Magazine/Música
La huella indeleble de David Gilmour
Por Marion Cassabalian, miércoles, 3 de mayo de 2006
David Gilmour, el legendario guitarrista y cantante de Pink Floyd que acaba de cumplir los 60, grabó un disco de diez canciones que –aunque a él no le guste demasiado la idea– recuerda a los mejores acordes de la banda británica. On an island reúne en un conjunto intimo y melódico folk, jazz, música orquestal y rock, con las inconfundibles voz y guitarra de Gilmour como principales estrellas.
“Calma, placidez, melancolía y nostalgia..." son las sensaciones que quiso transmitir Gilmour con este tercer trabajo en solitario después de 30 años liderando una de las mejores bandas de la historia del rock. Este álbum es el reflejo de un trabajo muy personal e intimo, un viaje por el mástil de su guitarra, subidos a unas melodías y unos sonidos muy propios de su universo musical.
Sería imposible para Gilmour no sonar parecido a Pink Floyd ya que su huella en la trayectoria de esta banda es indeleble. Pink Floyd nació en el 1964 y durante los años setenta se convirtió en el grupo que más discos vendió en todo el mundo, con joyas incomparables como The final cut, The dark side of the moon o Meddle, además de ser pionero en el terreno del sonido psicodélico. En 1994, se publicó The division bell, el último disco en estudio de la banda –y uno de los menos afortunados de su carrera– que ya no contaba con la presencia del bajista y compositor Roger Waters que dejó el grupo en 1985. Desde entonces, Pink Floyd no ha vuelto a publicar nuevo material y sus componentes se han embarcado en diversos proyectos en solitario, a pesar de que el grupo no está oficialmente disuelto.
Editado por EMI Records, On a island es la tercera grabación en solitario de Gilmour desde David Gilmour en 1978 y About face en 1984. Con orquestaciones del conocido compositor polaco Zbigniew Preisner (autor de la partitura de varios filmes de su compatriota el realizador Krzysztof Kieslowski, fallecido en 1996), la mayoría de los temas fueron compuestos por el propio Gilmour y por su mujer Polly Samson, letrista y pianista, con quien ya trabajó en The division bell. El álbum fue producido por el cantante junto al veterano productor Chris Thomas y al guitarrista de Roxy Music, Phil Manzanera, y grabado en los míticos estudios londinenses de Abbey Road.
On a island parece un disco hecho en homenaje a la belleza de la música en general –y de la de Gilmour en particular–, a la paz y la tranquilidad que puede procurar una melodía. El guitarrista nos regala un álbum maduro, limpio y tremendamente sensible, azul como sus ojos y eléctrico como su voz
La canción que da título al álbum es interpretada por Gilmour junto a David Crosby y Graham Nash, ex integrantes de Crosby Stills & Nash y dos de las mejores voces de la música contemporánea. Richard Wright (teclista de Pink Floyd), Robert Wyatt, Jools Holland, Georgie Fame, Caroline Dale, Willie Wilson, Guy Pratt y Rado Bob Klose (uno de los primeros integrantes de Pink Floyd) son también algunos de los nombres que aparecen en este trabajo. El disco también incluye el debut de Gilmour al saxo en el quinto tema.
On a island parece un disco hecho en homenaje a la belleza de la música en general –y de la de Gilmour en particular–, a la paz y la tranquilidad que puede procurar una melodía. El guitarrista nos regala un álbum maduro, limpio y tremendamente sensible, azul como sus ojos y eléctrico como su voz.
El disco comienza con la delicada “Castellorizon”, una pieza instrumental con grandes momentos de su guitarra lagrimosa (para amantes del estilo Gilmour, insisto...), seguida del tema que da nombre al álbum, en el que los verdaderos protagonistas son las voces de los invitados. Para certificar el ambiente melancólico de este disco, llega la tercera pieza, “The blue”, ligeramente más intensa en ritmo e instrumentación. La canción siguiente, “Take a breath”, rompe en el instante justo esta dinámica ya que es un tema rockero con efectos de voz y guitarra que recuerdan los mejores momentos de Pink Floyd. Un escalofrío recorre entonces la espalda...
Luego, antes de encontrar otra canción rockera, esta vez con sonido blues –‘”This heaven”–, nos topamos con otra instrumental exquisita, “Red sky at night”. De lo mejor de este álbum insular, con saxo pinkfloydiano incluido. Vuelve Gilmour a intercalar otro instrumental, “Then I close my eyes”, el séptimo tema, con algunos de estos efectos que tanto nos gustan (esta vez, parece acompañado por una sirena). El tema siguiente, “Smile”, cambia un poco el rumbo del álbum ya que es una balada más “popera” con reminiscencias de los 70 gracias al sonido del órgano. Para terminar, dos canciones fieles al estilo del artista, “Pocketful of stones” y “Where we start”, sin demasiado peso en el disco, pero que se impregnan de la calidad compositora de Gilmour.
“On an island” es un disco exquisito que ningún amante de la buena música, y mucho menos de la trayectoria de David Gilmour y de Pink Floyd, debe perderse, ya que el cantante y líder de la banda (probablemente) más innovadora y más brillante de la historia del rock sigue transmitiendo estas sensaciones que permiten evadir cuerpo y mente.