Álvaro Pombo: "La fortuna de Matilda Turpin" (Planeta, 2006)

Álvaro Pombo: "La fortuna de Matilda Turpin" (Planeta, 2006)

    AUTOR
Álvaro Pombo

    GÉNERO
Novela

    TÍTULO
La fortuna de Matilda Turpin

    OTROS DATOS
Barcelona, 2006. 442 páginas. 21,50 €

    EDITORIAL
Planeta



Álvaro Pombo

Álvaro Pombo


Reseñas de libros/Ficción
Álvaro Pombo: "La fortuna de Matilda Turpin" (Planeta, 2006)
Por Juan Antonio González Fuentes, domingo, 3 de diciembre de 2006
Álvaro Pombo ha escrito una novela de fantasmas, y lo ha hecho no distanciándose en exceso, al menos si se hace una lectura profunda, de las convenciones establecidas por los más grandes maestros del género, los anglosajones. Pombo ha situado a un grupo de personas en el interior de una mansión aislada, una mansión anclada en algún lugar de Cantabria, ni muy lejos de las montañas ni muy lejos del mar, probablemente en la zona del entorno de San Vicente de la Barquera. Y en ese lugar, en otro tiempo refugio contra los avatares y velocidades casi alienantes de la vida madrileña, a casi la totalidad de los personajes de la novela, miembros de la misma familia, se les va apareciendo de maneras muy distintas el fantasma de la protagonista recientemente muerta, Matilde Turpin: para unos madre, para otros esposa, para otros amiga, para otros jefa.
Entiéndanme, no, no es que Álvaro Pombo haya hecho de Matilda Turpin un espectro con sábana y cadenas que se aparece de repente, uno por uno, a sus familiares y amigos para darles un susto de muerte entre gritos y susurros. No, lo que sí ha logrado Pombo es convertir a la muerta Matilde Turpin en un espectro cuyo recuerdo, memoria e influencia, transforma y trastorna el espíritu de todos los protagonistas encerrados en la mansión aislada, revelando en ellos, nunca mejor dicho, el negativo, el reverso de cada personalidad, de cada existencia.

En la mansión cantábrica habita la memoria de Matilda Turpin, y todos los que viven entre sus muros, acaban dando comienzo, en contacto permanente con el ácido poso de su recuerdo, a un viaje estático e iniciático que los lleva a cambiar los anclajes internos y externos de su vida, a través de una metamorfosis existencial, una metamorfosis de índole metafísica.
Uno de los referentes ineludibles en los que se mira la construcción de La fortuna de Matilda Turpin es la tradición de la novela modernista inglesa, con sus inmediatos antecedentes, Henry James en primer lugar, y los un poco más alejados en el tiempo, Jane Austen y George Eliot como destacados nombres propios

En este sentio, Pombo ha escrito una historia que no está construida ni mucho menos con los andamiajes de la acción, o mejor dicho, de la fisicidad en las acciones. Es, por el contrario, una novela de palabras, de lenguaje, de conversaciones..., Pombo hace que los personajes evolucionen, avancen calados hasta los huesos en la trama narrativa, en el viaje existencial que propone. Y no lo hace por medio de acontecimientos externos, sino por medio de los diálogos, de los ataques y contraataques verbales que, como si de una sutilísima partida de ajedrez se tratase, van haciendo avanzar a las piezas-personajes por toda la geografía del tablero, las van arrinconando, las mueven por los cuadrados negros y blancos siguiendo sus distintas posibilidades dependiendo de si los personajes son peones, alfiles, torres, caballos, o reinas..., hasta lograr el sorpresivo jaque mate final con el que el escritor acaba su novela.

