Flavia Freidenberg: La tentación populista  (Síntesis, 2007)

Flavia Freidenberg: La tentación populista (Síntesis, 2007)




Tribuna/Tribuna internacional
¡El populismo ha muerto, larga vida al populismo!
Por Flavia Freidenberg, martes, 3 de julio de 2007
El populismo ha sido una fuerza fundamental en la democratización de América Latina y en la incorporación simbólica y efectiva de sectores que se encontraban excluidos tanto política como económicamente del sistema político. Las primeras manifestaciones populistas impulsaron la apertura de regímenes oligárquicos que no permitían (o limitaban) la participación de sectores medios y pobres de la sociedad, favoreciendo la rotación de la élite que controlaba el acceso a los cargos de poder y haciendo más plural la representación política.
El populismo ha sido una fuerza fundamental en la democratización de América Latina y en la incorporación simbólica y efectiva de sectores que se encontraban excluidos tanto política como económicamente del sistema político. Las primeras manifestaciones populistas impulsaron la apertura de regímenes oligárquicos que no permitían (o limitaban) la participación de sectores medios y pobres de la sociedad, favoreciendo la rotación de la élite que controlaba el acceso a los cargos de poder y haciendo más plural la representación política.

Ahora bien, el efecto inclusivo de los populismos se contradijo con muchas de las prácticas políticas usadas por sus líderes, ya que al mismo tiempo que incluían a ciertos sectores, eran antidemocráticos e incluso excluyentes con otros grupos. A diferencia de otros países que incorporaron a los individuos a partir de la extensión y profundización de los derechos ciudadanos, en algunos países latinoamericanos se les integró, no como individuos, sino como pueblo. De este modo se transformaban los derechos individuales en derechos de un colectivo, se potenciaban sus formas moralistas, personalistas y autoritarias, favoreciendo la confrontación discursiva y antagónica entre los grupos sociales, y se exaltaban las bondades de la democracia plebiscitaria. Mientras se incorporaba a los individuos como pueblo, se les quitaba su condición de individuos, minando las posibilidades de pluralismo de las democracias representativas liberales.

Esta naturaleza bifronte del populismo es lo que ha dificultado su análisis, ya que mientras se le reconoce como un instrumento de mediación entre Estado y sociedad civil, una estrategia de representación que favorece el acceso de la gente común a las instituciones, también se le responsabiliza por la debilidad institucional que puede provocar, el autoritarismo y la polarización política. Por todo ello, muy pocas personas permanecen impasibles frente al populismo. O se está a favor o se está totalmente en contra. Sólo basta revisar su intrigante historia para darse cuenta del impacto que ha tenido sobre la política de la región y sobre el universo simbólico de los latinoamericanos.

El populismo no consigue poner de acuerdo a la gente respecto de lo que es, cuáles son sus características definitorias y cuál el núcleo que convierte a un líder en populista y, a través de él, esa cualidad se extiende a un gobierno, a un movimiento o a una política pública. Esa naturaleza imprecisa, polisémica y evasiva del término, se hace extensible a su descendiente más dilecto: el nuevo populismo. En ambos casos, se alude a fenómenos parecidos, unidos por una especie de cordón umbilical (el genus político), pero que adopta poses distintas y manifestaciones diversas según los contextos, modas ideológicas, las características del diseño institucional o del sistema de partidos del país en el que emerge.

¿Cuál es el populismo que muchos han declarado muerto y cuál el que aparece una y otra vez en América Latina? Parece evidente que el populismo como modelo de desarrollo nacional y popular fue el que desapareció en la década de 1990, tras los gobiernos del argentino Carlos Menem, el brasileño Fernando Collor de Mello, el peruano Alberto Fujimori o el ecuatoriano Abdalá Bucaram, que mostraron la naturaleza política del populismo más que su vertiente económica. La clave parecería estar en la manera en que el líder se relaciona con los seguidores, el modo en que los moviliza o el tipo de discurso de interpelación que emplea. El populismo describiría entonces a un estilo de liderazgo, elemento que permanece relativamente constante en las diferentes experiencias que han sido denominadas como populistas.

