Gilles Lipovetsky: "Los tiempos hipermodernos" (Anagrama, 2006)

Gilles Lipovetsky: "Los tiempos hipermodernos" (Anagrama, 2006)

    AUTOR
Gilles Lipovetsky

    GÉNERO
Ensayo

    TÍTULO
Los tiempos hipermodernos

    OTROS DATOS
Prólogo de Pierre-Henri Tavoillot. Introducción de Sébastien Charles. Traducción de Antonio-Prometeo Moya. Barcelona, 2006. 140 páginas. 14,50 €

    EDITORIAL
Anagrama




Reseñas de libros/No ficción
Gilles Lipovetsky: "Los tiempos hipermodernos" (Anagrama, 2006)
Por Rosalía de Frutos, viernes, 1 de junio de 2007
En su primer libro, La era del vacío, ensayo sobre el individualismo contemporáneo, Gilles Lipovetsky (1944) estudia la cultura de masas y sus continuos movimientos y, más adelante, en El imperio de lo efímero, se centra en el reinado de la moda, la explosión del lujo y los cambios operados en la sociedad de consumo del mundo moderno, dentro de lo que él define como individualismo contemporáneo. En su último libro, Los tiempos hipermodernos (Anagrama, 2006) abre paso a un nuevo concepto, el de la era “hipermoderna”.
Este nuevo volumen, muy útil para los que no hayan leído el resto de las obras del autor, consta de dos interesantes aportaciones que completan, con una visión general a su obra, el texto breve pero provechoso del sociólogo y filósofo afincado en Grenoble. En primer lugar, se encuentra el prólogo, a cargo de Pierre-Henri Tavoillot, aunque lo más sustancioso se corresponde con dos contribuciones extremadamente interesantes, una introducción al pensamiento de Lipovetsky que lleva por título “El individualismo paradójico” y, al final de la obra, una conversación con el autor principal, “Etapas de una trayectoria intelectual”. Ambos trabajos son obra de Sébastien Charles, profesor de Filosofía de la Universidad de Sherbrooke (Canadá).

En dicha introducción al pensamiento de Gilles Lipovetsky, Sébastien Charles parte en su análisis de la condena del presente que a lo largo de la historia han hecho filósofos y poetas, cuando, con la llegada de la modernidad, traspasaron el lugar de la felicidad del pasado al futuro. Sin embargo, este optimismo que caracteriza la filosofía de las Luces carece de actualidad. Después de las catástrofes acaecidas en el siglo XX, la relación con el futuro está marcada por estos hechos y así desacreditados el pasado y el futuro, se tiende a pensar que el presente es la referencia esencial de los individuos democráticos. El texto de Gilles Lipovetsky mostrará que la consagración del presente no es tan evidente, pero sí la aparición de individuos preocupados por su felicidad personal y con ambiciones limitadas.

La modernidad ha dado lugar a un estado de esclavitud real, burocrática y disciplinaria. Así Lipovetsky en La era del vacío anunciaba que estábamos entrando en una sociedad posdisciplinaria que llamaba posmodernidad y en El imperio de lo efímero anticipaba la ruptura del esquema disciplinario con la aparición de la moda. La moda ha permitido la descalificación del pasado y la valoración de lo nuevo, la afirmación de lo individual sobre lo colectivo. La moda ha desempeñado un papel fundamental en la orientación de la modernidad hacia un sentido posmoderno. La sociedad se reestructura según la lógica de la seducción, la renovación permanente a la vez que superficial y frívola.
La segunda revolución moderna, la hipermodernidad, a la que estamos asistiendo, representa la consolidación de sentimientos y valores tradicionales como son el gusto por la sociabilidad, el voluntariado, la indignación moral y la valorización del amor

La posmodernidad se presenta bajo la forma de la paradoja ya que por un lado se favorece la autonomía y por otro aumenta la dependencia. Ante la desestructuración de los controles sociales, los individuos pueden elegir entre aceptarlos y no aceptarlos. La modernidad se pensaba a través de la libertad y la igualdad bajo la figura del individuo autónomo frente a tradición. La posmodernidad representa el momento histórico concreto en el que todas las trabas institucionales que obstaculizan la emancipación individual desaparecen, dando lugar a la realización individual, la autoestima. El consumo de masas y los valores que éste trasmite son los principales responsables del paso de la modernidad a la posmodernidad.

La segunda revolución moderna, la hipermodernidad, a la que estamos asistiendo, representa la consolidación de sentimientos y valores tradicionales como son el gusto por la sociabilidad, el voluntariado, la indignación moral y la valorización del amor, dice en el prólogo Pierre-Henri Tavoillot. Sentimientos que se refuerzan en la profundización humanista del individuo. El individuo hipercontemporáneo, según Lipovetsky, es más autónomo, pero también más frágil que nunca en la medida en que las exigencias se vuelven más grandes y pesadas. La libertad, la comodidad, la calidad y esperanza de vida no restan nada a lo trágico de la existencia y el hiperconsumo no es la panacea de la felicidad humana. Lo que caracteriza el espíritu de la época no es un Carpe Diem sino mas bien la inquietud ante un porvenir lleno de incertidumbres y riesgos.

Las libertades conquistadas por el hombre moderno incluyen preocupaciones. El hombre busca su satisfacción en el consumo, pero no lo puede disfrutar plenamente porque le pesa la enorme ansiedad sobre el futuro como consecuencia de las crisis económicas, la amenaza de desempleo y las enfermedades. Así la hipermodernidad es un ir hacia delante, en donde todo es exceso. Es el crecimiento fuera de los límites. A modo de paradoja, en esta sociedad hiperconsumista, la espiritualidad ha vuelto a estar de moda, mucha gente vuelve a las religiones, el amor sigue siendo el fundamento de la pareja y el objetivo último de mucha gente es aspirar a tener una vida equilibrada.

En la historia del individualismo moderno los medios de información han desempeñado un papel emancipador fundamental al extender en la sociedad los valores del hedonismo y la libertad, difundiendo el derecho a la autonomía individual, promoviendo una cultura de las relaciones que pondera el amor al cuerpo, los placeres y la felicidad privada, alejándose así de las tradiciones morales y de las ideologías políticas. En definitiva los medios han aportado una gran autonomía de pensamiento y de acción. Al identificarse el individualismo y al disminuir la importancia de los discursos tradicionales, la sociedad hipermoderna se caracteriza por la indiferencia ante el bien público y por esa prioridad que se concede al presente sobre el futuro.

Como dice Sébastien Charles en su introducción al pensamiento de Lipovetsky, el filósofo propone una versión de hipermodernidad que quiere ser racionalista y pragmática y en la que la responsabilidad es la pieza clave en el porvenir de nuestra democracia.