Así, uno de los referentes ineludibles en los que se mira la construcción de La fortuna de Matilda Turpin es la tradición de la novela modernista inglesa, con sus inmediatos antecedentes, Henry James en primer lugar, y los un poco más alejados en el tiempo, Jane Austen y George Eliot como destacados nombres propios. Me refiero a esa tradición de novela psicológica y de situaciones, de ambiente social y cultural en el que la reflexión íntima y la dialéctica verbalizada entre los personajes dotados con caracteres dispares, se imponen como forma refinada de esgrima conceptual, como motor de explosión del entramado narrativo. Tradición que tan lejos llevaron en sus particulares ejercicios literarios los autores del círculo de Bloomsbury, con Virginia Woolf a la cabeza.

Pero si, por otra parte, nos viéramos en la necesidad de encontrarle a esta obra de Pombo un equivalente cinematográfico, creo que lo hallaríamos con singular acierto en las películas del director francés Eric Rohmer, en las que toda la situación dramática se concentra, avanza y resuelve en tandas de conversaciones alrededor de una mesa en la que los comensales, además de beber vino y degustar queso o frutas, hablan y hablan trufando la conservación con constantes citas y referencias a pensadores y escritores. Tampoco andaríamos desencaminados si trajésemos a colación el nombre de Hitchcock, y más concretamente el que hizo Rebeca o Vértigo, historias en las que la presencia fantasmal de mujeres muertas son la fuerza y raíz íntima del relato, del cuento fantasmagórico.
Subrayo, ha escrito Pombo una novela de fantasmas, una novela cadenciosa, trabada, compleja y exigente para el lector en bastante grado

Sí, quiero insistir en ello, Pombo ha escrito una novela de fantasmas, una trama en la que la presencia en espíritu de una ausente, acaba por destapar una curiosa y devastadora realidad: todos los personajes son a su vez fantasmas de sí mismos, vidas que han vivido una vida que no era la suya, personajes que han fingido una existencia, que se han desenvuelto en la resolución y dominio de un papel al que en cierto modo les obligó su relación con la muerta, con la inaprensible Matilda Turpin.

De todos esos fantasmas, sin duda el que sale peor parado al realizar un balance ético final es el marido de Matilda, Juan Campos, el fantasma más complejo, cruel y dañino de todo el tablero, pues es el único que busca con verdadero afán y método saborear el vino turbio de la venganza. Es por medio de este personaje y de las relaciones que establece con el resto de la pequeña comunidad fantasmal, como Álvaro Pombo aborda y desborda, con honda y quizá en exceso encubierta sabiduría, unos asuntos de auténtico calado social e histórico en las sociedades occidentales contemporáneas: el machismo larvado y operante en las clases progresistas y cultivadas, y el dificilísimo, desasosegante papel de las mujeres con éxito profesional e hijos y hogar a su cargo, a sus espaldas.

Subrayo, ha escrito Pombo una novela de fantasmas, una novela cadenciosa, trabada, compleja y exigente para el lector en bastante grado, sobre todo para el que acuda a estas páginas al reclamo publicitario, y esté acostumbrado, por tanto, a enfrentarse a unos Planetas como los de los últimos años, novelitas de usar y tirar, de quita y pon, de si me miras no me acuerdo.

No, este trabajo de Pombo, probablemente el más trabajoso de todos los suyos, es una novela con todas las de la ley, con todas las letras mayúsculas de palabra tan devaluada desde hace tanto, tanto tiempo, al menos en nuestro país. Álvaro Pombo ha creado, con palabras arrancadas a golpes de experiencia personal, un planeta entero, un planeta poblado por una sociedad de fantasmas complejos y acomplejados, verdadero espejo moral del alma de una sociedad opulenta y progresista, snob, desarrollada y próspera, sumamente altanera, y a la que le faltan, en la propia argamasa de sus cimientos, elementos tan básicos para el desarrollo de su esencial humanidad como el amor y la piedad, la benevolencia y la tolerancia, el sacrificio y la entrega al otro sin lista de condiciones, sin pliegos ni notas a pie de página.

Es este un Planeta, por encima del Planeta. Acudan a él sabedores de que les va a demandar paciencia y esfuerzo, pero también de que les devolverá una forma, una fórmula inteligente de entender este mundo, el nuestro, el de hoy y ahora, tal vez el de siempre, siempre jamás.