La presencia del populismo en América Latina, en cualquiera de sus manifestaciones, es lo que amerita una nueva reflexión sobre el tema. En un momento donde algunos países latinoamericanos están gobernados por presidentes, partidos o movimientos que son identificados por la prensa como populistas (Bolivia, Argentina, Brasil, Ecuador o Venezuela), resulta interesante entender cuáles son las características distintivas de esos liderazgos, qué elementos diferencian su estilo de hacer política de otros que no lo son, qué condiciones facilitaron su emergencia y cuáles son los efectos que ese estilo de liderazgo tiene para la democratización de sus países.

La intención de este libro es estudiar los principales rasgos de algunos líderes contemporáneos, como Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa o Álvaro Noboa, y evaluar en qué medida el rótulo de populista calza para su descripción. Para ello, resulta necesario explorar las características de sus liderazgos en clave comparada. Esta es la razón que ha llevado a analizar a los viejos, para compararlos con los nuevos. La idea es conocer diferentes liderazgos, identificando semejanzas y diferencias entre ellos, comparando los nuevos con los viejos y a los nuevos entre sí.

La comparación es necesaria ya que no hacerlo podría llevar a pensar que los nuevos son sólo una extensión de los viejos y no cosas distintas. Si fuera lo primero, Chávez, Morales, Noboa o Correa tendrían que desarrollar estrategias de fuerte intervencionismo estatal, generar inflación y olvidarse del déficit fiscal y las inversiones extranjeras, cosa que hasta el momento no parecen estar haciendo ni manifiestan intención de llevarlo a cabo. Es verdad que los que gobiernan tienen un discurso estatista, intervienen la economía (por lo menos sobre los recursos que les permiten ejercer control político y redistribuir efectiva y/o simbólicamente los beneficios de esos recursos, como el petróleo o el gas) pero no desarrollan programas de sustitución de importaciones, consienten la libre circulación del capital, procuran la disciplina fiscal, controlan el gasto público y la estabilidad monetaria.

La propuesta de éste libro es centrarse en el corazón político del populismo y no en su dimensión económica. El modo en que Bucaram bailaba en la tarima durante la campaña presidencial de 1996, las alocuciones de Hugo Chávez desde su programa de televisión Aló Presidente, el mesianismo religioso de Álvaro Noboa en la última campaña electoral ecuatoriana o el tono del discurso con el que Alán García agradeció a los peruanos la segunda oportunidad que le daban para gobernar el país en junio de 2006 serían referencias claras de lo que podría ser la esencia y la estética de un liderazgo populista.

El anquilosamiento de la clase política, la débil relación entre el elector y su representante y el poco espacio para la emergencia de nuevas agendas temáticas, líderes o estrategias políticas en el marco de las instituciones democráticas generan escenarios proclives a las crisis políticas y a los líderes antipolíticos. Estos se presentan como fusibles del sistema democrático, ya que permiten alternativas de representación inicialmente dentro del propio régimen. Esto fue lo que ocurrió en Venezuela, donde la extrema desinstitucionalización del sistema de partidos facilitó la emergencia de un líder antipolítico como Hugo Chávez, o lo que se puso de manifiesto en la última elección ecuatoriana con la disputa entre dos tipos de populismos encarnados en los liderazgos de Álvaro Noboa y Rafael Correa.

Los liderazgos populistas serían entonces una respuesta funcional del propio sistema, ya que además de ser una vía para responder a las crisis políticas del momento, también se presentan como instrumentos de incorporación simbólica de sectores que no se sentían incluidos en la comunidad política existente, o como respuesta a la frustración de las clases populares y las clases medias frente a una élite política que no les ha podido resolver los problemas sociales y económicos básicos. La receta política para evitar el populismo sería entonces la estructuración de un sistema de partidos estable, con capacidad adaptativa y habilidad para dar respuesta a los problemas cotidianos de los ciudadanos. Esto es, más inclusión y más democracia en los sistemas políticos de la región.


Declaración de intenciones

Éste es un libro sobre cómo participa la gente, pero también sobre la manera en que se ejercen los liderazgos, el universo simbólico que une a los líderes con sus seguidores y los efectos que esa relación tiene sobre el funcionamiento de las instituciones democráticas. Este es un ejercicio de política comparada, tanto en términos diacrónicos, comparando experiencias en el tiempo, como en términos sincrónicos, analizando las semejanzas y diferencias de lo que se suele denominar de manera similar en términos periodísticos, académicos, sociales y políticos.

