Ferran Gallego: "Todos los hombres de Führer" (Debate, 2006)

Ferran Gallego: "Todos los hombres de Führer" (Debate, 2006)

    AUTOR
Ferran Gallego

    GÉNERO
Historia. Biografía. Ensayo

    TÍTULO
Todos los hombres del Führer. La élite del nacionalsocialismo (1919-1945)

    OTROS DATOS
Barcelona, 2006. 574 páginas. 22,90 €

    EDITORIAL
Debate



Ferran Gallego (Barcelona, 1953) es profesor de Historia de América Latina contemporánea e Historia del fascismo de la Universidad Autónoma de Barcelona

Ferran Gallego (Barcelona, 1953) es profesor de Historia de América Latina contemporánea e Historia del fascismo de la Universidad Autónoma de Barcelona


Reseñas de libros/No ficción
Ferran Gallego: "Todos los hombres del Führer" (Debate, 2006)
Por Rogelio López Blanco, miércoles, 28 de febrero de 2007
El excepcional trabajo de Ferran Gallego, profesor de historia del fascismo de la Universidad Autónoma de Barcelona, apabulla por la extensión y actualidad de la bibliografía empleada, en particular la de lengua alemana, y sorprende por la extraordinaria habilidad para emplear los retratos de los miembros de la élite hitleriana como un instrumento para diseccionar en profundidad el fenómeno político nazi desde su mismo nacimiento. En palabras del propio autor: “Se trata de comprender un movimiento de época a través de la experiencia personal que enlaza con el espacio público”, es decir, la de aquellos “que permiten explicar los cauces a través de los cuales diversos segmentos de la sociedad alemana se insertaron en un compromiso activo con el régimen”.
Como ocurre con Hitler, los personajes que descifra Ferrán Gallego sólo pudieron ocupar el primer plano de la política alemana y europea como consecuencia de la hecatombe de la Gran Guerra, unos como antiguos combatientes frustrados por el resultado de la contienda y lo que consideraron posteriores humillaciones tanto externas como internas y los otros influidos por la conciencia que aquéllos transmitían en medio de la vorágine en que se vio sumida la República de Weimar.

En el grupo de antiguos combatientes de la Primera Guerra Mundial destaca la siguiente nómina. Anton Drexler, el fundador del partido, que fue quien convirtió a Hitler en figura pública de la organización, representaba a los obreros especializados y parte de las clases medias afines al movimiento völkisch. Julius Streicher, representante conspicuo del antisemitismo patológico, proporcionó en los decisivos inicios un feudo político para Hitler en Franconia (de ahí la importancia de Nuremberg como capital del movimiento nazi) y le aportó la asunción de la idea del liderazgo absoluto sobre el partido. Gregor Strasser, uno de los principales representantes de la izquierda nazi, “verdadero socialista” no marxista, con prestigio entre antiguos combatiente de la Gran Guerra, quien, como gran estratega, junto con Hitler, cimentó las condiciones que pusieron al nacionalsocialismo a las puertas del poder, además de suministrar un espacio social distinto al de Baviera. Ernst Röhm, quien consiguió la adhesión al movimiento de las fuerzas paramilitares de las SA, constituidas en 1921, y mantuvo un férreo control sobre ellas. Hermann Göering, antiguo piloto de combate, creador de la Gestapo y jefe de la Luftwaffe, hombre muy contradictorio que llegaría a ser el números dos del régimen, representa al sector conservador vinculado a los grandes intereses económicos (los Thyssen, por ejemplo) y a la aristocracia, encarna la “cláusula se seguridad” de estos grupos y el control de la economía desde la política. Robert Ley fue el “responsable máximo de un imperio basado en el control de la mano obrera”, verdadero dirigente del obrerismo dentro del régimen. Alfred Rosenberg, un elitista, es el gran teórico del nacionalsocialismo, quien hizo de los factores raciales la auténtica razón de ser del proyecto utópico nazi y quien concibió el principio del Lebensraum o expansión territorial.

