Dorothy L. Sayers: Cinco pistas falsas (Lumen, 2007)

Dorothy L. Sayers: Cinco pistas falsas (Lumen, 2007)

    TÍTULO
Cinco pistas falsas

    GÉNERO
Novela

    AUTOR
Dorothy L. Sayers

    EDITORIAL
Lumen

    OTROS DATOS
Traducción de Flora Casas. Barcelona, 2007. 528 páginas. 29,90 €



Dorothy L. Sayers

Dorothy L. Sayers


Reseñas de libros/Ficción
Dorothy L. Sayers: Cinco pistas falsas (Lumen, 2007)
Por Juan Antonio González Fuentes, martes, 3 de julio de 2007
Cuando por primera vez supe de la existencia del pedantuelo y un tanto irritante detective aficionado y aristócrata inglés lord Peter Wimsey, personaje creado para sus novelas policiacas por la escritora británica Dorothy L. Sayers (1893-1956), no pude resistir la tentación de lanzarme a la librería más próxima para adquirír su primera aventura editada en España por la editorial Lumen, El misterio del Bellona Club (2005). El argumento de esta obra era absolutamente delicioso, ideal para pasarlo en grande durante los ratos de asueto: en un antiguo y elitista club londinense del que es socio el detective aficionado lord Peter Wimsey, aparece asesinado en su sillón predilecto un viejo socio de la institución. ¿Quién lo asesinó?, ¿cuándo, cómo y por qué? Todas son preguntas que el señor Wimsey está empeñado en responder y a las que promete dar cumplida respuesta.
Para colmo del deleite, las obras protagonizadas por lord Peter venían avaladas por lectores y escritores de la sabiduría y reconocido gusto de P. D. James (“Dorothy L. Sayers aportó a la novela negra originalidad, inteligencia, energía e ingenio”), Cyril Connolly (“D.L. Sayer es la gran dama de la edad de oro de la novela negra inglesa”) o nuestro José María Guelbenzu (“D.L. Sayers es la más grande entre las autoras de novelas policiacas”).

Pues bien, una vez terminada la última página de El misterio del Bellona Club, una vez resueltos los enigmas planteados, la decepción era mayúscula. Los misterios localizados en el mencionado club y desvelados finalmente por el sagaz y cargante lord Peter, presentan un molesto aire de sainete plagado de retruécanos y lugares comunes propios de las más trilladas noveluchas de detectives de serie Z, en las que el asesino resulta ser el señor X, descubrimiento al que llega el detective infalible tras sumar con pose matemática mil detalles estrafalarios y rocambolescos, cuya inevitable enumeración y explicación final por parte del sabueso listo, es más aburrida que repasar mil veces la lista de la compra de mi querida tía Pili.
Alguien que gozó del aprecio de T.S. Eliot, Chesterton, C.S. Lewis o Agatha Christie no puede ser, sin más, una escritora sin ningún interés, y desde luego Sayers no lo era. ¿Entonces? Pues la verdad es que la literatura de detectives de la escritora inglesa, muy apreciada durante la década de los treinta del pasado siglo en su país, se ha quedado obsoleta, pasada de moda, ha envejecido muy mal

En resumen, la primera lectura de una obra de Dorothy L. Sayers despertó en mí irritación entre bostezo y bostezo, y desde luego no entendí de ningún modo los elogios recibidos por parte de la crítica más respetada y por buena parte del público lector.

Así que cuando en los escaparates de las librerías vi una nueva aventura de lord Peter Wimsey decidí darle reticencias una nueva oportunidad al sabueso, pues quizá el equivocado de principio a fin era yo. Cinco pistas falsas es el título de la nueva entrega de la Biblioteca Dorothy L. Sayers preparada por la editorial Lumen. En esta ocasión, el sofisticado y elegante lord Peter Wimsey está de vacaciones en Escocia, en un pueblo llamado Galloway, lugar de encuentro de una colonia de pintores y artistas. Uno de ellos, un tal Campbell, impopular por su fanfarronería y sus malas pulgas, aparece muerto, despeñado tal vez por los acantilados del lugar mientras estaba pintado. Lord Peter descubre que la muerte no es accidental e investiga a los cinco posibles criminales apoyado por la policía, y resuelve el caso poco más o menos que con un horario de trenes en la mano y calculando velocidades de bicicleta.

