Reseñas de libros/No ficción
Baltasar Garzón (dir.): “La lucha contra el terrorismo y sus límites” (Adhara, Madrid, 2006)
Por Rogelio López Blanco, lunes, 3 de abril de 2006
El juez Baltasar Garzón ha logrado reunir en este volumen una importante número de colaboraciones sobre el fenómeno terrorista y lo ha hecho de una forma muy asequible, ya que la inmensa mayoría tienen la forma de entrevista. Lo que va en detrimento de una exposición más sistemática y detallada, se gana en frescura, fluidez y acumulación de puntos de vista, que repercute en una mayor riqueza y accesibilidad para el lector profano en la materia. El libro se gestó a partir de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense que tuvieron lugar en el verano de 2004 y culminó en noviembre de 2005, cuando ya el magistrado había incorporado a su bagaje nuevos elementos tras su estancia en los Estados Unidos.
La riqueza del volumen, como queda dicho, procede de la perspectiva múltiple. Se encuentran las intervenciones de políticos como el actual presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero y otro importantes hombre públicos, alguno de los cuales ha desempeñado la certera de Exteriores, Interior o Justicia. Son los casos de Mariano Rajoy, Miguel Ángel Moratinos, José María Michavila y Jame Mayor Oreja, quien, a mi juicio, presenta la más interesante de esta tanda de intervenciones por su profundidad y rigor. La última, obra de Dominique de Villepin, es un discurso muy bien trabado y brillante, como los fuegos artificiales. De Zapatero y Moratinos sólo cabe reseñar sui insistencia, dentro del estilo de lo políticamente correcto, en eludir el término terrorismo islamista sustituyéndolo por el de terrorismo internacional.
Entre los autores académicos que sobresalen, destaca el profesor Fernando Reinares, asesor del ministro de Interior, quien efectúa una delimitación muy precisa de lo que es el nuevo tipo de terrorismo global y proporciona una definición de acto terrorista que debe ser muy tenida en cuenta: “Un acto de violencia es terrorista si el impacto psíquico que provoca en una sociedad, en términos de ansiedad y miedo, excede con creces sus consecuencias materiales, esto es, los daños físicos ocasionados intencionadamente a personas o cosas”. Aunque señala diferencias, el “terrorismo islamista no equivale exactamente a terrorismo internacional”, deja bien establecidas las causas de las mismas, “el uso apropiado de esta última formulación (...) obedecería más a motivos de precisión conceptual que a razones de corrección política”, justo lo contrario a cómo lo emplea el tándem Zapatero-Moratinos, quienes pretenden una Alianza de Civilizaciones con sujetos como los ayatolas iraníes que quieren exterminar a Israel mediante un ataque nuclear. Así, Reinares no tiene reparos en reconocer que: “Desde los años noventa, múltiples atentados ocurridos en muy diversos lugares del mundo corresponden a un terrorismo internacional de orientación islámica practicado por los distintos grupos armados de ámbito regional o local que tienen como núcleo originario y matriz a Al Qaeda”. Por último, acota con rigor lo que es el terrorismo internacional: “en primer lugar, el que se practica con la deliberada intención de afectar la estructura y definición del poder en regiones enteras del planeta o incluso a escala misma de la sociedad mundial. En segundo término, aquel cuyos actores individuales y colectivos hayan extendido sus actividades por un significativo número de países o áreas geopolíticas, en consonancia con el alcance de los propósitos declarados. En cualquier caso, insisto, la estrategia a largo plazo de cualquier terrorismo internacional es perfectamente compatible con objetivos nacionales o regionales más acotados en su alcance y menos diferidos en el tiempo, bien para el conjunto de los actores implicados en la práctica de dicha violencia o para alguno de entre ellos”.
Las principales virtudes del libro son la multiplicidad de puntos de vista, la riqueza de la temática y de los enfoques, siempre regido por el eje del combate contra el terrorismo y sus límites, es decir, la búsqueda del mayor conocimiento sobre los distintos tipos de terrorismo y la forma de combatirlo, algo que, conviene subrayarlo, debe estar determinado por el Derecho
También es muy relevante la aportación de Rogelio Alonso, cuyos trabajos sobre la situación norirlandesa y la comparación con el caso vasco resultan ahora más imprescindibles que nunca. Es éste un autor al que hay que seguir pues sus estudios e investigaciones en Belfast le han proporcionado claves para leer con más autoridad que nadie los derroteros por los que transcurrirá el denominado “proceso de paz” en el que actualmente estamos inmersos desde que la organización terrorista ETA ha anunciado el “alto el fuego permanente”, un proceso que parece seguir el guión marcado por el Sin Fein y el IRA con Gerry Adams a la cabeza. Nadie como él para desenmascarar el juego con el que los derrotados quieren imponer las condiciones de la paz para acabar como vencedores en el terreno político. Por eso, tiene mucho fundamento el siguiente comentario de Rogelio Alonso: “el nacionalismo vasco se encuentra inmerso en un profundo estado de negación que le lleva a presentar el diálogo y la búsqueda de la paz como guías de su acción política, al tiempo que niega los pilares sobre los que tan honorables objetivos deben construirse: la justicia y la memoria”. Para que no haya lodos.
