Magazine/Nuestro Mundo
Rutas del exilio: Esquinazau (Bielsa-Parzán-Aragnouet)
Por ojosdepapel, martes, 3 de julio de 2007
Rutas del exilio (Alhena Media), obra de Marc Ripol, que cuenta con un sugestivo prólogo de Jorge M. Reverte, comprende 10 rutas históricas por la península Ibérica y sur de Francia; 18 rutas para realizar bien a pie, bien en coche por los espacios históricos por los que transcurrió el exilio tras la guerra civil española; 22 mapas detallados de las rutas, tanto las históricas como las actuales; más de 130 fotografías de diferentes épocas que ilustran el fenómeno del exilio. Las rutas del exilio proponen nuevas formas de recorrer espacios muy transitados como Pirineos, Parque Natural de Cadí-Mixeró, el Empordà catalán, el sur de Francia... en travesías aptas para todo tipo de viajero.
En el mes de marzo de 1938, lo que parecía una guerra entre dos ejércitos igualados está comenzando a decantarse a favor de las tropas franquistas, que acaban de conquistar toda la cornisa cantábrica y siguen empujando a las cada vez más debilitadas fuerzas republicanas hacia el Mediterráneo.
En Aragón, la 31 y la 43 División se atrincheran en la provincia de Huesca y resisten los ataques durante unos meses, pero la presión de la artillería pesada es constante y la situación cada vez es más difícil. Tras unos días de intenso fuego de mortero y de bombardeos de la Legión Cóndor alemana, el 22 de marzo la infantería franquista inicia el avance y los republicanos se ven obligados a ceder terreno. La retirada de la 31 División se convierte en una espectacular desbandada: sus tropas se disgregan en pequeños grupos que se las arreglan como pueden para huir a Francia o hacia Cataluña. La mayoría pasa a Luchon desde Benasque.
Esto deja a la 43 División en una situación todavía peor de la que se encontraba, pues la desaparición de la 31 División, que mantenía una línea defensiva al sur de aquélla, deja libre la ruta hasta Barbastro, localidad que rápidamente toman los nacionales. La 43 División queda aislada en el Sobrarbe, asediada por todos los flancos excepto por el norte y totalmente desconectada de las demás fuerzas republicanas. Pero sus ocho mil soldados no tienen intención de huir y van a vender cara su piel. Se trata de una División del Ejército Popular de la República Española formada en junio de 1937 por la reorganización de otras unidades, con batallones como el Altoaragón o el Cinco Villas, integrados por obreros y militantes republicanos huidos de esas comarcas, ya en poder de los sublevados, o el de la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE), el sindicato de los maestros. Son casi todos voluntarios que han empuñado las armas desde el inicio del conflicto para defender la legalidad vigente de la República.
Es en ese momento cuando Antonio Beltrán, conocido como el Esquinazau, toma el mando. Cuando el Estado Mayor lo pone al frente de la 43 División ya es un hombre reconocido y respetado por su protagonismo en la sublevación de Jaca, donde un grupo de soldados y civiles comandados por el capitán Fermín Galán intentaron acabar con la dictadura de Berenguer e instaurar la República. Beltrán es también apreciado entre la tropa por su carácter amigable y franco, aunque duro e implacable cuando conviene. Nacido en el Pirineo oscense, en Canfranc, conoce bien todo ese sector pirenaico.
Asediado por las fuerzas nacionales, el Esquinazau mueve a sus tropas hacia el norte y el 14 de abril se hacen fuertes en el valle del Cinca, donde la orografía del terreno juega a su favor: los angostos desfiladeros, flanqueados por altas montañas, son el único paso hacia el valle y resultan relativamente fáciles de proteger. Durante varias semanas, logran parapetarse y aguantar las constantes de los quince mil hombres que los asedian creando una primera línea defensiva entre Escalona, convertida en escombros, y Laspuña. Las batallas son cruentas, hay numerosas bajas en ambos lados, aunque los nacionales están saliendo peor parados.
