AUTOR
Philip Roth

    GÉNERO
Novela

    TÍTULO
La conjura contra América

    OTROS DATOS
Traducción de Jordi Fibla. Barcelona, 2005. 432 páginas. 21 €

    EDITORIAL
Mondadori



Philip Roth

Philip Roth


Reseñas de libros/Ficción
Philip Roth: La conjura contra América (Mondadori, Barcelona, 2005)
Por Inés Astray Suárez, lunes, 6 de febrero de 2006
La conjura contra América es una novela del género que podríamos denominar “historia ficción”. Cuenta la historia de una familia judía ambientada en un pasado conscientemente distorsionado. Corre el año 1940 y las elecciones presidenciales norteamericanas son ganadas por el candidato republicano, Charles A. Lindbergh, el aviador que en mayo de 1927, cuando tenía veinticinco años, voló de Nueva York a París en algo más de treinta y seis horas a bordo del monoplano Spirit of Saint Louis, completando así el primer vuelo trasatlántico sin escalas.

¿Les parece poco creíble un escenario así? ¿Mucho menos creíble una California gobernada por Arnold Schwarzenegger? ¿Mucho menos creíble que los 13 millones y medio de votos que auparon a Hitler a la cancillería alemana? ¿Mucho menos creíble, en fin, que lo que realmente sucedió, que los norteamericanos reeligieran para un ¡tercer mandato! al carismático Franklin Delano Rooselvelt, que les prometía hacer todo lo posible para mantenerlos alejados de la odiosa guerra europea, pero que no se recató de presentar, en plena campaña electoral, el primer proyecto de ley de servicio militar obligatorio en tiempos de paz en la historia de los Estados Unidos?

Desde luego Lindbergh nunca fue el candidato del Partido Republicano, pero sí fue miembro activo del comité América Primero, fundado en octubre de 1940 para oponerse a las políticas intervencionistas y promover el aislacionismo norteamericano. En alguno de los discursos que realizó para ese comité, y que este libro recoge en un apéndice documental, acusó a los judíos norteamericanos de empujar a los Estados Unidos a la guerra. Durante los años 30 realizó numerosos viajes a Alemania, probablemente como espía norteamericano, pero lo cierto es que en uno de ellos fue condecorado con la Cruz de Servicio del Águila Alemana, un medallón de oro, primorosamente decorado con esvásticas, con que el Reich galardonaba a los extranjeros que merecían su admiración.

Lo que realmente hace verosímil la reconstrucción de un tiempo pasado, no es tanto el trasfondo histórico como el conjunto de los pequeños detalles y vivencias que conforman la vida cotidiana, en un momento y en una época

No me extrañaría nada que la familia Lindberg demandase a Philip Roth. Para quienes no estamos especialmente interesados en la historia de la aviación, va a ser muy difícil que dejemos de pensar en él como en el presidente de los EE.UU. que se reunió con Hitler en Islandia durante la Segunda Guerra Mundial, pactando una neutralidad poco brillante. Además Roth no carga las tintas ni cae en el esperpento: la Norteamérica de la administración Lindberg no es una dictadura fascista con saludos miliares y campos de concentración. Es una republica muy conservadora y discretamente racista. Una familia judía puede encontrarse de repente con que no está disponible la habitación de hotel que reservó con semanas de antelación, como podría pasarle, casi en cualquier época, a una familia negra. Los agentes federales vigilan a quienes muestran su oposición muy a las claras, incluso pueden hacerles perder su empleo. Nada que no les haya sucedido realmente a muchos ciudadanos durante los años de la caza de brujas. Roth nos apabulla con un bombardeo de datos y personajes, ora reales, ora imaginarios, tejiendo una madeja inextricable de ficción y realidad que resulta, tanto en su planteamiento como en su desenlace, que procuraré no destriparles, absolutamente convincente, quizá peligrosamente convincente (si me permiten la queja resabiada de quien se gana la vida enseñando historia a adolescentes, siempre prestos a dar crédito a una buena conspiración).

Por otra parte, lo que realmente hace verosímil la reconstrucción de un tiempo pasado, no es tanto el trasfondo histórico como el conjunto de los pequeños detalles y vivencias que conforman la vida cotidiana, en un momento y en una época. Quizá uno de los grandes aciertos de esta novela es que el autor le presta su pasado y hasta su nombre al narrador. La obra se presenta como las memorias de un individuo llamado Philip Roth que en 1940 tenía siete años (como el Philip Roth autor nacido en 1933) y que vivía en Newark, Nueva Jersey, en el mismo piso de una pequeña casa “de dos familias y media”, en el mismo barrio ocupado por familias judías de clase media baja en el que se crió el verdadero Roth.

No se trata de ajustar las cuentas de una infancia marginada e infeliz, porque, al parecer no fue ni lo uno ni lo otro. Al menos, no especialmente: “no hay infancia sin terrores” dice una de las primeras frases de esta novela. El miedo a bajar a la penumbra del sótano cuando tenemos que hacer un recado, la angustia de oír los lamentos del vecino moribundo, la dolorosa intuición de que nuestro padre no es el hombre más inteligente, ni el más fuerte. Todo ello cuando tenemos la inmensa suerte de que la historia sea un fondo más o menos aburrido o, por lo menos, lejano, de que el aparato de radio no se convierta, como le ocurrió al pequeño Philip, en el oráculo de nuestra infelicidad