Tribuna/Tribuna internacional
Centroamérica hoy: el desastre circular
Por Napoleón Campos, sábado, 2 de febrero de 2002
La salida de la turbulencia política y militar fue un salto al vacío para las naciones centroamericanas. Tras la conexión de sus conflictos intestinos con la Guerra Fría en los ochenta, el paso de la certidumbre de los conflictos armados y el autoritarismo a la incertidumbre de la construcción de la paz y la democracia, no fue fácil. La Unión Europea (UE), y particularmente España, acompañaron ese nuevo proceso, primero con un acuerdo político llamado "San José", pues fue suscrito en la capital de Costa Rica, y luego con un importante programa de cooperación técnica y financiera los cuales continúan.
DE LA GUERRA A LA PAZ
El desafío centroamericano era enorme: reconstruir, combatir la pobreza, acometer la urgente modernización del Estado, ejecutar los dictados neoliberales y despegar hacia el desarrollo sostenible, en un contexto internacional adverso pues Centroamérica en los noventa se desdibujaba gradualmente de la agenda internacional. En el caso concreto de la UE, Centroamérica apenas tenía espacio en una lista de prioridades encabezada por la Unión Económica y Monetaria, la adhesión de nuevos miembros de Europa Central y Oriental, y la cooperación mediterránea, al tiempo que se vinculaba estrechamente a la pacificación de los Balcanes.
El reto centroamericano aparece ahora como demasiado grande y complejo. La guerra expulsó recursos humanos de difícil sustitución, de hecho el gran salvavidas en el que ha flotado la incipiente recuperación económica, además de la ayuda externa, ha sido el flujo de remesas originado por el trabajo de los emigrantes en los Estados Unidos (EU). El caso más extremo es El Salvador donde las remesas han llegado a equivaler hasta un 15 por cien del producto interno bruto. Además los recursos naturales fueron seriamente devastados por las guerras y en general, la falta de una inteligente política exterior ha determinado que las inversiones extranjeras no llegaran al ritmo de lo necesitado para abrir empleos en la industria y los servicios.
Finalmente, la ocurrencia cíclica de devastadores catástrofes naturales -entre huracanes, sequías y violentos terremotos- frente a las cuales ha existido una escasa o casi nula prevención, ha cerrado el primer episodio pos-bélico centroamericano. Sumado el Huracán Mitch de finales de 1998 a los terremotos de El Salvador de 2001 y la sequía de este mismo año, el saldo que aparece es el de una Centroamérica que sufre con las catástrofes más de lo perdido con las guerras.
EL COLAPSO POLITICO
Centroamérica cerró el Siglo XX en la misma ruta con la que cerró el Siglo XIX. Con débiles instituciones democráticas y frágiles motores para lograr una prosperidad, la inviabilidad de las sociedades centroamericanas despunta en el horizonte con la diferencia sustantiva de que el sistema internacional cruzado por la globalización y la regionalización, y por la amenaza de una conflagración a gran escala tras los sucesos del 11 de Septiembre, presiona hacia el socavamiento de los Estados nacionales.
La transición llegó a su fin, y el modelo de convivencia política diseñado por las Naciones Unidas parece haber colapsado. Por lo menos este asunto resulta de responsabilidad casi exclusiva de los propios centroamericanos. Por lo pronto, el ejemplo más dramático es Nicaragua donde la población fue forzada ya no a elegir entre el mal menor y el mal mayor, sino entre dos males distintos: o la amenaza de un nuevo choque con EU (la vía sandinista) o continuar con una administración de rebosante corrupción (el entorchado saliente presidente tiene hoy día una fortuna de más de 200 millones de dólares que contrasta con los menos de cien dólares aisgnados al salario mínimo). Los votantes nicaraguenses decidieron lo segundo, porque lo primero, como vimos arriba, podría atentar contra la inyección de remesas enviadas por sus familiares desde Norteamérica.
Honduras eligió un nuevo presidente en diciembre del 2001, mientras El Salvador tendrá elecciones legislativas en marzo de 2003 y un año después presidenciales. Guatemala que está en el meridiano de la primera presidencia pos-bélica tampoco tiene buenos augurios. En Guatemala mientras la mayoría indígena no sea incorporada a un proyecto nacional, difícilmente podrá alcanzarse una estabilidad y una gobernabilidad civilizadas. En conjunto, el desencanto de los ciudadanos con el sistema político -según las encuestas- alcanza proporciones entre el 40 al 60 por cien. El voto más decidido -a pesar del importante porcentaje de votantes en Nicaragua- parece ser el de aquellos que están decididos a no votar.
POBREZA Y DEMOCRACIA
La Centroamérica del Siglo XXI no exhibe ya la imagen de un sicario esperando en la esquina a que arribe su víctima política, ni a generales y coroneles usurpando el poder. Igualmente, el grado de libertad de asociación, de expresión y de prensa han alcanzado niveles aceptables para el mundo moderno. En este punto, ya no sólo Costa Rica es la Suiza de Centroamérica.
Sin embargo, el "sueño revolucionario" y el "sueño autoritario" han pervivido en la mente y en el corazón de no pocos en los partidos de izquierda y de derecha. Pero, por sobretodo, la asimetría de oportunidades, la exclusión socioeconómica, la repartición desigual de la riqueza y la violencia delincuencial (que ha sustituido a la violencia política porque las naciones pobres requieren mecanismos propios de autorregulación) operan como genuinas murallas para que la región alcance un desarrollo sostenible. Baste con recordar que como promedio en la región, exceptuando Costa Rica, el 20 por cien de la población con más bajo ingreso recibe menos del 5 por cien de la riqueza generada, mientras el 10 por cien más alto concentra casi la mitad de dicha riqueza. Al final, las catástrofes naturales coronan el drenaje de la vida casi siempre de esos más pobres.
Aquella interrogante maldita formulada por un brillante político europeo sigue así circundando a Centroamérica: ¿ cuánta hambre es capaz de soportar la democracia ? Los pobres no comen de las libertades ni de los "debates" entre los políticos, menos de los "revolucionarios" que entraron al sistema cobijados bajo la esperanza de cambiar al sistema mismo, y han hecho -al igual que los que ya estaban dentro- de la lucha por el poder su modus vivendi y su modus operandi.
Por supuesto que la reversión de la democracia puede estar cerca para los centroamericanos. El retroceso es lógico si los banqueros y los dueños del capital especulativo son los grandes ganadores al final del trayecto. En una región donde las insurrecciones a mediana y gran escala ocurren aproximadamente cada medio siglo o antes, los ganadores deberíamos de ser todos pero no es así. Para los más perspicaces el tema relevante no es si habrá una nueva guerra en Centroamérica si no cuándo se producirá.
Puestos los ojos del mundo sobre Bin Laden, Afganistán y el ántrax, focalizada la mirada sobre la guerra internacional en ciernes, no sin razón pocos advertirán si los centroamericanos seremos capaces de dar lo mejor de nosotros para romper el desastre circular y así alcanzar como Estados nacionales el Siglo XXII.