Bielsa, enclavada en la intersección de los ríos Cinca y Barrosa, a apenas diez kilómetros de la frontera con Francia, se encuentra justo detrás de las líneas de defensa republicanas. Allí se han refugiado muchos civiles de las poblaciones que se encuentran en plena línea de fuego, como Labuerda, Puyarruego, Laspuña, Escalona o Lafortunada. En el pueblo se instala un hospital de fortuna y se reciben algunas municiones y víveres que el Estado Mayor hace llegar desde Cataluña vía Francia. El Esquinazau sabe que no podrá mantener su posición indefinidamente, pero está decidido a plantar cara mientras pueda. Durante el mes de abril las tropas organizan la evacuación a Francia de los civiles instalados en Bielsa, y en dos semanas pasan más de seis mil personas. Los pastores de la zona organizan la ruta de escape: cada día llevan a un grupo, formado principalmente por mujeres y niños, hasta Parzán y, ayudados por cuatrocientos mulos, a lo alto del paso de Puerto Viejo. En ese punto esperan a voluntarios franceses que ayudan a los exiliados en su descenso por los caminos cubiertos de hielo y nieve hasta llegar a Aragnouet. El 15 de abril, ya con Edouard Daladier en el gobierno francés, se decreta el cierre de la frontera al paso de militares y de material militar, con lo que se suspende la llegada de municiones procedentes de Barcelona; de repente una situación difícil se convierte en casi desesperada.
La mañana del 14 de mayo las tropas nacionales divisan varias columnas de humo entre las montañas y deducen que se trata de la habitual quema de material de guerra antes de la retirada, las hogueras en las que se quemaba todo aquello que no podía cargarse y que se quería evitar que cayese en manos del enemigo.
Antonio Beltrán, el Esquinazau, nació en 1897 en Canfranc, en el Pirineo aragonés, y emigró casi niño a Nuevo México. Se comprometió brevemente con la revolución mexicana y regresó a Europa durante la Primera Guerra Mundial como combatiente de la Legión Americana. Desertó al poco tiempo y regresó a Jaca para convertirse en uno de los personajes principales de la sublevación republicana de Fermín Galán el 12 de diciembre de 1930, donde se intentó derrocar la dictadura del general Dámaso Berenguer. En ese conflicto, en el que desempeñó un papel protagonista, se hizo popular su apodo del Esquinazau. Miliciano al inicio de la Guerra Civil española, colaboró en la formación de las primeras unidades altoaragonesas, ingresó en el PCE y con el grado de teniente coronel resistió al mando de la 43 División republicana en la Bolsa de Bielsa. Tras la guerra se trasladó a Moscú e ingresó en la Academia Superior del Ejercito Rojo, la Frunze, donde se graduó coronel. Posteriormente el PCE lo destinó a Francia para que dirigiera la guerrilla antifranquista en el Pirineo –activa hasta mediados de los años cincuenta –, donde coordinó los «pasos» por el Pirineo Central. Temerariamente crítico con los métodos del PCE, abandonó el partido y sufrió dos intentos de asesinato por parte de sus antiguos compañeros. Murió en México, olvidado por todo el mundo y casi en la indigencia. El paso de Puerto Viejo ya había sido utilizado, antes que por los exiliados, por contrabandistas y comerciantes.
Tras unas horas de intenso fuego de mortero, no hay respuesta alguna por parte de los republicanos, por lo que las tropas nacionales comienzan a avanzar. Un reconocimiento con avioneta indica que la zona está aparentemente despejada, aunque la densa humareda provocada por las fogatas dificulta la visibilidad. Las tropas de infantería llegan hasta Puyarruego y lo encuentran abandonado. Confiadas, salen a campo abierto para proseguir el avance, convencidas de que llegarán hasta la frontera francesa sin encontrar un alma.
Sin embargo, los soldados de la 43 División llevan doce horas escondidos en el desfiladero de Las Devotas, un paso angosto entre paredes elevadas que proporciona una fortificación natural. Han estado ocultos entre las rocas y en pequeñas trincheras, aguantando el fuego de mortero sin mover un dedo y viendo cómo ardían los troncos rociados con gasolina que habían preparado la noche anterior, a los que añadieron mantas empapadas en agua para aumentar la humareda. Como si de una película del oeste se tratase, de repente los hombres del Esquinazau abren fuego sobre unas sorprendidas tropas que ni siquiera pueden encontrar un lugar donde protegerse. El resultado es una matanza.
Al día siguiente, los hombres de la 43 División, ya conocidos como los de la Bolsa de Bielsa, reciben en Puyarruego la visita del jefe de Gobierno de la República, Juan Negrín, y de Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor, que logran llegar hasta los embolsados a través de Francia. Los dos mandatarios pasan revista a las tropas, otorgan la medalla del Valor de la República a todos los soldados y les animan a seguir resistiendo. La Bolsa de Bielsa es famosa en medio mundo y sus hazañas aparecen en la prensa de París, Nueva York, Londres y Moscú.
