, independientemente de sus errores en la valoración de determinados personajes o aspectos históricos, como le ocurrió con Albert Speer, asunto sobre el cual no tuvo empacho en admitir su equivocación.
En definitiva, en este espléndido libro de memorias se encuentra condensado la caída de todo un mundo, el burgués, se acredita la existencia de una porción de alemanes que intentaron resistir defendiendo la libertad y que sufrieron las consecuencias de la guerra. Además, hay una importante enseñanza moral: “La lección que me enseñaron los años del nacionalsocialismo se resume en oponerme a las corrientes de opinión y no dejarme llevar por ella”. Posición resumida en la sentencia que le inculcó su padre: “Aunque todos participen, yo no”.