Pablo Pérez-Mínguez: "Mi Movida. Fotografía, 1979-1985" (Lunwerg, 2006)

Pablo Pérez-Mínguez: "Mi Movida. Fotografía, 1979-1985" (Lunwerg, 2006)

    AUTOR
Pablo Pérez-Mínguez

    GÉNERO
Fotografía

    TÍTULO
Mi Movida. Fotografías, 1975-1985

    OTROS DATOS
Barcelona, 2006. 232 páginas. 39,50 €

    EDITORIAL
Editorial Lunwerg



Pablo Pérez Mínguez

Pablo Pérez Mínguez

Bibi Andersen

Bibi Andersen

Pedro Almodóvar

Pedro Almodóvar

Fabio McNamara

Fabio McNamara

Radio Futura

Radio Futura

Rossy de Palma

Rossy de Palma


Reseñas de libros/No ficción
Pablo Pérez-Mínguez: "Mi Movida" (Lunwerg, 2006)
Por Bernabé Sarabia, lunes, 5 de febrero de 2007
Tras la muerte de Franco en noviembre de 1975 comenzó a fraguarse un movimiento de gente joven que se caracterizó por tres rasgos. El primero de ellos radicó en el hecho de que, contrariamente a la generación del sesenta y ocho, no condujo su rebeldía a través de la política ni la expresó de forma violenta como en cambio sí hicieron algunos de sus coetáneos vascos. El segundo rasgo lo marcó un interés multidimensional por la renovación cultural. En dicho rasgo no faltó un abundante uso de material pop. El tercer rasgo vino dado por el espacio urbano en el que estuvo desde el principio su epicentro: Madrid.
Muerto el general, en la cama de un hospital madrileño que su yerno había erizado de tubos y adelantos médicos para evitar lo inevitable, Madrid comenzó a acumular una energía cultural que hasta entonces se había concentrado en Barcelona. El mundillo editorial catalán, la fotografía, los Canet Rock, las sesiones de locales como el Magic o el Saló Diana, comenzaron a perder gas. La represión nacionalista comenzó su labor de zapa, y la fuerza cosmopolita de intelectuales de izquierda como Javier Rubert de Ventós inició la deriva que le ha conducido a no ver más que por la anteojera catalanista. Catalanizarlo todo era la consigna y a ella se aplicaron con esmero los progres, la vieja oligarquía catalana de toda la vida y desde luego las instituciones públicas, pagadas, eso sí, con dinero de los charnegos.

En Madrid surgió de la nada, sin ningún tipo de apoyo público o privado, un grupo de modernillos fascinados por el espíritu de libertad y modernismo del Rastro. Agustín Tena, en su artículo “Llamadlo Nueva Ola” (Suplemento Cultural de La Vanguardia, nº 234), escribe que todo empezó entre los puestos de la Ribera de Curtidores. Roqueros y protopunkies vendían fanzines, discos importados y labores manuales allá por 1976. A base de cañas de cerveza en los baretos aledaños al Rastro, cristalizó el primer grupo musical, Kaka de Luxe, nombre debido a Carlos García Berlanga. La voz cantante del grupo la llevaba Fernando Márquez, el Zurdo, que fue quien contrató al guitarrista de la banda Enrique Sierra, quien más tarde pasaría a Radio Futura.

En la cristalización de estas formas contraculturales tuvo mucho que ver el azar y la voluntad creativa de estos jóvenes. Como escribe Miguel Ángel Trenas en “Madrid recuerda su ‘movida’” (La Vanguardia, 15/1/2007), el 16 de octubre de 1977 se conocen en el Rastro madrileño Olvido Gara (Alaska), Carlos Berlanga, Nacho Canut y Fernando Márquez, el Zurdo. De ahí saldría Alaska y los Pegamoides. Algo semejante sucedió con otros grupos musicales como Radio Futura, La Unión, Nacha Pop, Los Secretos, Aviador Dro, Burning, Leño, Tino Casal, Mecano, Golpes Bajos, Los Nikis, Los Toreros Muertos, Gabinete Caligari, Parálisis Permanente, Mamá, Loquillo y los Trogloditas, Las Vulpes o Derribos Arias. El distinto origen regional de alguno de los grupos citados, acredita la irradiación de la capital de España como centro de referencia de este joven movimiento cultural. Desde la cadena musical de Radio Nacional de España, Radio 3, Jesús Ordovás se encargó de poner orden, de jerarquizar, de urbanizar en definitiva la fuerza musical de la maraña de grupos que iban sacando la cabeza y abriéndose camino en el jodido ambiente musical de la época.
Los años más densos de la movida, como señala David Barba, coinciden con el programa de Paloma Chamorro La Edad de Oro. Se emitió en la segunda cadena de Televisión Española entre 1983 y 1985