De nuevo un argumento atractivo que promete felices horas de lectura. Cuando terminé el libro, sin decir nada de lo que me había parecido, se lo pasé a mi madre, asidua y competente lectora, bastante familiarizada desde siempre con lo mejor de la novela negra y policiaca del siglo XX. Leyó rápido la obra de Sayers, y su sentencia fue inapelable: ¡la verdad es que se publica cualquier cosa! Creo que no se puede decir más con mayor economía de medios con respecto a este aburridísimo Cinco pistas falsas.
La escritora concentra todo su interés de narradora en la acción y desarrollo de los hechos y en la descripción de ambientes con escasas y precisas pinceladas. En lo segundo acierta plenamente, así hay que subrayarlo sin ambages. En lo segundo se estrella con estrépito, pero no porque no logre hacerlo bien desde un punto de vista meramente narrativo, sino porque la trama propuesta y su desarrollo tenían fecha de caducidad cuando se concibieron

Vamos a ver, creo que de ninguna manera se puede dudar de la competencia literaria de la señora Sayers. Alguien que gozó del aprecio de T.S. Eliot, Chesterton, C.S. Lewis o Agatha Christie no puede ser, sin más, una escritora sin ningún interés, y desde luego Sayers no lo era. ¿Entonces? Pues la verdad es que la literatura de detectives de la escritora inglesa, muy apreciada durante la década de los treinta del pasado siglo en su país, se ha quedado obsoleta, pasada de moda, ha envejecido muy mal. La ingenuidad lineal de las tramas, desarrolladas en un ambiente british postvictoniano completamente lleno de tópicos y lugares comunes, y en las que el ingenio y sagacidad tranquilas de un lord de cartón piedra brillan con el resplandor propio de lo convencional, pudieron hacer gracia y satisfacer horas de honrado asueto lector en la Inglaterra de entreguerras, pero tras la II Guerra Mundial y sus consecuencias éticas, espirituales y culturales (la posmodernidad), las gracias y deducciones de mesa camilla y té con pastas de lord Peter provocan fatiga, hastío y somnolencia.

Todos los personajes presentados por Dorothy L. Sayers en sus dos libros leídos son completamente planos, simples que no sencillos, sin aristas de ningún tipo y sin la más mínima evolución psicológica a lo largo de la historia y de sus vidas. Hasta lord Peter Wimsey es un personaje que devuelve siempre el mismo reflejo, da lo mismo el espejo en el que se refleje. La escritora concentra todo su interés de narradora en la acción y desarrollo de los hechos y en la descripción de ambientes con escasas y precisas pinceladas. En lo segundo acierta plenamente, así hay que subrayarlo sin ambages. En lo segundo se estrella con estrépito, pero no porque no logre hacerlo bien desde un punto de vista meramente narrativo, sino porque la trama propuesta y su desarrollo tenían fecha de caducidad cuando se concibieron. Que un elegante señor resuelva cómodos y domesticados crímenes consultando los horarios de ferrocarriles británicos mientras su criado le sirve un ponche y le pregunta si desea para cenar estofado de avutarda con jengibre, es cuando menos irritante contemplado desde una realidad como la que hoy nos acoge. El Holocausto de los judíos, el capitalismo salvaje, la descolonización, la Guerra Fría, la negrura turbulenta y desasosegante de la escritura policiaca contemporánea..., son factores históricos que ya en los años cuarenta del pasado siglo enviaron a lord Peter Wimsey al frío desván de las antiguallas. Sam Spade o Philip Marlowe jubilaron con un fuerte puntapié en su aristocrático trasero al bueno de lord Peter, y además lo hicieron hace más de medio siglo. Pasemos página de una vez por todas, y dejemos que lord Peter Wimsey siga comiendo sopitas en el hermoso retiro que le debe estar destinado.