Creación/Creación
Poemas de Miguel Florián
Por Daniel Riu Maraval, domingo, 2 de abril de 2006
Miguel Florián es una de las voces más clarividentes y profundas de la actual poesía española. Desde su primer poemario Los mares, las memorias (1992), hasta el último publicado Reparto de sombras (2005), ha sido una constante invariable en su trayectoria, la plasticidad y riqueza de un lenguaje que nunca se pierde en inaccesibles vericuetos lingüísticos ni inútiles perfeccionismos estéticos. Autenticidad, limpidez y alcance, son los elementos predominantes que ponen de manifiesto la indudable personalidad que encierra el discurso poético.
Conocedor del misterioso poder de la palabra, el poeta transmite y llega a lo más intimo con un verso fresco, preciso y vibrante, que siempre va en busca de lo esencial. Su poesía, es una poesía que nace desde dentro, que nos envuelve y emociona. Como acertadamente afirma Francisco Martínez Cuadrado, en la introducción a la selección antológica realizada por el propio autor, la poesía de Miguel Florián se nos presenta como: “Sensación y sentido. Precisión y armonía. Emoción y conciencia. Palabra y memoria. Luz y también sombras”.
De Cuerpo nombrado (2005), titulo de la antología que agrupa los poemarios Los mares, las memorias (1992), Anteo (1994), Lluvias (1995), Los días y los pájaros (1996), Memoria común (1998), Mar último (2000), Cuerpos (2001), Habitación 328 y otros poemas (2001), La antigua llama (2004), Reparto de sombras (2005), y que han sido merecedores de diferentes galardones, entre los que destacan el Premio Jaime Gil de Biedma, el Premio Nacional de Poesía San Juan de la Cruz, el Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez, el Premio de Poesía Ciudad de Salamanca..., son los siguientes poemas (*):
Barcarola
Ese hombre inclinado recoge caracolas,
o tal vez traza signos
que descifrará el viento.
Rozan sus ojos mi corazón,
y su boca me habla como el mar y la arena.
*
Sunyata
Está vacío el árbol .
y la piedra.
Y el cuerpo en donde habitas,
y tú también.
Está vacía
la pupila que mira.
Y la muchacha
desnuda en tu memoria
(Los mares, las memorias)
*
Cementerio marino
2
La muerte es aquí blanca
junto al azul del cielo.
El perfume del pino,
la tibieza del agua...,
la luz es también blanca.
Son lagartijas blancas
los muertos al tenderse
bajo la cal, desnudos,
avarientos de olvido...
Cuando después se alejan
a otro país más frío,
cuando caen hacia el sueño,
reflejando las velas
de los barcos, el ala
dorada de los pájaros,
en sus pupilas blancas
(Anteo)
*
Plegaria
Que sea blanco, tibio, y sobre todo lento,
muy lento , este verano. Que crezcan muy despacio
sus espigas. Que se detenga el brillo dorado
del centeno. Y se adormezca el musgo.
Deseo contenerme muy dentro de esta hora,
tenderme en esta vulva de animales blanquísimos,
que me rozan los labios y me abrasan...
En esta algarabía de palabras, de cristal,
y de insectos. Que me abra despacio
desde el cuerpo hasta el alma para habitar
esta asfixia de luz, de agua quieta y profunda
que gime bajo el alma, y perderme en el pájaro
con su trino de acero. Allá arriba, en su aire
(Lluvias)
*
Hembra lunar
No puedo con la noche,
con este duermevela de lagartos,
ni con el filo oscuro del recuerdo.
(Con este musgo lento de culebras).
No puedo con la sangre
de labios que amenazan
en el umbral cerrado del insomnio.
Lo mismo que una muerte me pesa la memoria.
No puedo con el río de espejos donde habitas,
ni con tus huesos de lava que se expande.
Nada falta en tu cuerpo de mapas abisales,
ni el aullido del perro en las pupilas,
ni la línea quebrada de los párpados,
ni muérdagos, ni el tacto
que separa los mares de tus costas
(Los días y los pájaros)
*
Álamos
Una lluvia ancestral cae de los álamos,
convierte en breve espejo cada hoja.
Es un árbol callado que se eleva
de la raíz hasta la línea firme
de la luz, y corren sus hogueras
por la carne profunda. Y si camina
se estremece igual que una muchacha
que se alza también hacia lo incierto.
(En mis pulmones siento cómo alienta
el aire que se interna y vivifica,
la ternura de algún sexo escondido
que guarda la belleza, el cumplimiento,
su perfecto equilibrio sobre el mundo.)
He tomado su piel, siento en la boca
la savia perfumada de los álamos
(Memoria común)
*
Mar último
II
Me interno en este mar, voy adentrándome
en otro territorio, en otra bruma
de acontecer muy denso, en otra forma
de mundo aún por hacer, de tiempo de basalto
que terco se resiste a recogerme.