Los múltiples y desiguales grupos musicales actuaban en locales que con el paso del tiempo se han convertido en leyenda como el Rock-Ola, la sala Sol, Boccaccio, el Penta o la Vía Láctea. Éstos y otros garitos contribuyeron de modo decisivo a compactar la atmósfera de cambio y rebeldía que existía en la capital de España y que ya en los ochenta comenzó a denominarse la movida madrileña. Agustín Tena, en el ya citado artículo, escribe que, si bien es cierto que el vocablo movida se venía utilizando coloquialmente en Madrid para designar cualquier suceso o hecho importante, la primera vez que se empleó en un gran medio de difusión fue en un programa de Ángel Casas. Dicho espacio se llamaba Musical Express y debía correr 1981. Si hemos de creer a Agustín Tena, Casas estuvo desdeñoso con los jóvenes talentos de la movida pero utilizó el término para referirse a ellos. Por una vez le falló su fino olfato para descubrir tendencias.

De los inicios de la movida conviene señalar la pronta influencia que tuvo en ella el pop art norteamericano. Andy Warhol y su tremenda capacidad camaleónica se convirtieron en una referencia insoslayable para muchos de ellos. No sólo porque en Nueva York el pop art trascendía lo estético para adentrarse en lo comercial sino porque, al hilo de Warhol, el uso de iconos convirtió a la pintura en publicidad. Las imágenes del pop art se desplegaron como imágenes pop y los artistas buscaron ser comercializados como estrellas mediáticas. La tensión comercial fue desigual, eso es evidente, pero Almodóvar o Antonio Banderas se pusieron al loro enseguida. En otro orden de cosas, una ilustración de esa visión comercial podemos encontrarla en la aparición de sellos independientes de grabación discográfica (Dro, Tic Tac) que permitió a las gentes de la movida la creación y difusión de una música distinta. (En aquellos años muchos jóvenes estaban más que hartos del rock sinfónico y de lo que proponían las multinacionales del disco y que la SER difundía con entusiasmo).

Por otra parte, desde un punto de vista institucional, coincidió lo que vamos relatando con la llegada a la alcaldía de Madrid de Enrique Tierno Galván, un catedrático chapado a la antigua que lideraba el Partido Socialista Popular (PSP) hasta que se fusionó con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Felipe González le puso en la Casa de la Villa, con la idea de tenerlo aparcado y que no diera la lata. Lo curioso fue que “el viejo Profesor”, que es como a él gustaba que le llamasen, tanto recibía al Papa y le soltaba una larga parrafada en latín como apoyaba a unos jóvenes rebeldes que con el tiempo iban a transformar la vida cultural madrileña.
Los rebeldes de esos años se montaron en un cosmopolitismo que iba más allá de la imitación mimética de lo que se hacía en el extranjero. Con el viento en popa del inicio del cambio social y político que marca la Transición, la gente de la movida aventó con atrevido talento la caspa autoritaria del franquismo y lo hizo porque la movida madrileña se extendió mucho más allá de la música

Para David Barba el inicio de la movida cabe situarlo en 1977, como escribe en su artículo “Madrid me mata (pero menos que Barcelona)”, publicado en el suplemento cultural de La Vanguardia ya citado. Ese año y los posteriores, los que están marcados por el comienzo del rodaje de la película de Pedro Almodóvar Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (estrenada en 1982) serían los tiempos del inicio de la movida. La exposición de 1988 Madrid-Vigo cerraría, para Barba, el período de vigencia de la movida madrileña.

