Magazine/Música
Crítica de "My name is Buddy", último CD de Ry Cooder
Por Marion Cassabalian, martes, 1 de mayo de 2007
El músico y productor californiano Ry Cooder continúa la trilogía que empezó con el disco Chavez Ravine -una radiografía con música folk de fondo de un barrio de emigrantes pachucos de Los Ángeles-, con su último álbum My name is Buddy, un homenaje a la música de raíz norteamericana y a las libertades perdidas.
El octavo mejor guitarrista del mundo, según la revista Rolling Stones, Ryland Peter Cooder, conocido como Ry Cooder, ha inventado en su último disco un personaje ficticio encarnado por un gato callejero pelirrojo llamado Buddy —"que nace rojo y se hace rojo"— para narrar un recorrido por los Estados Unidos de hace varias décadas, con sus sindicatos obreros, sus manifestaciones, su espíritu crítico y su sinfín de libertades. Este discurso militante, parecido al que lleva realizando desde hace años Billy Bragg o su compatriota Steave Earle, es en realidad una reflexión sobre "la desaparición de los Estados Unidos" de aquella época, según el propio Cooder quien cumplió 60 años el último 15 de marzo. El músico asegura que todas estas libertades de antaño ya no existen y que hoy su país está compuesto de "consumidores" y no de "ciudadanos", con "un payaso a su cabeza". Este especie de manifiesto político es la triste constatación de la desaparición de la solidaridad (cuando en Chavez Ravine Cooder ya hablaba de la desaparición de las raíces), una mirada nostálgica a unas épocas en las que existía todavía una convivencia comunitaria.
Sólo hay que echar un vistazo al estudio del autor de la mítica banda sonora de París, Texas, un hangar ubicado en el aeropuerto de Santa Mónica (California) lleno de instrumentos musicales tradicionales, sin ninguna huella de consumismo y donde en un cuadro se lee en castellano la palabra "libertad", para entender lo que Cooder quiere decir...
Esta vez, Cooder vuelve a las raíces mas profundas de la música estadounidense, a ese folk que recuerda inmediatamente a Woody Guthrie, Blind Willie Johnson o Pete Seeger y por supuesto a Bob Dylan
Este musicólogo, con más de 40 años de carrera a sus espaldas, ha trabajado con muchos artistas y viajado por numerosos países en búsqueda de los ritmos más puros y de melodías todavía desconocidas. Esta curiosidad lo llevó por ejemplo hasta Mali donde trabajó con el guitarrista Alí Farka Touré o a Cuba de dónde retornó con el exitoso Buena Vista Social Club debajo del brazo. Pero esta vez, Cooder vuelve a las raíces mas profundas de la música estadounidense, a ese folk que recuerda inmediatamente a Woody Guthrie, Blind Willie Johnson o Pete Seeger (al que Bruce Springsteen dedicó un álbum hace poco) y por supuesto a Bob Dylan.
El resultado de este peregrinaje por la América profunda son los diecisiete temas que componen este álbum sorprendente y que van desde el country en el primer tema del álbum, “Suitcase in my hand”, -que da una idea equivocada del tono general del disco-, al blues con “Sundown town” o “My name is Buddy” y el bluegrass en “J. Edgar” o “The dying truck river”, pasando por el country rock en ”Three cords and the truth”, además de los ritmos fronterizos en “Christmas in southgate”. Otros temas como “One cat, one vote, one beer” son más difíciles de clasificar ya que recuerdan a un Tom Waits con voz menos ronca. Este álbum también suena a jazz en el séptimo tema “Green dog” gracias a la presencia de lujo del excelente pianista Jacky Terrasson, acompañado en esta ocasión por la preciosa voz de Juliette Commagere.
Está claro que, una vez más, Cooder está acompañado por grandes maestros: Paddy Maloney, el líder de los Chieftains, a la flauta, Van Dyke Parks al piano, el mismo Pete Seeger al banjo e incluso Flaco Jiménez al acordeón, además de Mike Seeger, Roland White, Stefon Harris, y su hijo Joachim Cooder a la batería, entre otros.
Además, para el placer de los ojos y de la mente, My name is Buddy viene en una edición de lujo con textos del propio Ry Cooder sobre cada una de las canciones y unas originales ilustraciones del artista y amigo del guitarrista, Vincent Valdés.
Como primicia, ya sabemos que en el tercer álbum, Cooder “dejará que se escuche la voz de un 'red neck' de mentalidad simple pero capaz de hacer oír su amargura con el mejor 'honky tonk' de la ciudad"… una entrega que promete como cualquier proyecto musical que recae en las manos de este genio y mítico músico.