Este trabajo, que debe ser considerado como un punto de partida, invita a hacer una relectura de la familia populista en sus múltiples manifestaciones: trata sobre el populismo temprano, clásico y tardío; sobre los nuevos populismos neoliberales y los contemporáneos, sobre los que visten ropas antiimperialistas y estatistas y, también, sobre los que favorecen la apertura de la economía y aplican las políticas del Consenso de Washington. Explora el modo en que surgen así como los costes que han tenido sobre otras dimensiones del sistema político. Como tal, no pretende abarcar el estudio de todos los fenómenos que en algún momento se hubieran definido como populistas y, por tanto, su alcance es limitado. Muchos liderazgos viejos y nuevos quedan fuera del análisis, con las restricciones que eso supone.

A diferencia de otros textos que asocian neopopulismo con neoliberalismo de manera exclusiva, en este trabajo se sostiene que la categoría “nuevos populismos” responde a un criterio temporal en el desarrollo histórico de la política latinoamericana. En términos analíticos, permite diferenciar a los populistas clásicos de los que han surgido de manera más reciente. Para evitar la confusión se emplea la categoría “nuevos populismos”, para mencionar a todos aquellos que no han sido tempranos, clásicos o tardíos y no como una manera de asociarlos directamente con una forma específica de política económica, implementada por algunos líderes latinoamericanos a partir de la década de 1990.


Estructura de la obra

El objetivo es tanto conceptual como fenomenológico. En esta búsqueda por conseguir desentrañar las diferencias y semejanzas presentes en las distintas experiencias populistas, resulta necesario enfrentarse (una vez más) con la tarea de definir y especificar de qué trata (y de qué no trata) el populismo. Se abordan sus problemas como término y las dificultades para construir su concepto.

La propuesta conceptual del libro es entender el populismo como un estilo de liderazgo, que se caracteriza por la relación directa, personalista y paternalista entre líder-seguidor, en la que el líder no reconoce mediaciones organizativas o institucionales, habla en nombre del pueblo y potencia discursivamente la oposición de éste con “los otros”; donde los seguidores están convencidos de las cualidades extraordinarias del líder y creen que gracias a ellas y/o al intercambio clientelar que tienen con él (tanto material como simbólico) conseguirán mejorar su situación personal o la de su entorno.

El vínculo entre líder y seguidor puede basarse tanto en una fuerte identificación emotiva como puede ser resultado de las evaluaciones que éstos realizan. Esto hace que sea elegido un determinado líder como la mejor opción de representación política. Estudios recientes han mostrado que los sectores populares tienen capacidad de organización, desarrollan estrategias para relacionarse con los políticos, y sus decisiones pueden deberse más a evaluaciones de coste-beneficio que a pautas emotivas (o por una combinación de ambas). Lo que los individuos, en tanto seguidores del líder populista, piensen y sientan, importa. Sus valores, expectativas y discursos son tan relevantes como la creencia en la superioridad de ese líder debido a sus cualidades extraordinarias.

El populismo sería entonces un modo de interrelación entre líder y seguidores, que se da en un contexto de marginación y pobreza –aunque no exclusivamente– por lo que puede surgir en cualquier momento y lugar. Este ejercicio analítico toma partido por el sincretismo teórico, lo que supone no adoptar ninguno de los enfoques trabajados previamente por los especialistas, sino una combinación de varios elementos que, como un rompecabezas, van dando forma en la primera parte del libro al entramado que se emplea para analizar al populismo.

Esta visión hace énfasis en el modo en que los seguidores se vinculan con el líder, sus evaluaciones y creencias, lo que le convierte en deudora de la perspectiva de la elección racional, ya que la manera en que los seguidores perciban al líder y a la relación que mantienen con él, en cuanto que supone la maximización de sus beneficios tanto individuales como colectivos (ya sean objetivos o subjetivos), resulta clave para comprender las razones que le motivan a apoyarle. Si bien existen limitaciones a la perspectiva de la elección racional, ya que los individuos no siempre conocen todas las opciones al momento de decidir, pueden tener información confusa e incluso pueden preferir opciones que le son más perjudiciales que beneficiosas para sus intereses a corto o largo plazo, también es cierto que la manera en que los individuos perciban al líder, las evaluaciones que realicen producto de esa percepción y el modo en que procesen lo que él significa para cambiar la situación en la que viven, resulta fundamental para comprender el populismo.

