Reseñas de libros/No ficción
David Solar: Un mundo en ruinas (La Esfera de los Libros, 2007)
Por Rogelio López Blanco, viernes, 1 de junio de 2007
No se puede encontrar un título más expresivo para designar el estado de buena parte de la humanidad cuando concluyó la Segunda Guerra Mundial, en especial tras la liquidación del mosaico étnico y cultural que tanto enriqueció Europa y del que apenas nada quedó.
David Solar, director de la imprescindible revista La Aventura de la
Historia, historiador y especialista en relaciones internacionales que ha
concentrado sus principales obras en temas relacionados con el Oriente Próximo,
la Guerra Civil española y el ocaso del nazismo. En Un mundo en ruinas,
un libro acotado en el bienio 1945-1946, en su primera parte busca respuestas a
cuestiones tan obvias como insuficientemente tratadas o sólo esclarecidas de
pasada: básicamente por qué las cosas tuvieron ese final tan desmesuradamente
brutal y cruel, alcanzando el cénit de la vileza absoluta, desde el suicidio de
Hitler con el telón de fondo de los alemanes defendiéndose a la desesperada,
prolongando sin aparente sentido la muerte y la destrucción en grado masivo (se
consideran que en el mes de abril de 1945 murieron en Europa más de 400.000
personas); el trágico final de Mussolini y su amante, con la espeluznante imagen
de sus cadáveres expuestos al maltrato público en la marquesina de una
gasolinera de Milán; hasta la decisión final de arrojar la bomba atómica sobre
dos ciudades densamente pobladas del Japón cuando se estima que había
alternativas posibles que no causasen tan extrema devastación y sufrimiento.
Una de las conclusiones que se extrae
de la lectura del notable reportaje histórico elaborado por David Solar es la
lección que la última contienda mundial arrojó sobre el futuro. Las ondas
sísmicas de la desolación causada por la Segunda Guerra Mundial lógicamente
también se registraron en el ámbito moral. El Holocausto, las bombas atómicas y
los juicios marcan un punto álgido, de no retorno en la historia de la
humanidad: los derechos humanos pasarán a ocupar uno de los primeros lugares de
atención ante cualquier nuevo conflicto
Sin embargo, como
apunta con perspicacia David Solar, el curso de los acontecimientos podrían
haber discurrido de otra forma, ilustrando la cuestión con las memorias de
personalidades destacadas como Winton S. Churchill, para quien el peligro en
1943 ya no era la destrucción de Gran Bretaña sino la paralización de la guerra
o cuando el primer ministro inglés considera que el “camino que eligió Hitler
fue mucho más conveniente para nosotros que el que yo temía”. En este sentido,
un elemento compositivo de primer orden que emplea magistralmente el autor para
buscar explicaciones es el testimonio de los propios protagonistas. El ejemplo
de Magda Göbbels aceptando que su destino y el de sus hijos estaba sellado al de
su marido, admitiendo que ellos eran el Tercer Reich, es tan estremecedor
como significativo de un tiempo y una mentalidad.
Más adelante, David
Solar entra de lleno en la vertiente del ajuste de cuentas, de los juicios
organizados por los vencedores para castigar a los derrotados por sus crímenes.
Aquí el autor, que se había limitado en la primera parte a proporcionar datos,
descripciones y explicaciones alternativas, se compromete críticamente ante la
forma y el fondo en que se desarrollaron los procesos, poniendo de relieve las
incoherencias, la ausencia muchas veces de fundamentos jurídicos, las
arbitrariedades e irregularidades que rodearon estos acontecimientos. Aunque
David Solar se centra en los dos juicios fundamentales, el que inauguró los
procesos de Nuremberg y el de Tokio, no olvida completar el cuadro de
referencias aludiendo a los procesos de depuración de los colaboracionistas más
significados de varios países como Pétain y Laval (Francia), Antonescu
(Rumanía), almirante Horthy (Hungría), Quisling (Noruega), monseñor Tiso
(Eslovaquia) o el caso del general soviético Vlassov, que se pasó al bando
enemigo para organizar tropas y combatir contra el régimen de Stalin. El último
capítulo describe el impacto que la caza y enjuiciamiento de criminales de
guerra causó en opinión pública mundial décadas después del conflicto (Eichmann,
Barbie, Degrelle, Papon, Pavelic...).
Una de las conclusiones que se
extrae de la lectura del notable reportaje histórico elaborado por David Solar
es la lección que la última contienda mundial arrojó sobre el futuro. Las ondas
sísmicas de la desolación causada por la Segunda Guerra Mundial lógicamente
también se registraron en el ámbito moral. El Holocausto, las bombas atómicas y
los juicios marcan un punto álgido, de no retorno en la historia de la
humanidad: los derechos humanos pasarán a ocupar uno de los primeros lugares de
atención ante cualquier nuevo conflicto. No es que no volvieran a violarse,
claro está, es que desde ese momento permanecen como un potente foco de luz que
ilumina cualquier horror, por encubierto que sea o por perdido que esté en el
tiempo. Aunque las atrocidades han proseguido a gran escala, ya no es lo mismo,
las víctimas no pueden ser olvidadas, por mucho que se las entierre o margine.
No son pura estadística.