Cuando el lector concluya el libro, alcanzará a entender en toda su extensión la complejidad del nazismo, cronológicamente desde los orígenes hasta el derrumbe final y también en cuanto a la composición, comprobando la amplia pluralidad del movimiento y los mecanismo de funcionamiento interno

Dentro de este grupo de antiguos combatientes, los hombres de la primera hora, los que en su mayoría vivieron la efervescencia del abigarrado ambiente volkisch como el incipiente líder Hitler, algunos tuvieron que ser eliminados o fueron marginados, como Drexler, Strasser, Röhm... para que aquél se alzara con el poder absoluto en el movimiento nazi. Luego están los más jóvenes o aquellos que no pudieron participar por alguna causa, es decir, quienes no habían experimentado la lucha en las trincheras. En el segundo grupo está Joseph Goebbels, un místico, un nacionalista también nihilista, que busca la experiencia de la totalidad, caracterizado representante de la izquierda nazi que logra implantar el partido en el hostil territorio de Berlín, y gran propagandista: será el creador del mito de Hitler. Baldur von Schirach incorporaba a los jóvenes encuadrados en las Juventudes Hitlerianas, una organización que suponía entre 6 y 8 millones de personas. Heinrich Himmler, el gran administrador del Terror de Estado, es el tecnócrata utilitario, pulcro e higiénico, que personifica “la fabricación de una duplicidad de protección y represión”, quien acostumbró a la sociedad a la violencia de masas, un personaje del que se vale Ferran Gallego para introducirse en los entresijos de la política racial del régimen y desvelar el universo concentracionario, la formación y potenciación de las SS y la andadura hasta la solución final, producto de las exigencias de las tres necesidades del Reich, la germanización, el aumento de la producción y las tareas de exterminio. Alber Speer representa al pragmatismo cínico, el supremo tecnócrata ostentoso e intimidante del que se sirve el autor para estudiar, como hace con Goebbels respecto a la estética nazi, la arquitectura y su significado dentro del Tercer Reich y el muy interesante aspecto del sentido de culpa de los alemanes, que él encarna como ninguno de los personajes que aparecen en las páginas de este libro. Martin Bormann, un burócrata eficacísimo, hábil conspirador y con unas dotes de servilismo incomparables, fue el elemento utilizado por Hitler para subordinar todo el aparato del Estado a su voluntad.

Cuando el lector concluya el libro, alcanzará a entender en toda su extensión la complejidad del nazismo, cronológicamente desde los orígenes hasta el derrumbe final y también en cuanto a la composición, comprobando la amplia pluralidad del movimiento y los mecanismo de funcionamiento interno, ese sello de caos organizado en que los distintos capos compiten por las áreas de poder, competencia que Hitler administra con sabia y astuta mano izquierda desde su particular concepción darwinista. Así lo sintetiza Ferrán Gallego: “Se ha querido explicar el nazismo en su pluralidad, en una heterogeneidad que se acentúa a medida que se profundiza en él y que contrasta con su prestigio y su propia apariencia de movimiento y régimen monolítico”, aunque con una salvedad bien importante, pues “esa pluralidad del fascismo alemán fue mantenida sobre un factor más importante que ella: el reconocimiento de un proyecto común, de una utopía compartida, de una ideología que se consideraba propia de todos.”

El nazismo es un producto de la modernidad en grado sumo y, visto en estos términos, puede considerarse un éxito en cuanto que logró asentar un poder absoluto de una magnitud desconocida en la historia


Así, cuando uno se adentra en la lectura se entiende que su triunfo, además de las circunstancias históricas en las que se desarrolló la vida de la Alemania de entreguerras, no puede explicarse por el éxito de una banda de iluminados sin escrúpulos que tuvieron la osadía de imponerse sobre los alemanes. La causa de fondo obedece a que a través de la red capilar que fueron montando ofrecieron a éstos una alternativa personal y colectiva que les persuadió para que les siguieran voluntariamente, un poryecto en el que muchos participaran fanáticamente de la creencia de un destino que habían fabricado. Uno de los aspectos interesantes del libro es la reacción ante el hecho de que todo se esfumó, no otra cosa de lo que casi todos habían creído que era Alemania.

El nazismo es un producto de la modernidad en grado sumo y, visto en estos términos, puede considerarse un éxito en cuanto que logró asentar un poder absoluto de una magnitud desconocida en la historia. Consiguió acopiar un caudal de energías que fue capaz de aplicar sistemáticamente, reuniendo factores con los que logró transformar de punta a punta el mapa político de Europa durante sus tres años de apogeo y los dos de agonía, sin descontar los cambios demográficos, ya sea en términos de destrucción humana por penalidades, enfermedad y hambre, ya sea por deportaciones y exterminios. Como señala el historiador británico Tony Judt, la Europa que surgió de 1945 nada tenía que ver con la de los años treinta, fue una creación, a medias, de Adolf Hitler y de Joseph Stalin, dos monstruos con explicación.