La emboscada ha sido la gota que ha colmado el vaso. Para Franco la zona es importante estratégicamente, pues allí se halla la central eléctrica de Lafortunada, que debe abastecer toda la industria pesada de Bilbao. Pero, además, ganar la batalla se ha convertido en una cuestión de orgullo herido, y a partir de ese momento la zona será barrida por la aviación.
Llegan tropas de refresco y los nacionales avanzan rápidamente. Los republicanos, exhaustos y sin apenas municiones, planean la retirada. El 15 de junio nueve bombarderos Heinkel-51 dejan caer toneladas de bombas incendiarias sobre Bielsa, Plan y otros núcleos urbanos. Los pueblos ya han sido evacuados, y muy probablemente los mandos nacionales son conscientes de ello, pero los bombardeos no cesan hasta que no queda una sola casa intacta; más que un motivo militar los bombardeos parecen buscar una revancha contra la población civil que apoyó a la Bolsa de Bielsa.
Durante el día, mientras los aviones no dejan de sobrevolar la zona, las tropas de la 43 División permanecen escondidas en el monte. El más mínimo movimiento que delatara su posición significaría una lluvia de explosivos sobre sus cabezas. A las cinco de la tarde cargan cuanto pueden en los mulos que les quedan e inician el camino del exilio, utilizando la misma ruta por la que ha estado pasando la población civil. La retirada es cuidadosamente organizada y se realiza en absoluto orden: a medida que se avanza, se van formando retenes que cubren la retaguardia y los flancos de posibles ataques sorpresa. Los retenes no mueven la posición hasta que no queda nadie tras ellos, y así progresivamente. En cabeza van los civiles que quedan en la región y algunos heridos. Nadie permanece en el valle a esperar a los nacionales.
A pesar de lo avanzado de la primavera, los montes todavía están nevados y las temperaturas a esas horas son bajas. Un par de mulos resbalan y caen precipicio abajo; los soldados siguen su cansino caminar como si nada hubiese pasado, pues ya nada puede hacerse. Durante la ascensión, los que se paran a mirar atrás ven el resplandor, en medio de la oscura noche, de las enormes hogueras en que se han convertido Bielsa y Parzán por efecto de los bombardeos.
Antes de medianoche, al límite de sus fuerzas, llegan a Puerto Viejo, pero allí se topan con los gendarmes y la policía de aduanas francesa, que ya están avisados de su llegada y que no les permiten el paso si no entregan las armas. Las negociaciones son tensas. Los hombres del Esquinazau son mayoría y van mejor armados, pero entrar en Francia disparando no es una opción viable. Finalmente acuerdan entregar las armas. Un soldado se desprende de la metralleta que ha cargado durante la dura cuesta con estas proféticas palabras: «Cuidadla bien; mañana seréis vosotros quienes la necesitaréis ». Apenas un año después empezaría la Segunda Guerra Mundial. A las cuatro de la mañana del 16 junio, el último soldado de la 43 División abandona España.
La 43 División, la Bolsa de Bielsa, aislada de las otras unidades del ejército, valiéndose por sus propios medios, ha aguantado dos meses –desde el 14 de abril hasta el 15 de junio– un asedio constante por parte de unas fuerzas que casi les doblaban en número y disponían de un material bélico más abundante y en mejores condiciones. Posteriormente el aparato de propaganda franquista se ocupará de difundir el bulo de que los rojos, durante la retirada, quemaron los pueblos que encontraron a su paso.
Los soldados llegan a Aragnouet y desde allí son trasladados a Arreau, donde les formulan la habitual pregunta a los exiliados españoles, simple y directa: ¿Franco o Negrín? Son 411 los que deciden que hasta allí han llegado y se suben al tren que les llevará a la España nacional vía Irún; entre ellos hay algunos simpatizantes con la causa nacional que han sido reclutados forzosamente por las fuerzas republicanas por encontrarse en «zona roja», pero la mayoría de esos soldados sospechan que la victoria republicana es cada día más difícil y prefieren apostar a caballo ganador. Para los otros 6.889 la guerra todavía no ha terminado y optan por poner rumbo a Barcelona, a la España republicana, y volver a primera línea de fuego.