Otros académicos de prestigio son el veterano profesor David Rapoport, que sitúa la última etapa de terror que asola el mundo como un repunte de la cuarta ola de terrorismo contemporáneo, la religiosa, que estaba a punto de desmoronarse; el sicólogo José Oliva Gil, quien muestra una radiografía sicológica de los fanáticos; el profesor de la Universidad de Haifa, el especialista en terrorismo Matthew Levitt, quien no tiene reparo en admitir que uno de los caminos es buscar conexiones entre el terrorismo yihadista y el de las organizaciones seculares de izquierdas; Ami Pedahzur, que ha estudiado en profundidad el perfil de los terroristas suicidas; Waleed Saleh Alkhalifa, especialista en estudios árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, quien considera que el centro neurálgico del descontento musulmán, y más concretamente del árabe, es el conflicto árabe-israelí, asunto sobre el que tienen mucho que decir tanto el israelí Raen Cohen, miembro de la izquierda pacifista y antiguo ministro con Rabin y Barak, y el ex-embajador de la Autoridad Palestina en España, Nabil Marouf.
Dentro de los juristas, se encuentran por parte española, además del propio juez Garzón, que anota y comenta cada exposición, Cándido Conde-Pumpido, actual Fiscal General del Estado, para quien el terrorismo es una forma de delincuencia, no una modalidad de guerra, el fiscal de la Audiencia Nacional Enrique Molina Benito y el catedrático de Derecho penal José Manuel Gómez-Benítez. La aportación del Fiscal General argentino, Hugo Omar Cañón, se centra en el terror ejercido por el Estado, extendiéndose hasta el espinoso asunto de la responsabilidad de la democracia liberal capitalista, donde el calificativo “capitalista” explica implícitamente el valor que para el merece el concepto de “democracia liberal” (es como volver aquello de la “democracia burguesa”, un salto atrás completo con tirabuzón). Los cuerpos policiales aparecen representados por un ejemplar profesional, el ex –Comisario General de Información Jesús de la Morena.
Entre los periodistas entrevistados están el veterano en mil batallas Luis del Olmo, el combativo José María Calleja, con su zumbón sentido del humor, y Gervasio Sánchez, quien aborda el asunto del “otro terrorismo”, el generado por los abusos de los poderosos: países, empresas y altos responsables políticos. Tampoco es olvida la perspectiva artística, con las aproximaciones a las obras de los cineastas Iñaki Arteta y Mercè Calca. Por último, pero no lo de menor rango, sino al contrario, está la energía representada por tres resistentes vascas muy relevantes: Maite Pagazaurtundua (muy comedida en su intervención al desempeñar el delicado papel de presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo), Rosa Díez (con un demoledor discurso sobre la complicidad moral del nacionalismo vasco moderado) y Gotzone Mora (quien retrata la resistencia de unos pocos frente al asalto y ocupación “abertzale” de la Universidad vasca).
Las principales virtudes del libro son la multiplicidad de puntos de vista, la riqueza de la temática y de los enfoques, siempre regido por el eje del combate contra el terrorismo y sus límites, es decir, la búsqueda del mayor conocimiento sobre los distintos tipos de terrorismo y la forma de combatirlo, algo que, conviene subrayarlo, debe estar determinado por el Derecho. Hasta el punto de que en sus reflexiones finales el juez considera que el Derecho proporciona un instrumento idóneo para la solución de conflictos como los que plantea el uso del terror, porque le asigna un marco de seguridad jurídica que contrasta con la perversa concepción de la “guerra contra el terrorismo” que para él sólo tiene efectos contraproducentes al legitimar la acción de los agentes del terror y fomentar la militancia fanática. Quizá se le pueda objetar al magistrado un enfoque en exceso nomocrático, quizá demasiado restrictivo en los recursos a emplear, aunque nunca están de más las precauciones por las garantías (Guantánamo, Abu Graib...).