Magazine/Cine y otras artes
Sexo, infidelidades y...
Por Eva Pereiro López, domingo, 6 de febrero de 2005
Londres. Una pareja, Dan (Jude Law) y Alice (Natalie Portman), él escribe necrológicas en un periódico, ella acaba de llegar y espera olvidarse de su pasado newyorkino donde se dedicaba al striptease. Comienzan una relación. Algún tiempo después Dan, que ha escrito su primera novela, se cruza con Anna (Julia Roberts), fotógrafa profesional, y queda obsesionado por ella. En un segundo tiempo Anna encuentra a Larry (Clive Owen), dermatólogo, con el que acaba casándose. Pero poco después de su matrimonio, ella emprenderá una aventura con Dan. En el tercer set las parejas estallan: Anna se irá con Dan abandonando ambos a sus respectivos compañeros. El juego dura poco, la nueva pareja se deshará cuando Larry decide vengarse.
Closer es un juego de parejas que debe su existencia al éxito que tuvo la pieza de teatro escrita por Patrick Marber en 1997. Ignoro si fue justificado. En todo caso, la película no resulta excepcional. Sin duda los entresijos del deseo crearán expectación ante un público afín a ese tipo de temas, tanto o más que el elenco de actores (dos princesitas de Hollywood y dos casi perfectos desconocidos, en comparación), pero ni el tema ni ellas acabarán de convencer.
Se trata, pues, de traición, de infidelidad, de insatisfacción pero sobre todo de posesión, y al fin y al cabo de la inseguridad creada por ese pánico exacerbado a la soledad; en ningún caso de amor.
Closer no convence pero atrae
La sucesión del relato sin específicas referencias temporales es de agradecer. Nichols se dirige a un público maduro exigiéndole cierta atención a la hora de exponer su historia. Nada se nos da mascado y el leguaje utilizado es explícito y adecuado a la escena. Directo y crudo si es necesario, irónico o sinuoso en otras ocasiones, y siempre aderezado con ese toque tan british en boca de los protagonistas masculinos. Sin embargo y a pesar de su experiencia, Nichols abusa a menudo de primeros planos y a veces éstos no logran expresar lo adecuado resultando demasiado forzados. Y qué decir de la utilización excesivamente trillada de la cámara lenta en unas mil veces conocidas primera y última escenas cuando se ve a Alice caminando entre el gentío. Resultan impropias, burdas, de mal gusto, totalmente fuera de lugar. Una pena la vuelta a ese recurso tan raído por el uso, un desliz imperdonable para empezar o finalizar una película, excepto que se trate de una comedia barata.
Y es que a pesar del potencial candente y bajo una apariencia de finos conocedores de la complejidad del sentimiento amoroso, o más bien en su defecto, del deseo, Nichols y Marber no acaban de afinar sus personajes más que con trazo gordo, y los tira y afloja del juego han de acabar en un campo de ruinas que a nadie puede sorprender.
Sin embargo, la animalidad primitiva de Clive Owen en su papel de Larry merece más que un aplauso y, de paso, el Golden Globe que le ha sido otorgado por ello recientemente. Natalie Portman, con la misma suerte pero sin razón aparente - habría que haber visto el resto de nominaciones -, resulta demasiado blanda y Julia Roberts pasa desapercibida: ambas inequívocamente encantadoras pero en exceso limitadas, ancladas en su rol de superestrellas, al contrario que ellos. Los ingleses ganan la manga: un Law seductor y abyecto le hace frente a un Owen que lo devora absolutamente todo.
Closer no convence pero atrae. Quizás eso ya sea suficiente. Ustedes verán si se dejan tentar.