Los dos trenes en los que se hacinan los soldados parten hacia Perpiñán, pero a su paso por Toulouse son detenidos por una muchedumbre: los obreros han abandonado las fábricas y se amontonan en la estación bloqueando las vías. Ha corrido la voz de que los héroes de la Bolsa de Bielsa van a pasar por la ciudad y nadie quiere dejar escapar la oportunidad de felicitarles, de obsequiarles con comida y con ropa. Unos y otros entonan «La Marsellesa », que los españoles conocen casi tan bien como los franceses. Los festejos se repiten en Narbona, pero la traca final les espera en la ciudad de Girona: hace ya muchas semanas que no se reciben buenas noticias del frente, y la llegada de estos combatientes desata el entusiasmo.
Tras estos pocos instantes de gloria, les espera la cruenta batalla del Ebro. Los que sobrevivan volverán a retroceder ante el avance de las tropas franquistas y volverán a cruzar la frontera francesa, pero esta vez ya para no regresar. Unos acabarán sus días en Alemania, en el campo de exterminio de Matthausen, otros se quedarán en Francia o lograrán llegar a México o a la URSS, y otros muchos lucharán en la resistencia, echarán a los nazis de Francia y entrarán victoriosos en París bajo dos banderas tricolores: la francesa y la republicana.
Una justa venganza contra aquellos que en la contienda redujeron a escombros aquel pequeño pueblo perdido entre las montañas del Pirineo aragonés.
Puntos clave de la ruta
Bielsa
Este austero pueblo pirenaico, situado en la confluencia de los ríos Cinca y Barrosa, estuvo aislado del resto de España hasta bien entrado el siglo XX. Separado del resto de la comarca del Sobrarbe por congostos inaccesibles, como son los de Olvena y Las Devotas, y por sierras de más de dos mil metros de altura (Las Sucas, Monte Perdido, La Munia o Sierra Marqués), Bielsa ha permanecido al margen de los acontecimientos de España; de hecho, por motivos orográficos tenía más relación con los vecinos franceses del norte. La carretera que lleva a Bielsa, construida por la sociedad Hidroeléctrica Ibérica, no se finalizó hasta 1920 y era de uso particular. Todo cambió con la Guerra Civil, cuando los hechos de la Bolsa de Bielsa dieron la vuelta al mundo. El casco urbano de la población es prácticamente nuevo, pues tuvo que ser reconstruido tras la guerra. El edificio del ayuntamiento perdió el tejado, pero pudo salvarse. La iglesia, un poco apartada del núcleo urbano, fue el edificio que menos daños sufrió.
En el pueblo todavía viven algunos hombres que formaron parte de la 43 División, como Antonio Escalona Noguero, que fue soldado de artillería, o Tomás Pallaruelo, que actualmente vive en Lafortunada.
José Gistau, Barranco, es el último de los «paqueteros» que sigue vivo. Durante el siglo XIX y principios del siglo XX, Puerto Viejo fue una ruta muy frecuentada por los «paqueteros», contrabandistas que pasaban ganado y productos de consumo entre Francia y los pueblos del valle de Bielsa. El duro camino por la montaña no era tan sólo una forma de evitar los aranceles aduaneros; era la única vía de comercio con el exterior. José Gistau, apodado Barranco, antes de cumplir los dieciocho años decidió, como tantos otros muchachos de la comarca, ir a buscarse la vida al otro lado de las montañas, a Plan de Aragnouet, en Francia, a diez kilómetros de su pueblo en línea recta, pero con una cordillera por medio. Su dedicación al contrabandismo tenía su base en ideales de solidaridad. Comunista convencido, en la Guerra Civil aprovisionó durante meses a las tropas republicanas, sobre todo a partir de la formación de la Bolsa de Bielsa. Cuando la 43 División se hizo fuerte en el congosto de Las Devotas, sólo podía llegarles ayuda desde Francia. Muchas personas colaboraban llevando mulos, armas, munición, mantas, alimentos y medicinas a los embolsados. Gistau también colaboró en la evacuación de los civiles a Francia, entre los que había bastantes familiares suyos. Durante la Segunda Guerra Mundial Puerto Viejo siguió siendo el punto de paso para el contrabando, y también de refugiados, aunque esta vez en dirección opuesta: judíos y aviadores ingleses pasaban a España desde la Francia ocupada para dirigirse a África y, desde allí, embarcar a Gran Bretaña. Los maquis también utilizaron esta ruta, y de nuevo José Gistau estuvo allí para guiarles. En el Sobrarbe se sitúan el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y parte de los Parques Naturales de Posets-Maladeta y de la Sierra de Guara.