Los años más densos de la movida, como señala David Barba, coinciden con el programa de Paloma Chamorro La Edad de Oro. Se emitió en la segunda cadena de Televisión Española entre 1983 y 1985. Comenzaba a las diez y media de la noche y duraba 90 minutos. Su estructura giraba en torno a la transmisión de un concierto de pop rock en directo a lo largo del cual se distribuían entrevistas informales y espacios previamente grabados relativos a los aspectos más vanguardistas del panorama artístico y musical del momento. Por el plató de La edad de Oro pasaron los músicos más destacados de la movida madrileña como Alaska y Dinarama, Almodóvar & McNamara o Bernardo Bonezzil. Por allí desfilaron también los artistas internacionales favoritos de la movida como Lou Reed, The Residents, Culture Club, Nick Cave o el grupo de rock Violent Femmes, protagonista absoluto del último programa. De vez en cuando Paloma Chamorro incluía breves espacios documentales o dramáticos. De estas piezas cabe destacar el cortometraje “Trailer para amantes de lo prohibido” de Pedro Almodóvar, así como los trabajos de Ceesepe, Guillermo Pérez Villalta o Alberto García Alix. El contenido del programa se completaba con la emisión de grabaciones en vídeo de conjuntos y solistas de plena vanguardia como Radio Futura, Talking Heads o Spandau Ballet. Carlos Alcolea, Miquel Barceló o Robert Mapplethorpe fueron algunos de los artistas presentes en el programa a título individual.

El programa de Paloma Chamorro, realizado sin grandes gastos, fue de una enorme eficacia a la hora de armar la presencia pública de la movida. Ha sido, sin duda, el programa más trasgresor emitido por Televisión Española en sus cincuenta años de existencia. En uno de sus espacios se presentó un vídeo en el que se puede ver un crucifijo con una cabeza de cerdo. Por ello, y por escenificar la celebración de una misa, Paloma Chamorro tuvo que ir a declarar, junto al productor del programa y varios miembros del Consejo de Administración de RTVE, a los tribunales el 15 de enero de 1985. Ese fue el principio del fin.

Los rebeldes de esos años se montaron en un cosmopolitismo que iba más allá de la imitación mimética de lo que se hacía en el extranjero. Con el viento en popa del inicio del cambio social y político que marca la Transición, la gente de la movida aventó con atrevido talento la caspa autoritaria del franquismo y lo hizo porque la movida madrileña se extendió mucho más allá de la música. Curiosamente apadrinada por los ayuntamientos de Madrid y Vigo, la revista La Luna de Madrid, nacida a finales de 1983, fue otro baluarte intelectual de aquellos jóvenes con ideas y rebeldía. Allí publicaban, entre otros muchos, Eduardo Haro Ibars, Javier Barquín, José Tono, Ramón Mayrata, Gregorio Morales, José Antonio Gabriel y Galán o Luis Antonio de Villena.
Diseñado por Carlos Serrano G.A.H. y su hermano Ricardo, Mi Movida ha supuesto un fino esfuerzo de selección de los cientos de fotografías que Pérez-Mínguez tomó entre 1979 y 1985. La mayoría en su estudio pero también en otros escenarios de la movida

En artes plásticas la conjunción de artistas gráficos como Ceesepe, Costus, El Hortelano, Agust, Paz Muro, Nazario, Miguel Trillo o Alberto García Alix fue espectacular. Estos tres últimos fundaron un colectivo de artistas denominado “Cascorro Factory”, del que salieron muchas de las ideas transgresoras del incipiente movimiento. Entre los grafiteros Juan Carlos Arguello, El muelle, dejó una amplia estela de seguidores. En moda, Sybilla, Antonio Alvarado o Manuel Piña estrenaron su brillante carrera en esos años. A Madrid llegaban artistas de todas partes. Galerías como Buades, Vijande o Central acogieron muestras en las que Broto, Albacete, Campano, Sicilia, Quejido, Pérez Villalta, Llamazares, Salazar, Navarro Baldeweg, Mariscal, García Sevilla o Alcolea compartían, como escribe Agustín Tena desde una aproximación generalmente figurativa, un universo de colores vivos e influencias cercanas a las vanguardias internacionales.