Mundo donde yo me disgregue
y ni memoria mezcle sus recuerdos
(todo cuanto yo amé, multiplicado
-permutado, soñado-una vez y otra vez
distinto y semejante). Me alejo, me adelanto
hacia otra tiniebla de noches convocadas,
oscuro, pordiosero del polvo y sus destinos.
Desciendo por el hondo túnel de los recuerdos,
por las galerías húmedas de larvas y semillas,
caigo a la materia sin luz, hasta el lignito
recubierto por hongos viscosos
que llegan a la piel, y la oscurecen.
...
VII
¿Son nuestras las palabras?. Hasta nosotros llegan
desde un país remoto, de raíces y olvido,
empapadas y turbias. Siento cómo respiran
en lo oscuro del tiempo (un tiempo ajeno y mío),
se adentran en mi pecho, me siento poseído
por algún dios extraño, o un aliento, o un mar...
El cerezo elevándose, las avellanas verdes,
el musgo, aquel aroma de aceite en la almazara,
las esteras, el pan rociado de azúcar...
(¿Son mías las palabras o yo les pertenezco?)
(“Mar último”)
*
DESCONOZCO LAS RAÍCES DE LA MUERTE, pero en la penumbra que anuncia la claridad he sentido el roce helado de una patena.
(La comunión azul de los vencejos, su rastro gris sobre la piedra, el llanto desconocido, el húmedo reptil que nos convoca.)
Vi cómo los ojos de la mujer iban abriéndose a su desdicha; su sexo descarnado colgando de los árboles.
He visto sangrar el muérdago bajo la noche incierta.
Y unas manos ardiendo cuando apresaban el perfil efímero del número, su armonía espesísima, los círculos voraces del águila sobre la cal. He visto el brillo de la desesperación en las pupilas, sus hilachas de plata lacerando la espalda de los niños.
...Ahora que el horizonte me habla de la muerte, y que el silencio me acecha detrás de las palabras, en su esqueleto azul.
(Cuerpos)
*
Parusía
Regresará la llama hasta su pábilo,
removerá la escoria y las pavesas
(desandará la savia, la semilla)
volverá hasta su noche vertical,
donde la llama es una con el hielo
(la sangre con la luz, el mar, la piedra
con el alba.)Desvelarán los ojos
el envés de la muerte. Se encenderá
la carne. Sentirás, como entonces,
la delicia del agua en la garganta,
aquel mismo rocío, su perfume,
y una espada de dios entre los labios.
Y seguirás nombrando el mismo sol.
(Habitación 328 y otros poemas)
*
Mundo
Nada más este mundo
con sus aguas heridas por la sed,
y el mediodía blanco.
Este rincón de alientos incendiados,
de rosas que se inflaman.
Y mujeres tendidas
en la humedad oscura de los lechos.
Latitud
He tocado el umbral,
la orla de la luz,
el preludio del agua,
el aire que sostiene
al águila encendida.
He tocado la línea
-que huye-de los labios,
el páramo sombrío,
noche a noche, el rumor
espacioso del alba.
Me rodea el anillo
de la sombra, el instante
del fuego. Su honda llama.
He tocado la piel
de la mujer desnuda.
(La antigua llama)
*
Lluvia
I
Esta es la antigua lluvia, la lluvia de los padres,
de los dioses hambrientos que derraman su savia,
el agua germinal que se rompe en el tiempo
y nos arrastra al centro fatal de los presagios,
antes de que la carne se reúna, y se alce
desde la tierra oscura para iniciar su vuelo.
El torrente de lava, de gleba, de aguas reunidas
para formar el cuerpo. Y la sangre encendida
abriéndose a otras sangres.(Un mismo fuego,
una misma avaricia). Y la tierra gimiendo
igual que una mujer poseída en el lecho.
Me acerco lentamente al vano del recuerdo
(la memoria es azogue que recoge abalorios,
guijarros que rutilan). Me descubro tendido
sobre la hierba antigua.
Toco la mano fría de mi madre,
siento otra vez su sangre quieta en mí.
II
Llueve, entre los regatos se agitan los reflejos,
el alma se desprende del estigma(del tacto,
los besos, , las palabras). Lo mismo que una grieta
de luz sobre las ondas se hunde en su tiniebla.
Las lentas aguas fueron desgranando el recuerdo
y no es posible quemarse en otra llama, sajar
aquel dolor antiguo, y redimirlo. Los labios
conservan el amargo sabor de aquellos pétalos.
Los signos se deslíen, han huido los pájaros.
III
Se alejaron las nubes.
Sobre el campo encharcado
brilla de nuevo el sol
como la hoguera que asciende de tu muerte.
(Reparto de sombras)
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(*) La presentación, así como la selección de poemas, es obra de Daniel Riu Maraval