En la plaza Mayor, el mismo edificio donde se encuentra el ayuntamiento aloja también el Museo de Bielsa. La bonita fachada renacentista, del siglo XVI, fue la única parte del edificio que sobrevivió a los bombardeos. En la tercera planta hay un espacio destinado a la Bolsa de Bielsa en el que se exhiben fotografías históricas, documentos y armamento utilizado en la contienda, así como la recreación de una curiosa trinchera. También se proyecta un interesante documental sobre el tema.
Bielsa es famosa por sus animadas y originales fiestas de carnaval, uno de los más antiguos de España y que se ha celebrado incluso en plena Guerra Civil. Los jóvenes se visten con atávicos disfraces: se cubren con pieles de cabra y con máscaras denominadas trangas. En el museo hay también una sala dedicada a las curiosas vestimentas utilizadas tradicionalmente durante la fiesta de carnaval.
Lafortunada
El 6 de junio de 1938 Manuel Irujo, accionista de la sociedad explotadora de la central hidroeléctrica de Lafortunada, se reunió en Bielsa con Antonio Beltrán, el Esquinazau, para ofrecerle dinero a cambio de salvar la central de la esperada voladura. Tras este encuentro, Beltrán, consciente de que la central iba a suministrar energía a las fábricas de armamento de Bilbao, ordenó la inmediata voladura alegando que «la vida de un soldado republicano vale más que todas las centrales del mundo». Aunque la explosión no supuso grandes desperfectos, impidió su funcionamiento durante una temporada. En la actualidad la central sigue funcionando y en la localidad se encuentra el Museo Pirenaico de la Electricidad, que recoge la historia de las obras hidroeléctricas de montaña, incluida la que el Esquinazau mandó volar.
Puerto Viejo: Siguiendo la carretera de Aínsa a Bielsa hacia el norte, pasamos por Parzán y llegamos a la entrada del túnel de Bielsa, cuyo extremo opuesto se encuentra ya en Francia. Antes de entrar en el túnel hay una explanada a mano derecha donde se puede aparcar el coche. Un pequeño cartel nos indica el estrecho caminito que lleva a Puerto Viejo. Son menos de tres horas de camino hasta la cima (2.378 m), con un desnivel de casi 750 metros, por la misma ruta que utilizaron la 43 División y muchos habitantes del Sobrarbe.
Ya desde el parking vemos un espectacular salto de agua, de unos treinta metros de altitud, llamado Chorro de la Pinarra, que proviene del ibón (lago de montaña) del mismo nombre. Tras unos cuarenta y cinco minutos de camino, con una pendiente bastante pronunciada y excelentes vistas sobre el valle, se llega al refugio de Pinara, una pequeña cabaña de pastores, sin servicios y con capacidad para cinco personas. El resto de la ruta, siguiendo la cresta, tiene muchos tramos prácticamente llanos. Habiendo dejado atrás el refugio encontraremos una bifurcación: hay que tomar el camino de la izquierda, que se dirige al fondo del valle. Tras las últimas cuestas llegamos a lo alto del puerto: la vista es espectacular, cerca del paso fronterizo hay un pequeño ibón que puede pasar desapercibido si no nos fijamos. Una vez en el puerto, con el pico de l’Agulleta (2.524 m) a la derecha, el camino desciende, ya en Francia, al valle de la Gela. Podemos volver sobre nuestros pasos (una hora y media) o prolongar la ruta hasta la localidad de Aragnouet, que es lo que hicieron el Esquinazau y sus hombres.
La ruta sólo es practicable en verano y a principios de otoño; el resto del año está cubierta de nieve y sólo puede hacerse con raquetas, pero si no se va con alguien que conozca el camino es fácil perderse. En el recorrido pueden verse corzos y sarrios y, en primavera, aves migratorias, como la grulla, la cigüeña y el halcón.
Puerto de Lera: Desde Bielsa tomamos la carretera hacia Javierre y la recorremos hasta el final (15 km), donde se encuentra el Parador Nacional. Desde allí parte una ruta que atraviesa el puerto de Lera y va a parar al valle del Estaube, en Francia. Son aproximadamente tres horas y media de camino siguiendo la misma ruta que utilizaron muchos habitantes del valle ante la inminencia de la llegada de las tropas franquistas.