Se movió mucha más gente, arquitectos, realizadores o directores de escena. La lista es larga y nos llevaría demasiado lejos. Donde sí hay que pararse es en la fotografía. Ahí podríamos sacar a relucir un buen número de gentes que siguen en la picota. Ahí están Carlos Serrano G. A. H., Jordi Socías, Luis Baylón, Javier Campano, el ya citado Alberto García Alix, Ouka Lele o Pablo Pérez-Mínguez. De los mencionados, los tres últimos han recibido en estos pasados años el Premio Nacional de Fotografía. Sin embargo, el fotógrafo que mejor encarna la movida madrileña es Pablo Pérez-Mínguez. Y ello por dos motivos. El primero porque su manera de fotografiar tiene esa mezcla entre lo pop y lo barroco tan del gusto de la época. El segundo viene de su inclinación por el retrato. Pérez-Mínguez realizó centenares de retratos en esos años. Fue el retratista de la movida. Hizo tanto la fotografía que fue cartel para la exposición Arquitectos Modernos como la foto de múltiples eventos que de modo constante se producían durante los efervescentes años de la movida.

Pablo Pérez-Mínguez nace en Madrid en 1946, en el número 14 de la calle Monte Esquinza, casi enfrente de la embajada británica. Nace en un magnífico edificio -cosa rara en Madrid, donde se construye tan mal- propiedad de su familia y en la casa en la que en 1980 pone el estudio en el que realiza la casi totalidad de las fotografías reproducidas en La Movida. Primo de Rafael Pérez Mínguez, un malogrado pintor de enorme talento al que Francisco Calvo Serraller dedicó en su día encendidos elogios, y hermano de Luis, también fotógrafo, Pablo Pérez-Mínguez comenzó, como tantos otros de su generación, a estudiar una ingeniería, la de agrónomos.

Recién llegado a la universidad se dio cuenta de que lo suyo era la fotografía y enseguida comenzó a ganar premios en distintos concursos. En 1971 funda con su primo Rafa y con Carlos Serrano G.A.H. Nueva Lente, una revista de fotografía con planteamientos originales y con una estética muy sugerente. Expone, monta happenings con Paz Muro y tres años más tarde, en 1974, pone en marcha, con la ayuda económica de una Fierro y de otros amigos, Photocentro, un espacio dedicado a exposiciones y a la enseñanza fotográfica por donde pasa lo mejor y más rompedor de la fotografía de esos años.

Para los chicos y chicas de medio pelo que alimentaban la movida madrileña, la llegada al estudio de Pérez-Mínguez debía resultar algo impresionante, casi como cuando los bárbaros entraban en Constantinopla. Un enorme portal de mármol, una escalera con alfombra y una casa de más de trescientos metros, techos altos y suelos de madera en espiga. Si a eso se le añade el talento escénico y la calidez de Pérez-Mínguez, se entiende que cuando se ponía a fotografiar sacase lo mejor de sus modelos. En su estudio se rodó Laberinto de pasiones, se fotografió para La Luna de Madrid, se rodaron video-clips, se hicieron diapo-parties para Rock-Ola y por el objetivo de su cámara pasaron multitud de personajes famosos o que, con el tiempo, llegarían a serlo. El estudio de Monte Esquinza sigue abierto y Pérez- Mínguez no ha dejado de trabajar y de organizar mil actividades de todo orden.

Diseñado por Carlos Serrano G.A.H. y su hermano Ricardo, Mi Movida ha supuesto un fino esfuerzo de selección de los cientos de fotografías que Pérez-Mínguez tomó entre 1979 y 1985. La mayoría en su estudio pero también en otros escenarios de la movida. Se completa el volumen con textos de Luis Antonio de Villena, Alaska, Mario Vaquerizo y Luis Gómez-Escolar. Entre las fotografías y los textos el lector sitúa con toda claridad la figura de Pérez-Mínguez como fotógrafo y como actor de la movida. Al mismo tiempo, a través de las fotos seleccionadas, tan inmediatas, barrocas y cargadas de color, el lector puede hacerse con el significado de lo que representó la movida. Al contemplar a sus personajes en sus años jóvenes y al percibir que algunos de ellos ya no están entre nosotros, el espectador comprende que la movida pagó también un fuerte tributo a sus excesos y a su propia inocencia juvenil. En todo caso he aquí el testimonio de una época irrepetible.