Diversos estudios han dado cuenta de la racionalidad presente en las relaciones clientelares y también ha sido la impresión que tuve durante el trabajo de campo que realicé para mi tesis doctoral sobre el roldosismo ecuatoriano en sectores marginales del conurbano de algunas ciudades ecuatorianas (1998-2001). La racionalidad clientelar que se encuentra en el corazón del mundo populista, mezcla de acción normativa y utilitaria, es clave en el modo en que esos sectores se integran en la comunidad política y se identifican con ella. Muchos sectores pobres, marginados, que no consiguen (no quieren o no pueden) integrarse por vía de las instituciones democráticas representativas, e incluso clases medias frustradas con las otras opciones políticas, emplean al liderazgo populista como un trampolín al sistema político o como su instrumento político para sentirse representados.

Tras la revisión del concepto, se exploran las características de los viejos liderazgos populistas, las de los nuevos populismos neoliberales y las experiencias más contemporáneas. La idea es analizar a cada uno de los líderes en una serie de dimensiones para poder identificar qué es lo que se mantiene constante y qué es lo que cambia en esos liderazgos, más allá del momento en que emergieron y las políticas que desarrollaron, identificando aquellos que aún cuando han sido identificados como populistas por la literatura, por los medios de comunicación o por sus opositores, no pueden ser considerados como tales, como en el caso de Evo Morales.

Los liderazgos analizados muestran que lo común (lo que se presenta de uno a otro) es el modo directo y personalista en que se relacionan con sus seguidores, la tendencia a carecer de mecanismos de intermediación (o de minimizar su existencia cuando ese movimiento o partido esté estructurado), la interpelación discursiva del individuo como parte de un colectivo (perdiendo su condición de ciudadano) y en oposición al enemigo de turno del líder, junto al uso de estrategias de movilización de tipo clientelar que le permiten mantener e incluso incrementar la base de apoyo del proyecto político que se defiende.

En la última parte, se comparan las distintas experiencias con la intención de aclarar en qué se parecen y en qué se diferencian diversas manifestaciones populistas dadas en América Latina, ya que las similitudes entre viejos y nuevos estarían más en el estilo de liderazgo que en el tipo de proyecto económico que hubieren impulsado. Un líder puede aplicar cualquier tipo de política, pero mientras lo haga en base a una legitimidad carismática, movilizando desde “arriba” a sus seguidores de manera directa, apelando al pueblo como fuente de esa legitimidad, potenciando discursivamente sus diferencias con un enemigo simbólico y haciendo creer, cual traficante de ilusiones, que la salvación está en su política y en su persona, se estará ante un liderazgo populista.

El modo en que los nuevos populismos interaccionan con los procesos de redemocratización de América Latina y los costos que han tenido sobre las instituciones de la democracia también es analizado en la parte final del libro. Si bien el populismo dio voz a quienes no la habían tenido, incluyendo discursiva y políticamente a los sectores excluidos y convirtiéndose en una alternativa de la democracia en espacios donde la clase política tradicional estaba desgastada y ya no representaba a los ciudadanos; también ha polarizado a la sociedad, mermando el pluralismo, minando el funcionamiento de las instituciones y fomentando la actuación como clientes más que como ciudadanos de los sectores populares. En esas páginas se discute de manera provocativa hasta qué punto los nuevos liderazgos populistas pueden llegar a ser beneficiosos o perjudiciales para la consolidación de la democracia en la región.

Aunque algunos esperan que el populismo desaparezca de América Latina, es muy probable que eso no ocurra. Mientras haya grandes mayorías de ciudadanos que se encuentran excluidas de la distribución de los ingresos o de las redes democráticas, siempre habrá escenarios proclives a la emergencia de líderes populistas. El populismo no puede ser entendido como un fantasma que va y viene, que desaparece y regresa cuando menos se lo espera. El populismo está presente de manera permanente en la región, ya que forma parte de la política de sectores sociales mayoritarios, que en cada momento histórico han buscado mejorar la situación en la que viven.

Éste es un libro de política latinoamericana que espera contribuir en la comprensión de los fenómenos que afectan la vida cotidiana de los ciudadanos de la región.

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Nota de la Redacción: agradecemos a Editorial Síntesis, en la persona de su directora de ediciones Carolina Centeno, la gentileza por permitir la publicación de esta parte del libro La tentación populista, obra de Flavia Freidenberg.