Otra excursión más sencilla nos lleva a los llanos de Lallarri, con apenas trescientos metros de desnivel y unas dos horas de duración. Desde el Parador hay que bajar unos cincuenta metros por la carretera hasta la fuente y la ermita de la Virgen de Pineta. Desde este punto sale una senda bien marcada que se interna en un hayedo. Al final de la ruta se tiene una panorámica sensacional sobre las paredes del Pineta, el collado del Añisclo, el Monte Perdido y el puerto de Lera. De regreso se puede seguir una indicación que lleva al Parador pasando por unas hermosas cascadas. En las laderas y prados de los lanos no es raro observar pequeños rebaños de sarrios, escuchar los reclamos de alerta de las marmotas o ver, en el cielo, el vuelo circular del buitre leonado y del quebrantahuesos.
Desfiladero de Las Devotas: Por la carretera de Aínsa a Bielsa, dos kilómetros después de la población de Lafortunada llegamos enseguida al túnel de Las Devotas. Justo antes de la entrada hay, a la derecha, una pequeña explanada donde se puede aparcar, entre la carretera y el río Cinca. Nos encontramos en pleno congosto de Las Devotas, flanqueados por las paredes verticales en las que se parapetaron los hombres de la 43 División.
Un camino de apenas un kilómetro discurre junto al río y pasa por unos túneles por los que se puede andar sin problema. Se trata del antiguo camino que unía las poblaciones de Aínsa y Bielsa antes de que se construyese la carretera. Es muy probable que fuese precisamente aquí donde el Esquinazau tendió la emboscada a las tropas nacionales. El camino no tiene salida, por lo que deberemos volver sobre nuestros pasos.
La Bolsa de Bielsa: Con este nombre el Plan de Dinamización Turística de Sobrarbe propone un recorrido por varios pueblos de esta comarca pirenaica, donde se han instalado paneles explicativos de las diferentes etapas de este acontecimiento. La ruta, concebida cronológicamente, arranca en la localidad de Labuerda con el panel «Estalla la Guerra Civil: primeros acontecimientos en Sobrarbe (17 de julio de 1936 al 6 de abril de 1938)», en el que se relata cómo las tropas fieles a Franco avanzan y ocupan definitivamente Labuerda y San Vicente, donde permanecerán hasta los últimos días de la Bolsa de Bielsa.
Siguiendo el eje de la A-138, en Escalona se toma un desvío en dirección a una bella entrada al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el cañón de Añisclo, que conduce hasta el vecino pueblo de Puyarruego.
El panel con el título «¡Resistir! (7 de abril al 15 de mayo de 1938)» relata cómo se inició la evacuación voluntaria de la mayor parte de la población civil de la zona: más de seis mil personas atravesaron el puerto de Bielsa en dirección a Francia. También se explica que «el 15 de mayo Negrín, jefe de Gobierno de la República, y Rojo, jefe del Estado Mayor, visitaron a los hombres de la 43 División. Durante su estancia hubo recompensas y ascensos. Visitaron las avanzadillas y dicen que en los parapetos de Escalona un sargento cayó herido por un disparo enemigo al lado de Negrín».
Retomando la carretera A-138, y continuando siempre en dirección a Bielsa, se llega a Lafortunada, donde se narran los «Últimos acontecimientos (15 de mayo al 15 de junio de 1938)». En este cartel se cuenta que Manuel Irujo, de la central hidroeléctrica de Lafortunada, ofreció dinero al Esquinazau a cambio de que éste no volase la central.
La última parada está en Bielsa, cuyo museo acoge un amplio apartado dedicado a la Bolsa de Bielsa. El panel lleva por título «La retirada final de la guerra (15 de junio de 1938 a 1 de abril de 1939)», y explica que, «tras 166 días de tenaz resistencia, los diferentes batallones de la 43 División se retiran el 16 de junio, después de que nueve Heinkel-51 bombardearan las posiciones de primera línea y las localidades de Bielsa y Hospital de Parzán, sobre las que arrojan bombas incendiarias que convierten a estas poblaciones en dos gigantescas hogueras».
En el epígrafe «Ruta por el patrimonio del lugar» se destacan las atracciones turísticas de la zona, como las iglesias de Labuerda y San Vicente, el sendero etnobotánico entre Puyarruego y Escalona, y el Museo Pirenaico de la Electricidad en Lafortunada, donde se exhíben monumentales piezas originales de la central y fotos históricas.
Los daros sobre información práctica, cómo llegar, las direcciones útiles y los restaurantes y alojamientos recomendados se pueden encontrar en el libro Las rutas del exilio de Marc Ripoll (Alhena Media)
________________________________________________
Nota de la Redacción: agradecemos a Alhena Media la gentileza por permitir la publicación de esta parte del libro de Marc Ripoll, Las rutas del exilio (Alhena Media).